•Capítulo Cuarenta y Uno•

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Extrañamente después de ese encuentro la relación entre ellas se volvió más íntima, más solo ellas dos sabían lo que había pasado.

***

Los noticieros que degradaron a Marlowe, los que la insultaron e incriminaron de planear algo con los niños indefensos de los orfanatos, estaban tratando de lidiar con las grandes demandas que les cayeron.

Por otra parte, el humor de ella variaba entre días, por ejemplo, ese día Ozean la visitaría, estaba feliz, eufórica y el ático parecía un evento infantil lleno de juegos, dulces, y muchos, muchos juegos infantiles en su patio interior.

Ozean llegó al piso y corrió a los pies de Marlowe.

—¡Hola, hola, hola!— gritaba feliz—¡mira, mira lo que me dieron!— le mostró desde el piso la gran paleta de colores que le regalaron el equipo de seguridad por el camino.

Ella sonrió y con un poco de dificultad se agachó a el.

—La comerás luego ¿si?, tengo que mostrarte algo— el niño asintió indeciso y cogió la mano de ella y juntos caminaron hacia el patio.

Thor estaba mordiendo un gran oso negro y se veía concentrado en eso.

—No, no, no— dijo con diversión Marlowe quitándoselo de la boca— acércate, cariño— tendió su mano a Ozean que entró corriendo y se ocultó detrás de ella.— Estira tu mano para que te sienta y verás como te agradará.

—¿Me morderá?— preguntó el pequeño con su puño en la boca.

—No, bebé.

El niño se acercó a pasos lentos y cautelosos y estiró su mano, el perrito la olfateó, Ozean cerró con fuerzas sus ojitos y unos minutos después el perro ladró y empezó a saltar al rededor del niño.

Detrás de CámarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora