Alex
La mañana había llegado y el sol chocaba contra mi rostro. Fruncí mi nariz, incómodo.
Como odiaba madrugar por el sol. Gruñí en un tono bajo.
Lentamente fui abriendo los ojos, primero uno mientras los rayos solares me cegaban. Diablos, ser mañanero no era lo mío.
Giré para notar el frío de la cama, encontrándome solo. Cerré los ojos, suspirando, notando la esencia de Adrián rondando por el cuarto.
Como balde de agua fría, los recuerdos de ayer me hicieron abrir los ojos de golpe. Me sonrojé furiosamente, mi corazón latía a sobremanera y una sonrisa boba se posó en mis labios.
Oh dios, no podía creerlo.
"-Te amo, te amo como no tienes idea y te he amado desde hace mucho tiempo, pequeño-", Un chillido escapó de mis labios mientras rodaba en la cama, pataleando.
Oh Jesús. Cerré mis ojos mientras chillaba sobre la almohada, amortiguando el sonido con esta.
Una risa se oyó y sentí como mi corazón se detuvo, lentamente me giré para encontrarme a Adrián aguantando la risa en el marco de la puerta, mirándome atentamente. Sentí como mi rostro palideció para nuevamente tomar un intenso color rojo.
-Buenos días- Escuché de parte de él. Rápidamente me escondí bajo las sábanas.
Oh rayos, ¿Por qué demonios era tan tímido ahora? Ayer le dije que estaba enamorado sin un ápice de tartamudeo y nervios.
-B-Buen d-día- Murmuré bajo las sábanas, haciéndolo reír. Sentí como el colchón se hundió a mi izquierda, dándome a entender que Adrián se había sentado a mi lado.
Sentí mi latir golpeteando en mi pecho.
¿Él podría escucharlo? Esperaba que no.
Intenté calmarme, pero fue imposible. Con tan solo tenerlo cerca mi corazón latía de una forma indomable.
Su mano comenzó a acariciar mi cabeza por encima de la tela que me cubría completamente, sobresaltado. Eso era todo tan irreal.
- ¿Estás bien? - Preguntó entre divertido y preocupado. Sonreí ampliamente.
Una ternura increíble se incrustó en mi pecho, dándome un suave cosquilleo en este y el estómago. Las famosas mariposas.
Muy despacio fui bajando la sábana dejando expuesta mi cabeza y lo miré a los ojos. Esos ojos ahora me mostraban todo el cariño del mundo y sentí un nudo en mi garganta.
Mierda, me estaba emocionando.
-Adri- Susurré y él me sonrió dulcemente, mostrando sus blanquecinos dientes, sacándome un suspiro. El chico era realmente muy atractivo.
- ¿Qué ocurre, pequeño? - Me contestó igual de bajo, como si guardáramos un secreto, solo nosotros dos.
No dije nada y me senté en el colchón, tragué saliva sonoramente. Despacio, sin ningún tipo de prisa, acaricié su rostro apreciando cada detalle.
Pasaron minutos, quizás más que eso. Sus manos se posaron sobre las mías y miré fijamente sus ojos y él, igual que yo, me miró. Éramos solo nosotros dos.
Estaba perdido en los sentimientos de estos, tenían un brillo inexplicable. La distancia que nos separaba se fue acortando y mis ojos se fueron cerrando.
Sentí su aliento contra mis labios y una corriente cruzó mi espalda haciéndome temblar. Sin esperarlo me besó y yo lo seguí.
Sus manos bajaron a mi cadera y las mías pasaron por sus brazos, abrazándolo por el cuello.
El beso se volvió profundo, exigente. El aire comenzaba a faltar y lentamente respire por la nariz.
Un suspiro escapó de mis labios hacia los de él y una sonrisa se formó en la boca de él, sonriendo entre el beso.
-Alex- Pronunció y me estremecí, al oírlo sentí una punzada en mi abdomen, diablos. Continuó el beso y mordió mi labio inferior, en respuesta gemí bajo.
Sin esperarlo la puerta se abrió golpeando contra la pared, haciéndome sobresaltar y sonrojar.
Palidecí al ver de quien se trataba.
- ¡Así los quería agarrar, puercos! - Dijo señalándonos acusatoriamente, ni más ni menos que mi madre. Sin pensarlo empujé a Adrián quien cayó bruscamente al suelo.
-Auch- Se quejó, desde el piso y me giré a verlo, apoyándome en el borde de la cama. Él me miró levantando una ceja. Susurré un "lo siento" y sonrió restándole importancia.
Me giré a ver a mi madre que se encontraba con los brazos cruzados.
- ¿Por lo menos lo dejaste virgen? - Preguntó ella con una ceja alzada y me sonrojé a sobre manera. La miré con los ojos muy abiertos y con la boca abierta de la sorpresa.
- ¡Mamá! - Chillé y ella comenzó a reírse de mi cara.
-Claro que sí, señora- Dijo desde el suelo apareciendo por el borde de la cama mi chico, haciéndome girar con la boca abierta del asombro.
- ¡Adri! - Chillé más rojo que antes.
Esos dos me sacarían un par de canas.
Después de una ardua pelea en la que yo era el único que sufría ataques al corazón y fuertes sonrojos nos sentamos en la mesa, donde Adri había dejado pan con manteca y café.
-Entonces... tienen algo que decirme ¿No es así? - Preguntó más afirmando que otra cosa. Lentamente asentí, nervioso, oh nunca le había dicho a mi madre que me gustaban los chicos.
Puse un rostro de horror al pensarlo y levanté el rostro. Me tranquilicé al sentir la mano de Adrián sobre mi hombro, apretando fuertemente.
Suspiré. Él estaba ahí para apoyarme en todo momento.
Sonreí y miré a mi madre, decidido.
-Mamá, me gusta Adri- Dije con el rostro en alto, con orgullo.
-Quería pedir su bendición, Melanie- Dijo nerviosamente Adrián y tomé su mano.
No sería yo el único que recibiera apoyo. Miré a mi madre que se encontraba con el ceño fruncido. Me aterré.
-No lo apruebo- Dijo y sentí mi corazón detenerse.
-No te llevaras a mi bebé- Continuó negándose y palidecí, me giré a ver a Adrián que se encontraba igual que yo.
Sentía como mi corazón iba más veloz y los ojos picaban, tragué saliva y apreté más fuerte la mano de Adrián, quien me devolvió el apretón.
-Melanie, insisto, amo a su hijo- Dijo más nervioso. Yo la miré y ella se encontraba seria.
Sin esperarlo comenzó a reírse y mi piel se erizó. Sentí el calor nuevamente en mi cuerpo y solté el aire que no sabía que tenía contenido.
-Es una broma, siempre quise decir eso- Dijo ella y mi cuerpo comenzó a temblar.
-Ya era hora de que estuvieran juntos- Dijo ella acercándose a nosotros.
-Felicidades, cariño- Nos abrazó a ambos y miré como Adrián recuperaba el color en el rostro que había perdido anteriormente.
Qué susto nos había dado.
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Te haré sonreír
RomanceAlex, un chico común en una época complicada, confía el secreto de ser gay a su mejor amiga, Micaela, tras eso ella lo difunde en su escuela y se burla de él. Desesperado y decepcionado ante la multitud que lo acosa, sus amigos en quienes no confió...