Detrás de Cámaras

•Capítulo Cuatro•

Después de llorar casi toda la noche, durmió dos horas para levantarse y hacer su monótona rutina diaria.

—¿Hoy no tenemos nada importante?

—No, señora— respondió la secretaria del otro lado del teléfono.

—Si surge algo importante me llamas. Hazte cargo hoy de lo básico.

—Si, señora— la chica colgó y Marlowe subió a su cuarto, se acostó en la cama y se deshizo de la prótesis para dormir toda la mañana.

***

—Señora—llamaron a la puerta— Señora, se le hace tarde para la visita—Adam, el guarda, se retiró sabiendo que ya estaba despierta.

Del otro lado de la puerta Marlowe se colocó su prótesis para prepararse.

Con un hermoso vestido veraniego y unas zapatillas planas se dirigió al orfanato.

Cada mes ella visitaba en secreto y con mera discreción el orfanato, planeaba un día lleno de juegos y la pasaba con ellos.

A las chicas les llevaba distintas actividades, a los bebés los acunaba, a los niños más pequeños juegos y a los chicos adolescentes lo que siempre pedían; un entrenador.

Ella mandó a expandir el patio del lugar para que ellos pudieran practicar libremente.

Quiero darles la felicidad que yo no tuve, quiero que no les falte nada.

Eso es lo que siempre se dice al ver sus sonrisas cuando la veían llegar.

—¡May!, ¡May!— los más pequeños se aferraron a sus piernas y la encargada de cuidarlos se acercó preocupada.

—L-lo siento, seño...

—No es molestia, ya lo dije— su voz era neutra y si no era por el brillo en sus ojos pensarías que si le molestaba.

***

El patio del orfanato (que conste era enorme) era llenado de gritos de alegría por parte de todos los niños.

—Está feliz, ¿verdad?— Adam se atrevió a preguntar al ver la gran sonrisa de su jefa que muy pocas veces eran dignos de ver.

Ella asintió— En este momento, todo está alineado.

***

—Gracias por todo, May— Ozean, el pequeño de siete años la abrazó por enésima vez en el día— espero no tardes en volver.

Ella sonrió— Lo prometo, cariño.