XXXVII

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Esa noche no dormí, tranco de tomar la mejor decisión. Para mí, para él, para los dos... Habiamos decidido ir un día a la vez, despacio, sin ser presionados por el tiempo del mundo. Pero no nos quedaba mucho tiempo, entonces, ¿qué hacer?

— Renunciaré la guardia real. —Le informe, con un tono rápido, como si mi mente fuera más rápida de lo usual.

Negó con la cabeza: — No tienes porqué... A-además, ni siquiera lo hemos discutido—Agrego— ¡Esto nos afectara a los dos!

— Ya escribe la carta de renuncia. Sera temporal, solo hasta que... —Ni siquiera podía ponerlo en palabras.

— Sí, lo sé, pero no tienes que hacer eso por mí, no ahora, no así. —Susurro, con melancolía.

— Realmente, hago esto por egotismo, quiero pasar el mayor tiempo posible a tu lado. Quiero estar solo contigo —Vi cómo fue bajando la mirada—. No quiero saber del resto del mundo hasta ese día.

Sonrió, eso lo hizo sentir un poco mejor. Puede sentirlo.

— Solo, no quiero quitar eso, se cuanto amas tu trabajo, y...

— Y ya te dije, será temporal.

Solté un suspiro.

— Hoy será mi último día. —Tome mi túnica, listo para irme no sin antes despedirme de Dark con un beso.

— Te veré pronto, ¿sí? —Con la mirada quise agregar más, cosa que sucedido.

— Si, nos vemos.

Sus ojos temblaron, sin saber en que él se diera cuenta.

Sonreí, dándole un beso corto en el labio inferior. Me tomo de la mano, atrayéndome hacia él, abrazándome con fuerza. Puede sentir la angustia que le abrumaba, deje pasar los minutos hasta que me soltó.

— Vete, no es bueno llegar tarde. —Sonrió. Su voz, sonaba melancólica y parecía era decaída.

Sali de casa, me pareció triste que estuviera nublado, iba hacer un invierno duro. Una brisa fría me acaricio la nuca, haciendo que me recorriera un escalofrío.

Comencé a divagar mientras me dirigía al Castillo.

Exploré las habitaciones al llegar, queriendo dilatar lo más posible mi estadía ahí, ignorando por completo a la servidumbre que me encontraba. Antes de llegar al laboratorio de Zelda, admiré el campo de entrenamiento. Rápidamente y con nostalgia, recordé mis años en la Academia hasta mi graduación.

Miré las vendas de mis brazos, lo único que me queda de mi familia.

Una mano se coloco en mi hombro.

Giré un poco el cuello; era la princesa, sonreía con calidez. A diferencia del clima, ella emanaba un color y brillo, era inmune al frio que azotaba.

— ¡Que bueno que te encontré! —Dijo con una alegría particular— Dime, ¿has descansados estos días?

Fruncí el ceño, algo ofendido por su pregunta.

Una parte de mí, la más egoísta, esperaba que todos supieran que no esta bien. Y al mismo tiempo, no quería hablar al respecto al tema.

Me limite asentir.

— Oh, bien... —Sonrió, no escuchándose convencida del todo— Ven, sígueme, necesito enseñarte algo.

Asentí, de nuevo.

Ella también asintió, y tras unos pasos segundos de titubeo, retomo su rumbo. Hice lo mismo, caminando tras de ella.

Admiraba como su cabello, se movía al compás de sus pasos, como su voz viajaba con la brisa. Mi vista era oscura y monótona, a excepción de ella; ella brillaba, nunca la había visto así, quizás, siempre era así.

¿Quién Eres?  [Link x Dark Link]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora