ESPADAS NEGRAS

11 3 0
                                    

El sitio es maravilloso, rodeado de naturaleza, apartado del ruido y del gentío. Al principio, la idea de mudarme no me atraía mucho, pero ahora me alegro de haberlo hecho.

-¿Te gusta, preciosa? - me pregunta Luc viendo mi cara de felicidad.

-Me encanta - digo mientras observo desde la entrada del garaje el paisaje que nos rodea.

-Me alegro.

Me vuelvo hacia el coche y ayudo a los chicos a sacar las cosas del maletero. El bolso de As, como siempre, es el más grande y el más pesado.

Entramos en el salón-comedor de la casa donde también se encuentra una gran cocina abierta. Una gigantesca viga de madera atraviesa el techo de una punta a otra de la sala y una preciosa chimenea de ladrillo preside la pared del fondo.

Atravesamos la estancia hasta unas escaleras de madera que dan acceso al piso de arriba, donde se encuentran los dormitorios y un gran baño.

-Meridiana, éste será nuestro cuarto - me indica Luc, abriendo la puerta y haciendo un gesto para que pase. - Es el más grande. Asmodeo, la siguiente puerta es el tuyo.

-Está bien, voy a instalarme - dice As mientras entra en su habitación.

-¿Vamos a compartir el dormitorio? - pregunto un poco sorprendida cuando Luc entra en el cuarto.

-¿Te parece mal?

-¡No! ¡Claro que no!

¿En qué universo paralelo podría parecerme mal pasar todas las noches junto al ser más maravilloso que puede existir?

-Es sólo que mientras yo duerma, no podrás hacer lo que quieras y no me gustaría molestarte. Sé que te gusta leer por las noches.

-Prefiero verte dormir. Tu cara es adorable cuando descansas - dice acariciando mi mejilla y clavando su mirada en mis ojos.

Oh. SOS, SOS. ¡Me derrito! ¡Me derrito!

-Deberíamos sacar la ropa de las maletas y colocarlo todo en el armario. Por cierto, tengo algo que mostrarte.

Veo un brillo en los dos iris azules que me contemplan y la curiosidad se despierta en mí. Entorno los ojos mostrando sospecha, lo que provoca la risa de Lucifer.

-Tranquila, es algo que ahora te pertenece. Lo he guardado desde la muerte de Amón hasta que estuvieras lista y creo que ya lo estás.

Luc abre su maleta y de ella saca un bulto alargado envuelto en unas telas grises. Deslía el objeto librándolo de su envoltorio y descubro dos espadas negras con el mango adornado con unas incrustaciones en color plateado que simulan unas llamas. Son una auténtica obra de arte, dignas de un rey.

-Son preciosas - murmuro acariciando el mango con la punta de los dedos.

-A juego con su dueña. - dice guiñándome un ojo. - Eran las espadas de tu padre, ahora son tuyas. Te enseñaré a usarlas y a que puedas materializarlas.

No puedo dejar de mirarlas ni apartar mis manos de ellas. Siento como si me llamaran, como si fuesen una parte más de mi cuerpo.

-¿Cómo hago para que aparezcan y desaparezcan? - pregunto sin poder separarme de ellas.

-Te enseñaré a hacerlo. Estas espadas llevan la sangre de tu padre por lo que sólo alguien que lleve su misma sangre, como tú, puede hacer que se materialicen a voluntad o que por el contrario se esfumen.

-Así que cada uno tenemos nuestras propias armas, ¿no?

-Así es. Cuando hayas aprendido a manejar las espadas y controles el vuelo podemos bajar al infierno y presentarte ante el ejército.

Meridiana: la hija de la ira. (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora