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Me mantuve todo el tiempo con la princesa Zelda, viendo el brillo de alegría en sus ojos. La fiesta había sido todo un éxito.

Estaba a punto de atardecer, para la realeza la verdadera fiesta apenas iniciaba. Para los plebeyos la fiesta había terminado. Y para la servidumbre, serían horas extras de mala paga.

Y para mi suerte, yo estaba en las dos últimas casillas.

Fui al balcón a respirar un poco de los murmullos.
Casi todos, sin importar su categoría, hablaban de lo ocurrido hace 101 años; el Cataclismo, los Campeones. Y sobre todo, de Zelda y mi persona. Eso me causo algo de molestia.

Escuchando el aullido de un lobo, no me hubiera preocupado sino hubiera visto al autor de este. Rascando una pared lisa del castillo.

Era más grande que un lobo promedio, con colmillos afilados que sobresalían de su boca, y con garras que rascaba el suelo a su nadar.

Tenía unos minutos libres, y ya sabía en qué lo iba a ocupar.

Salí por la puerta principal, la única parte del castillo vacía y alejada de la gente. De todo en general, a decir verdad.

Seguí el rastro de aquel lobo, llevándome a una arboleda. Era una noche cálida y oscura, apenas distinguía en dónde caminaba.

Sabía que un movimiento tosco o mal planeado podría significar salir herido, o no salir de ahí. Y definitivamente esa no era mi intención.

Trataba de ser lo más cauteloso posible, extrañaba la sensación de estar cazando, sentir la adrenalina recorrer mi cuerpo. Que cada uno de mis sentidos se tenga te agudizar por el bien de mi supervivencia... simplemente, exquisito.

Puede distinguir a la lejanía su silueta negra.

Con arco y flecha en mano, le disparé, fallando y dando en su izquierdo. Inmediatamente, se escuchó un ruido desgarrador. Intenté terminar con su dolor, pero él no quería dejar de luchar, comenzó a correr aún con su grave herida.

Le seguí luego por unos segundos.

Me acerque, a una parte de la arboleda despejada por completo. La luna gibosa menguante se vía con claridad, era la única parte iluminada de está.

Me detuve a varios metros de aquel terreno iluminado, porque alguien más lo ocupaba. Era un joven, estaba apoyando en unos árboles, herido por una flecha, por mi flecha.

A pesar que eso no era posible, había pasado. ¡Había herido alguien!

No podía ver su rostro, estaba ubicado de tal forma que la oscuridad lo cubría un poco más de la clavícula.

No supe cómo reaccionar, me quedé ahí, observando al joven. Quién, llevó su mano al astil de la flecha, respiró profundamente, exhaló y en un momento rápido se la extrajo.

No se quejó, se retorció de dolor en silencio tapando aquella herida.

Casi la instante, reaccioné. Intenté acercarme lo más rápido posible, haciendo mucho ruido. El chico ante eso, comenzó a correr, supongo que por supervivencia o por miedo.

Y yo le seguí.

En ese momento, no se me ocurrió hablar o gritar, decir algo para decirle que quería ayudar solo seguía con la esperanza de alcanzar lo. Por su parte, él continúo corriendo, se movía con agilidad por la arboleda.

Cuando parecía que iba a chocar con algo, lo esquivaba a segundos antes de que pasará.

Estuvimos así pocos minutos, dando vueltas un par de veces.  Me detuve en la parte iluminada, estaba cansado y había perdido al chico.

Detuve mi jadeó al escuchar pasos de un animal, la causa del porque con estaba con Zelda.

Su respiración me dejó en claro que, era cuestión de segundos para que atacará. 

Los roles habían cambiado.

Defenderme ya no era un opción, huir tampoco.

Cerré los ojos, aceptando lo que el destino me deba. Casi al instante,  el lobo se abalanzó hacía mí.

Me tumbó en el suelo, destrozado mi arco y algunas de mis flechas en el proceso.

Me gruñía sobre el oído, de su brazo herido la sangre corría. Su saliva espesa caía en mi mentón y sus garras querían traspasar mi piel.

Solo esperaba que sus colmillos desgarran mi carne, que me destrozará sin salvación alguna.

Pero, una parte de mí, pedía que el chico de antes, estuviera bien. A salvó, y que no fuera testigo de todo eso...

Ente abrir los ojos, quién sabe porque. Encontrando los de mi atacante. Brillantes, de un rojo escarlata, llenos de ira y violencia bestial.

Bruscamente, sus ojos se apaciguaron, mostrando de miedo y angustia.

Se quitó de encima, sin dejar de mirarme, arrepentido.
Aproveche para reincorporarme, mirándole fijamente confundido y aterrador por él. Aún con el corazón en la garganta.

Titubeando, se escondió entre los árboles. Desapareciendo sin dejar rastro.

Dejé que mi mente se calmara. Repitiendo me que solo debería volver al castillo, y olvidarme de todo esto.

Iba hacerlo, pero el destino es muy capricho. O talvez, fui yo, él que no quiso irse cuando puedo.

— ¿L-link?—

Detuve mi paso al escuchar su voz. En ese momento me di cuenta de algo... me di cuenta que solo él, era capaz de romper el silencio de la noche con mi nombre. Solo él y solo él.

¿Quién Eres?  [Link x Dark Link]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora