•Capítulo Treinta y Cinco•

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Volvió a caer, otra vez.

Era un día nublado más no estaba lloviendo, era temprano en la mañana y ella se preparaba su desayuno, la brisa era fría y el cielo estaba vestido de gris, Thor dormía cubierto por una mantita y los guardias hacían su trabajo, todo estaba en calma como en los últimos seis meses.

Caminó al sofá negro y se sentó a ver su serie. Desayunó y subió a su cuarto para un baño caliente. Se paró frente al espejo para limpiar su cara y alejar las migas de la comida. Se quedó paralizada un momento viendo su estado; tenía unas gigantes ojeras y su rostro estaba más delgado, sus ojos se aguaron.

Ella llevó su mano a su rostro y pasó los dedos por sus mejillas, luego por la frente, por sus orejas, ojos, cuello, nariz, labios y volvió a su cuello, hizo presión mientras se seguía viendo, presionó, presionó, presionó.

Sus ojos estaban rojos y llenos de lágrimas, aún así no desistió y siguió presionando.

***

Todos corrieron hacía arriba  al ver el agua bajar por las escaleras y escuchar gritos atroces.

Marlowe se estaba cortando los muslos con la cuchilla de la afeitadora mientras gritaba con el dolor más desvastador: no me odio, no me odio, no me odio. La cuchilla se hundía en su piel con cada palabra.

—¡Marlowe!— Adam gritó con pavor corriendo hacía ella y sin importarle nada le quitó la cuchilla de manera rápida, cogió las toallas que estaban encima del váter e intentó cubrir las heridas.

Marlowe lo empujó— ¡¡Vete!!, ¡¡váyanse todos!!

Adam no se movió, aún intentando aclarar sus ojos al ver la imagen de Marlowe llena de sangre y moretones.

—¡Váyanse!, ¡largo!, ¡fuera!, ¡váyanse!, ¡váyanse!, ¡váyanse!, váyanse...— terminó susurrando. Se paró y se sentó fuera de la bañera en el piso, metió la cabeza entre sus piernas y empezó a llorar de manera desgarradora.

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