Primer encuentro

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Nunca le dije a mi madre que la quería. Siempre me ha resultado demasiado difícil mostrar mis sentimientos o abrirme a los demás. Desde pequeña, me he dedicado a crear un muro alrededor de mí para protegerme pero estoy segura de que ella sabía cuánto la amaba, o por lo menos eso me digo a mí misma para intentar convencerme. Y ahora estoy aquí, en su entierro, sin poder dar marcha atrás y dándole vueltas a quien pudo hacer algo así. ¿Quién pudo matarla?

¡Mierda! No puedo quitarme la imagen de su cuerpo sin vida sobre un charco de sangre en mitad del salón de su casa. Lo peor de todo es que la policía se encuentra en un callejón sin salida, lo cual resulta desesperante. Según la autopsia, lo más probable es que le disparasen una flecha, aunque no se ha encontrado el arma por ningún lado. El asesino incluso se llevó el proyectil con el que atravesó el pecho de mi madre. ¿Quién mata a alguien con un arco y flechas dentro de una casa? ¿Qué asesino elige ese tipo de arma? No es algo que puedas llevar por la calle sin que nadie lo note y más en una ciudad pequeña como Palencia. Todavía recuerdo al policía preguntándome si sabía quién podía haber sido. ¡¿De verdad ese imbécil pensaba que si yo hubiese sabido quién había matado a mi madre, iba a estar ahí plantada?!

Entonces me doy cuenta de que ya no oigo a nadie. Absorta en mis pensamientos, no me he percatado de que todo ha terminado y la gente se ha marchado.

No puedo evitar que un largo suspiro se escape a través de mis labios.

- Muy bien, Meri, ahora estás sola - me digo para constatar lo evidente.

Sí, completamente sola. Con tan sólo 25 años no me queda nadie. Lo único que tenía en esta triste vida era a mi madre, y ahora ya no está. Mi padre era un cabrón que la abandonó justo después de dejarla embarazada, pero el corazón de mi madre era tan puro que nunca pudo tenerle rencor. Incluso si yo hablaba mal de él, ella lo defendía. A veces pienso que mi madre era tan buena que rozaba la estupidez pero gracias a eso ha podido soportarme todos estos años. No he sido una hija fácil de educar. Desde pequeña he sido muy rebelde, por decirlo de forma suave. Siempre he mostrado mucha ira pero mi madre me ayudó a controlarla, más o menos. Me contagió su pasión por la música y descubrí que es cierto eso de que amansa a las fieras. Además, me hizo ir al gimnasio donde practico artes marciales mixtas desde pequeña para descargar adrenalina. Aún así, me sigue costando mucho relacionarme con otras personas. Reconozco que no soy alguien fácil de tratar. No permitiré que nadie me haga el daño que el malnacido de mi padre le hizo a mi madre. Su vida fue muy difícil intentando ella sola sacar adelante a una niña tan complicada como yo, aun así, nunca perdía la sonrisa. Siempre la vi como la luz que iluminaba la oscuridad de mi alma.

De repente, una corriente me sube por la espalda.

¡Joder! Otra vez la misma sensación. Desde que murió mi madre he sentido esa corriente en varias ocasiones. Es como si alguien me observara o me siguiera pero cada vez que me giro a mirar, sólo hay aire. Quizás el asesinato de mi madre me esté volviendo paranoica.

Ha empezado a llover pero sigo aquí de pie, delante de la tumba de granito de mi madre. En unos días vendrán a grabar su nombre en la lápida.

Esperanza González Medina. 52 años.

Era tan joven...

Levanto la cara para sentir la lluvia de abril en el rostro. Es algo que siempre me ha gustado; me hace sentir viva.

Me relajo, dejando a las gotas deslizarse por mis mejillas cuando una sombra se cruza en mi campo de visión. Hay un hombre frente a mí, unas tumbas más al norte. Es joven, entre 25 y 30 años. Lleva un traje azul oscuro que le da un aspecto realmente apuesto, camisa blanca y corbata roja. Una lacia melena negra le cae alrededor de la cara hasta sobrepasar los hombros. Cuando más ensimismada estoy con su imagen, sus ojos se clavan en mí, dejándome aún más aturdida. Son de un azul tan intenso como el océano. Tiene una mirada tan profunda que creo que podría hundirme en ella hasta ahogarme.

Meridiana: la hija de la ira. (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora