Capítulo 20

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Narrador

- ¡Apúrate! ¡Más rápido Saltamontes! - Chillaba un niño castaño hablándole a "saltamontes". Ambos niños se encontraban corriendo entre las calles de su barrio.

-Julián, más despacio- Pedía el contrario hacia el castaño, que estaba notablemente eufórico, mientras el rubio se encontraba aspirando bocanadas de aire al intentar seguirle el paso a un muy energético Julián, que sin duda no dejaría su trabajo dándole fuerzas a su compañero que lo retrasaba.

-Y te dije que me dejaras de llamar así- Refunfuñó entre dientes.

Una carcajada por parte del castaño hizo pensar al rubio que su queja había valido menos que la súplica de una presa a su cazador.

Habían pasado varias horas en las que solo estuvieron caminando y caminando, para que al final se encontrarán como estuvieron haciendo todo ese rato, siguiendo caminando.

- ¿Cuánto falta, Julián? - Decía el agotado niño hacia su amigo, quien no llevaba el peso de dos mochilas que llevaba el contrario, su mochila y la de él.

Unos minutos de silencio fueron los que respondieron su duda.

-Dime que me equivoco, Julián, dime que no estamos...- Dejó al aire la idea con el miedo de que fuese verdad.

–Un poco, tal vez, pero si seguimos seguro que sabremos donde estamos- Concluyó el niño con una sonrisa, el alma del otro que lo seguía le cayó a sus pies, el temor le pasó por todo el cuerpo.

"No puede estar pasando esto"

Eso se decía mentalmente el chiquillo. Sus piernas involuntariamente comenzaron a temblar mientras su corazón latía cada vez más rápido.

Julián, al notar el silencio de su acompañante se giró y al ver el estado de terror absoluto de su amigo, quien, ya no podía caminar por el miedo que sentía.

Unas enormes ganas de abrazarlo lo atraparon, se sentía igual de asustado que el rubio, pero no podía darse el lujo de esperar a que los encontraran porque sabía que no iba a pasar. Tenía 10 años, pero no era tonto.

Sin esperarlo más se acercó al chiquillo que se había sentado al suelo temblando, con los ojos vidriosos a punto de echarse a llorar.

-Oye saltamontes, tranquilo, estoy aquí ¿Sí? - Le acarició la cabeza al chico que era dos años menor que él. De la nada el pánico quiso dominarlo, se sentía aterrado y no podía pedir ayuda en aquel peligroso lugar en donde vivían.

–Luca, tranquilo, iremos a casa y terminaremos comiendo una rica comida, ya verás, solo ayúdame ¿Sí? Dame la mano y vayamos a casa- Julián intentaba calmar a su compañero y a sí mismo, y aunque a las primeras palabras no funcionaron, finalmente se volvían a encontrar de pie y marchando hacia el frente, o quizás eso era hacia atrás, o a la derecha; puede que, a la izquierda, estaba Julián casi seguro.

Ambos habían escapado para buscar aventuras. Siendo dos niños que no pasaban los diez años, sabían que era peligroso donde vivían.

Cada noche escuchaban disparos y gritos.

El menor de los dos chicos vivía junto a su madre y padre en una pequeña casita en el lugar más seguro de ese peligroso barrio. En cambio, el mayor era el segundo hijo del mafioso de aquel lugar, cualquiera que supiera eso lo secuestraría con tal de destruir a su padre.

El atardecer ya se encontraba iluminándolos, mientras el bonito anaranjado pintaba las nubes.

Todo eso ocurría en el momento donde el miedo de Julián crecía cada vez más, si se volvía de noche estaban fritos, completamente.

No porque los monstruos aparecieran (O quizás sí), sino por las personas, la oscuridad atraía a la gente con más oscuridad en sus corazones en aquel barrio, las llamaba, gritándoles hacer lo que querían sin que nadie se los impidiera, en algunos casos.

-Julián, me duelen los pies- Murmuró Luca al momento en el que el sol brillaba dando los más fuertes rayos de luz que daría ese día, el mayor lo sabía, ese día ya no encontraría su calle, mucho menos su casa, no de pura casualidad.

Sus planes cambiaron, su cabecita comenzó a procesar todo, recordando lo que su vecino una vez le dijo.

"En la noche lo único que debes hacer si no estás en casa, si estás perdido o simplemente no sabes dónde te encuentras, es esconderse. Esconderse de la gente, de esas personas con el corazón oscuro".

Entre pisada y pisada había logrado encontrar un escondite, si podría llamarle así.

Meterse en una casa desconocida no era bueno, pero eso antes de encontrarse metidos en un lío en las oscuras calles.

El niño más pequeño, Luca, no sabía bien qué ocurría, presionaba la mano de su amigo temeroso de lo que pasará, pero confiado en que estarían bien, Julián lo había prometido "¿No es así?" pensaba el rubio, dudando.

Donde se habían metido era una especie de casucha tras la casa original, que servía para guardar herramientas de jardinería y de trabajo, en sí.

La oscuridad de la calle no podría compararse a la oscuridad de aquella casita que no tenía más que una pequeña ventanita en la parte superior del lado derecho y una puerta corrediza que no se terminaba de cerrar completamente, dejando una abertura pequeña.

Ahí estaban Luca y Julián, sentados uno al lado del otro, pegados en la oscuridad del lugar.

"Cuando salga el sol encontraremos nuestras casas".

Se autoconvencía el mayor temblando, no de frío ya que se encontraban a mitad de primavera y tanto los días como las noches eran cálidas, temblaba de miedo, pero no podía aceptarlo, no frente al menor.

-Julián, ¿Volveremos a casa? - Preguntó en un susurro Luca, apoyando su cabeza en sus rodillas, abrazando con sus pequeños brazos sus piernas. Aquel gesto le había causado una punzada en el pecho al castaño que le acarició el pelo con mano temblorosa.

–Claro que sí, Saltamontes, cuando salga el sol continuaremos, ahora debes descansar- Aseguró apegándose más al pequeño que decidió confiar completamente en esas palabras.

El silencio reinó durante varios minutos en los que Julián supuso que Luca ya se habría dormido.

- ¿Por qué me dices "Saltamontes"? - Preguntó bajito sobresaltando al mayor quien estaba dispuesto a pasar en vela la noche para protegerlo, no contestó al instante, pero una sonrisa se posó en sus labios.

–La primera vez que te vi estaba escondido en el patio de tu casa, había tenido una pelea con mi hermano mayor y escapé- Hizo una pequeña pausa para mirar sus manos.

–Solo pasó que te vi saltando entre las plantas con esa canción tan extraña que a veces cantas, pero suena muy linda- Notó que Luca lo miraba entre la oscuridad, giró a verlo también.

–y el color de tus ojos, ese verde me recordó a un saltamontes que encontré en casa- finalizó para sonreír, acompañado por el menor, quien apoyó su cabeza en el hombro de Julián para minutos después quedar completamente dormido.

-Es un muy lindo color, el de tus ojos-.

Te haré sonreírDonde viven las historias. Descúbrelo ahora