Capítulo 28 Pedacito de cielo

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Félix estaba nervioso, no podía dejar de caminar.

  - ¡Tranquilo hijo! Va a estar todo bien.- le decía Pablo, su papá y le dio un abrazo apretado.

Félix se calmó. Tener a los padres ahí lo aliviaba.

  - Tenés que controlarte, ella te necesita fuerte- le decía Paz con una evidente preocupación en los ojos.

  - ¡Dale amigo!!! ¡Sos un campeón!!!- decía Fran palmeando sus fuertes brazos.

  - Gracias a todos por acompañarnos en éste momento tan difícil, pero increíble a la vez. Tengo Fe, mucha Fe.

Cuando terminó de decir eso, el doctor salió de quirófano y lo mandó llamar.

  - Félix, primero te digo que Noah está bien, están terminando con ella y te voy a dejar pasar. Después te digo que era lo que esperábamos. Felicidades y lo siento mucho.- dijo el doctor apoyando sus manos en los hombros del nervioso muchacho.

Félix se sentó en unos sillones que había en el pasillo, apretó sus manos, miró el techo, lágrimas caían por su rostro, su cabeza iba a mil.

¿Cómo iba a tomar Noah la noticia? Qué triste era la situación por la que tenían que atravesar. ¿Cómo pudo pasar?

  - Hola amor, ¿cómo te sentís?

  - Hola, me duele, pero estoy bien- decía Noah con voz áspera después de despertar de la anestesia.

  - Vas a estar bien, descansa bonita.- dijo su esposo besando su frente y disimulando sus nervios ante la inminente pregunta.

  - ¿Cómo están? ¿Los viste?.- preguntaba ansiosa.

  - Amor, vos sos la mujer más fuerte que conozco, siempre saliste adelante hasta en las situaciones más extremas. Te tengo que decir algo, pero tenés que ser valiente, yo estoy acá con vos mi vida.- besó sus manos y notó lágrimas cayendo por el rostro de su esposa.

  - ¿Qué pasó?? ¡Me asustas!!! ¿Están bien??- la desesperación de Noah la hizo querer levantarse de la cama, Félix se apresuró a sostenerla.

  - Tranquila, tranquila. Amor, se fuerte.
Azul está perfecta, sanita, es una muñeca como vos. Milo no lo logró, tenemos un hermoso angelito...- dijo Félix a su esposa de la manera más amorosa posible, pero roto por dentro.

  - Nooooooooooooooo... Nooooooooooooooo...- gritó Noah sin consuelo alguno.

El doctor no les supo explicar el motivo, los gemelos crecieron correctamente todo el embarazo, al momento del parto notó latidos irregulares en el varón, sometieron a Noah a una cesárea de urgencia y efectivamente, nació muerto.

La familia estaba devastada, querían consolar a los futuros padres, pero tenían que esperar a que Noah se fortaleciera. Fue un momento difícil en la vida de nuestra pareja perfecta.

A la medianoche, Noah había recuperado un poco de fuerzas, su beba dormía pacíficamente en su cunita de la clínica.

  - Es hermosa y tan buena... Pensar que es igual a vos amor, ella también perdió a su hermano, en diferentes circunstancias, pero lo perdió...- y rompió en un llanto desconsolado que a Félix le costó calmar.

  - Amor, vas a estar bien. Yo estoy con vos siempre y tenemos a nuestra hermosa hija, vamos a salir adelante juntos.- besó tiernamente a su esposa, secando sus lágrimas.

  - Quiero verlo. Quiero conocerlo, ver su carita y despedirme de él- pidió la angustiada madre. Félix asintió y habló con el doctor al respecto.

Se abrió la puerta de la habitación, una enfermera entraba con una cunita y dentro se lograba ver una sabanita blanca y un pequeño bulto. Ella les dijo:

  - Por favor, sean breves. Lo siento mucho.- y se retiró. Ellos asintieron.

Noah se sentó con dificultad, con lágrimas en su rostro y su mano temblorosa, corrió la sábana, un perfecto bebé dormía su descanso eterno, parecía un angelito. Noah le pidió a Félix que se lo alcance. Lo tomó con mucho cuidado, lo puso en los brazos de su mamá y ella le habló:

  - Hola amor, sos hermoso. Perfecto, dormís tan tranquilo que me da alivio. Mi chiquito no sé por qué motivo vas a vivir así, dormidito, tu papá, tu hermanita y yo te amamos tanto, tengo tanto amor para darte... Pero quiero que sepas que siempre vas a vivir en mi corazón, siempre vas a tener un lugar en nuestra familia, sos muy amado... Descansa en paz corazón...- besó la frente helada de su bebito, las lágrimas de Noah caían al rostro del pequeño sin vida y se lo entregó a Félix, que lloraba desconsolado. Miró a su hijo y todo lo que pudo decirle fue:

  - Te amo hijo, nunca te voy a olvidar...

-

Seis meses pasaron desde el nacimiento de los gemelos. Fue difícil la vuelta a casa con solo uno de ellos, desarmar la cuna y todas las cosas que tenían preparadas para él, pero Azul era hermosa y se había ganado el corazón no solo de sus padres, sino de la familia y los amigos.

Poco a poco el dolor fue disminuyendo y ocultándose en los lugares que ya no duele tanto, pero el pequeño siempre estaba en el corazón de sus padres.

Era un sábado, estaba oscureciendo y el encargado de seguridad los llamó por interno.

  - Amor voy al puesto de vigilancia, me dice Marcelo que es urgente.- dijo Félix poniéndose su abrigo y levantando un juguete de su beba.

  - ¿Pasa algo?- replicó Noah asombrada. Félix levantó sus hombros en señal de desconocimiento y salió.

Llegó al puesto y Marcelo le hacía señas. Cuando llegó, su cara se desfiguró. Delante de él estaba Lisandro, de su mano, un pequeño niño.

  - ¿Lisandro?? ¿Qué hacés acá??- dijo mirando al pequeño sin tener idea de lo que le iba a decir.

  - Félix, ustedes dos son mi salvación. Necesito que cuiden a mi hijo, estoy en problemas- dijo desesperado.

  - ¿A tu hijo???-

Arena PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora