XXXVI

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Me desperté horas antes de abrir los ojos, intentaba quedarme suspendido en la nada, pero las palabras de la noche anterior golpeaban mi mente y mi alma.

«Me iré...»

Esas palabras hicieron que me reincorporará, debía intentar levantarme, aunque sea, intentar. Mire a la nada otros minutos, sentía que todo era demasiado irreal.

Me refugiaba en esa idea; la idea de la irrealidad, me repetí que todo iba un pensamiento auto pasivo.

— Lo siento, ¿te desperté?

Ni siguiera lo oí subir las escaleras.

Negue con la cabeza.

— ¿A-a dónde vas? —Pregunté, al ver como estaba preparado para salir.

— A ningún lado importante. Regreso antes del atardecer.

— ¿Por qué tardarás tanto? —Volví a preguntar, tratando de sonar neutral. Aunque salió todo lo contrario.

Se acerco con la mirada baja, sonrío, acariciando suavemente mi mejilla. Me acurruque contra él, sintiéndome pequeño.

— Solo, te doy espacio —Su mano comenzó a acariciar mi cabello, que iba crecido bastante desde la primavera—... ¿Sí?

Asentí, mientras mis manos apretaban las sabanas con nerviosismo. Y sin darme cuenta volvía a encerarme en mis pensamientos.

Sentir de repente sus labios sobre los míos me tomo por sorpresa, aunque sea solo eso, un roce. Sonreí, tratando de que no se preocupar por mí.

Suspiré, sintiendo como mis ojos volvían a humedecerse. Mi pecho tembló, evitándome llorar.

Mis sentimientos se dividían por lo contradictorios que eran; no negaba la realidad, pero no por eso lo aceptaba. Me estaba que dando vacío.

Lo que sentía me ahogaba, porque todo lo que me rodeaba no podía venir de mí, porque ya estaba vacío.

Las preguntas llenas de rabia terminaron estando llenas de tristeza, y al revés, las preguntas llenas de tristeza terminaron estando llenas de rabia.

Creo que mi propia mente decidió saltarse la etapa de la negociación, pues... ¿Cómo un alma cualquiera iba a refrentar a lo divino? Y si la pase, no lo recuerdo.

Volví a dormirme, en el momento la cabeza no podía más, esperando despertar de esa pesadilla.

Sin pesadillas, ni sueños.

Hasta mi subconsciente estaba hueco, y aun así era capaz de simular calidez, como si las sabanas fueran palmas gigantes, que pueden protegerme o matarme, en ese preciso momento.

El calor de las sabanas me despertó, de nuevo, ya no era hora para estar en la cama, pero no podía salir de ella, la mera idea me hacía sentir pesado.

Me tumbe una vez más, mirando al techo. Y le recuerdo de mi propia muerte, llego para atormentarme.

«Espero verte otra vez...»

Cerré los ojos, evitando gritar y llorar de nuevo.

Respiré hondo varias veces, intentaba pensar con claridad, o al menos dejar de buscar preguntas a respuesta que no tenía.

No puede evitar ponerme en su lugar; imaginar tocar su corazón y no poder apreciarlo... Sin poder pedir piedad al mundo, que siempre le hizo mal y que la única que le dio algo, se lo arrebato de la manera más horrible, como una tortura más para él que para mí. 

— Esto no debía acaba así...—Susurré, mirando mis manos imaginando cada escena desde su punto de vista.

Imaginaba, que caminaba al cementerio, visitando una tumba apartada de todos; porque era el único espacio libre. Lo imagine peleando por un espacio mejor, en donde todo pasaron y se acordaran del chico que una vez llevo la Espada repelente del Mal.

Solté una risa seca, por lo egocéntrico que se escuchaba ese pensamiento, pero sabia que le hubiera hecho eso, pelear, pelear para fingir estar vivo... Como yo...

Imaginaba que se escondía en las sombras, evitando ser visto, tratando de pasar el mayor tiempo posible, admirando esa roca fría, en donde estaba grabado mi nombre.

Tras, un tiempo indefinido, se levantaría, despidiéndose con una lagrima.  

Abrí los ojos, miré la ventana, estaba oscuro, pero aún era de día. La oscuridad parecía arrastrase, moviéndose como una araña lista para apresar a su víctima. Y las paredes era su telaraña de la cual no podía escapar, iba a matarme.

Llegue a la conclusión que era lo más que podía entender su cabeza.

Deduje que aparto a todos, se refugió en la oscuridad en esa amiga que siempre tuvo, pero siempre mala consejera.

Suspiré, al sentir que mi mente se aclaraba.

Yo iba hecho lo mismo, me iba encerrado en la monotonía de la soledad esperando morir... Me había apartado todo, vivía por vivir... Siempre lo hice, al final, somos iguales.

— Yo hubiera hecho lo mismo...—Admití, para mí.

Ser una persona solitaria, y perder un ser querido... Se siente algo más profundo, duele más, supongo.

Él tenía razón, era egoísta, pero yo quería ser egoísta solo una vez en mi vida, e iba serlo, con él. Juntos, dos egoístas.

Admitirlo me llevo más tiempo que hubiera gustado, sentía como el corazón me latía rápido, casi parecía resonar en la habitación. 

La puerta se abrió, y casi por instinto, baje las escaleras con rapidez, quería a lanzarme a sus brazos, que me helara el cuerpo y que yo calentara el suyo. Cuando sus ojos se posaron en los míos, me sentía avergonzado por aun estar en pijama, sin haber salido de la cama todo el día.

Comencé a arreglarme el cabello, tratando de disimular los nudos. Mientras hacia eso, se acercó, tocando mis mejillas, sonriendo con ternura.

— Es bueno verte de nuevo...—

Vi como sus ojos comenzaron a brillar por las lágrimas que querían salir, y sentí como los míos se humedecían. Ambos, en un acto de sincronía juntamos frente con frente, comenzamos a rozar la punta de nuestras narices, un gesto que nos causó una risa, casi de niños. Sin miedo puedo asegurar que acepte cada una de las condiciones que tenía al amarlo, y también entendía las mías.

¿Quién Eres?  [Link x Dark Link]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora