Capítulo 2 Volver al mar

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El funeral fue triste. Nora y Julián, los padres de Lisandro estaban destrozados, lo peor era el cajón vacío y la sensación del cuerpo en el mar, nunca salió a flote.

Noah miraba desde un costado, escondiendo sus ojos hinchados detrás de unos grandes lentes de sol. Se sentía tan culpable, por no haber insistido más en que era una locura lo que querían hacer, por supuesto nunca imaginó el desenlace. Su mente seguia ahí, en la orilla del mar, negro como la noche, viendo alejarse a sus amigos y su novio en lo que prometía ser una increíble aventura.

No podía sacar de lo más profundo de su cerebro los gritos, todo pasó tan rápido...

  —Noah, es tu turno.—le dijo Paz y la volvió a la realidad. Tenía escrita una despedida para su amor y era momento de decirla. Se paró detrás del atril de la pequeña parroquia del cementerio, tomó el arrugado papel, miró a la gente reunida en el lugar, sonrió a los doloridos padres y dijo tímidamente:

  — Mi bello niño de ojos grises, éramos el mejor equipo, nuestro amor nos unió y nos regaló hermosos momentos juntos. No te quiero despedir, porque sé que te voy a volver a ver, lo siento en mi pecho. Gracias por tanto, perdón por dejarte ir, te amo.—y ya no salían más palabras de su boca.

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Noah estaba acostada en su cama, escuchando la última playlist que habían armado con Lisandro, miraba fotos, tenía muchísimas, en todas sonreían, eran felices juntos, ¿cómo podía ser semejante tragedia? ¿Cómo podía ser que ya no iba a volver a verlo?

Tocaron la puerta, era su hermana.
  —¿Dice mamá si bajás a comer o te alcanza la cena acá?— preguntó Luna.

  — Ya bajo.— respondió.

Desde el accidente, toda su familia era comprensiva con ella, fue muy fuerte lo que pasó y tenían miedo por su salud, asíque estaban al pendiente de todo. Pero era un poco agobiante para Noah y muchas veces salía para escapar de ellos.

Cómo esa tarde, apenas bajó le insistieron tanto con preguntas y comentarios que tomó su campera y salió.

Habia desarrollado una costumbre de ir a mirar el mar de noche, sus amigas le reprochaban que deje de hacerlo, que le hacía daño, pero Noah no lo podía evitar.

Así fue como esa noche vio a esa persona en la escollera, no sólo la observaba, sino que la llamó por su nombre y le pidió que no lo abandone a él también.

  — Paz, ¿vos escuchaste lo que dijo?? Escuchaste bien? — le preguntó a su amiga.
 
  — Si, me dio miedo, lo escuché. ¿Qué quiso decir con "no me dejes a mi también"? ¿Cómo a él también?¿ Quién es?— decía Paz agitada, tantas preguntas y ninguna respuesta lógica.
 
  — No sé, pero de alguna manera lo tengo que saber. Quizás sepa algo de Lisandro...— respondió Noah pensativa.
 
  —¿Estás loca???— decía su amiga, abriendo sus ojos café y acomodando su largo cabello oscuro que caía sobre sus hombros.
 
  — Pero no entiendo... ¿Cómo sabe mi nombre???
 
  —Eso si es raro...¿ Pero es la playa a la que vas siempre?

  — Si, porque me transmite mucha paz mirar el mar desde ahí...— decía Noah relajada.

  — Por favor amiga, puede ser peligroso, ¿me podés hacer un favor y no volver más?- suplicó Paz.

Pero aunque Noah le dijo que sí para que su amiga no se ponga insistente, ella sabía bien que iba a volver...

Tenía que obtener respuestas...

Necesitaba saber quién era ese chico que sabía su nombre.

Arena PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora