XXXII

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Estos días fueron tensos, largos, difusos y fríos. No hubo más pelas, pero la neblina del ambiente era abrumadora y pesado, era muy agotador, tanto física como mentalmente, no obstante que iban pasado los días anteriores.

Era un poco confuso organizar los pensamientos o incluso, los sucesos de esa noche, y aun así, era consiente que tenía que disculparme. Teníamos que hablar y discutir con calma todo lo sucedido, llegue a la conclusión que tenía que ser un «un gran gesto» como corrientemente lo llaman.

Lo cual al parecer nunca podía suceder.

El trabajo me tenía ocupado, sentía que apenas deba abasto para mis pensamientos, a pesar que ya me iban advertido de lo intenso que podía ser esa semana. Y el gran gesto me toma mucho de mi tiempo libre, haciendo que pasar poco de ese tiempo en casa; haciendo más tenso el aire.

Pero sabía que iba a valer la pena.

El suspiro de la Princesa me trajo a realidad, con cansancio me pido hacer vigilancia nocturna, explicándome que el soldado de turno se iba retirado sin previo aviso.

— Lo lamento, Su Alteza—Interrumpí, esperando no ser importuno—. Pero, deseo descansar de estos días tan agitados.

Sonrió con resignación.

— De acuerdo... Nos vemos.

Sabía que ese tipo de salidas tempranas, luego me causaban horas extras, no importaba, desde siempre hacia ese tipo de escapadas, aunque no tan seguidas como en ese entonces.

A la mitad del puente puede verlo  se pillando la crin de su yegua.

Un pensamiento cruzo mi mente, un que no puse en marcha sin analizar. Me fui acercando poco a poco, mientras buscaban una daga con sumo cuidado, esperando no se percatara de mi presencia.

Presione un poco la punta en su espina dorsal baja, arqueando su espalda con reacción.

— Tranquilo—Susurré, viendo como relava su cuerpo. Busqué alguna tela—, véndate los ojos, vamos a ir.

— ¿Q-que haces tan temprano aquí?—Cuestiono, tomo la venta, con una sonrisa nerviosa que traba de ocultar.

— Quieres me puedo ir solo.

— N-no, no, solo... ¿Podrías dejar de apuntarme con eso?

— Le quitaría lo divertido, así que no.

Farfullo.

— ¿Y porque tengo que ir con los ojos vedados?

— Es una sorpresa, un lugar —Respondí, con una sonrisa—. Véndate los ojos y te lo enseñare.

— Esta bien... Solo déjame ir por mi túnica.

— Bien—Tras esas palabras, guardé la daga—, tienes un minuto.

— Uy, qué exigente... —Sonrió con sutileza, adentrándose a la casa.

Correspondí esa risa, puede con nerviosismo, puede que con burla hacia mí por la ineptitud que acaba de cometer. A los pocos minutos, salió con un brazo ocupado, sirviendo como basa para una canasta que trataba llevarlo sin dejarlo caer.

— ¿Qué traes ahí? —Dije, tratando de quitárselo.

— Tú tienes tu sorpresa, y yo tengo la mía. —Exclamo, acercándolo a su pecho, tratando de no aplastar el contenido.

No insistí, y le vende los ojos.

Le ayude a subirse a la montura, seguido de eso, subí yo, comenzando el camino a Necluda Oriental. La mayor parte del camino fue a cabello, y luego el otro trayecto hora fue a pie, puesto que deje a Agro en un rancho, esa parte del camino no se podía hacer a caballo.

¿Quién Eres?  [Link x Dark Link]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora