II

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Giré para ver de qué se trataba, evidentemente, era un robo.

Me llamo mucho la atención del atacante: Sus ojos infernales, sus prendas negras, su bufanda; que cubría la mitad de su rostro. Y sobre todo, su gorro, también negro. Que extrañamente, se me hacía familiar.

Tomé una espada que un mercader tenía en venta, y con mi escudo ya equipado. Y lance a proteger a la joven.

Me coloqué en medio de los dos, le hice un gesto a la chica para que se fuera y así lo hizo.

Me impulse hacía delante, haciendo que el atacante retrocediera un poco. Pude de presenciar cómo sus ojos brillaron de una manera especial, al darse cuenta de quién era yo.

Guardó su espada, dejo caer al suelo su escudo y corrió directamente hacía mí.

Creí saber cómo iba atacar, confiado, también corrí hacía él. Con mi espada di un golpe directo al frente, listo para ver qué lo evitará de alguna forma.

Pero en cambio, el ladrón de cabellos negros y piel grisácea, dio un salto. Quedando parado en la espada, y sacando la suya en milésimas de segundos.

Por inercia giré el cuello, haciendo que la punta de su espada me hiriera la sien y parte de la frente. Mientras él, caía de su esquivada.

Cuando esté llegó al suelo, estaba esperando mi contra-ataque.

Pero yo me encontraba aturdido. Mi sangre cubría mi ojo izquierdo, y mi visión se fue nublando de a poco. Mis piernas, mis brazos, todo mi cuerpo no respondía.

Lo último que sentí fue mi cabeza llegar al suelo.







Poco a poco volví en mí. Lo primero que sentí fue la suave voz de la princesa Zelda, tarareando una suave canción, lenta y muy relajante.

Después se despertaron los demás sentidos. La habitación olía a plantas medicinales, la cama era suave y bastante cómoda.

— ¡E-está despertando!—La voz nerviosa de Apaya hizo que la princesa dejara de tararear.

Tragué saliva.

Mi visión seguía oscura. Deslicé mi mano frente estaba cubierto por vendajes. Da ahí del por qué no podía ver.

Lleve mi mano a mi pecho, que se encontraba desnudo.

Por una u otra razón, necesitaba saber que seguía vivo, que seguía aquí, en este plano.

— Me alegra de que estés bien, Link—La princesa se escucha tristeza, no lo ocultaba—. Lo siento, si no te hubiera pedido dejar la Espada Maestra, tal vez...

Se escuchaba bastante mortificada.

Negué con lentitud, tratando de calmarla, de decir algo, pero no pude. Impa tomo la palabra.

— Princesa no se mortifique. No sabíamos que esto podía pasar—Encendió alguna vela aromática o algo parecido. El olor se comenzó a esparcirse por la habitación—. Enfoquemos en la salud y recuperación de Link.

— Tienes razón, Impa.

Se animó, aunque sea un poco.

—Link—Colocó su mano sobre la mía—, sería un honor para mí, acompañar te a tu vivienda; cómo agradecimiento.

Una vez más, tragué saliva. Tratando de ordenar mis pensamientos.

Por un lado estaba enojado, enojado conmigo con mi incompetencia y... Y por el otro, estaba acomplejado, había algo que me molestaba sin motivo aparente.

— G-gracias, princesa...—Quité mi mano con disimulo— Pero... n-no se preocupe esto, estoy bien.

Yo debería ser el último de sus problemas.

Puede sentir como el ambiente se manifiesta un sentimiento de tensión, lo ignoré.

— Apaya...—El chillido que soltó me demostró su sorpresa— agradecería...que me guíes hasta mi casa, por favor.

— C-claro, lo haré con mucho... gus-gusto—

Poco después la princesa tuvo que irse. Haciendo me prometer estar en reposo hasta curarme por completo.

Con ayuda de Apaya, nos pusimos rumbo a mi casa. El trayecto se hizo más largo de lo usual.

No me molestó la compañía de Apaya, o el hecho de no poder ver. Solo se sentía que algo había cambiado. Quizás, fue que ya no tenía la Espada Maestra o la culpa por no aceptar la invitación de la princesa.

Cuando llegamos, Apaya me guío hasta el barandal. Proponiendo me quedarse durante el tiempo de mi curación, a lo que me negué.

No insistió.

Después de escuchar que la puerta se cerró, me dirigí, con puede a mi cama. Tratando de no tropezar con alguna prenda o un objeto tirado.

Me dejé caer a la cama, estaba agotado. Ni siquiera me coloqué algo más cómodo para dormir, está muy cómodo, talvez, demasiado.

Mi mente recordaba incesantemente aquel ladrón. Ese gorro que terminaba en punta, aquellos ojos infernales; que a primera vista, parecía que guardaban rencor. Pero si los miras más a detalle, parecía que no tenía propósito. Que estaba muerto en vida.

Ignore a mi mente.

Era solo un ladrón, de seguro solo quería comer algo ese día, o quizás, era un perezoso que no tenía nada que hacer.

No tiene nada fuera de lo común.

Quizás era las seis de la tarde, a punto de atardecer.

Deje de pensar por un instante. Algo más fuerte que yo, cerró mis ojos, dejándome en un profundo descanso.

¿Quién Eres?  [Link x Dark Link]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora