Axel
Bebo el trago de golpe y me apresuro a sacar las llaves de mi auto. No puedo estar más en este lugar, no se supone que deban de ser de esta manera las cosas. Se suponía que ella estaría a mis pies al otro día, pidiéndome por más, pero su frialdad me hizo dar gigantes pasos hacia atrás. Ahora bien, venir a verla bailar solo hace que el deseo aumente y persista con fuerza. Ella no tiene idea de lo mucho que me abstengo en decir lo que realmente pienso. Ella no se imagina que este deseo me está quemando como nunca.
Miss Blum es una tentación muy grande, una la cual me está cobrando factura y muy caro. Han sido semanas tratando de negar lo evidente; me gusta y mucho, y a la vez me asusta que me guste de esta manera tan grande. Ella se ve una mujer ajena al compromiso, liberal, abierta, ¿y entonces por qué no pasar una noche a mi lado?.
Quiero verla bailar así para mí y solamente para mí. Sé que no hace ningún contacto con clientes y eso me tranquiliza un poco, más sin embargo estar a nivel de un stripper que la toque tan deliberadamente, me da a entender que ella tal vez y solo quiera es pasarla bien con alguien que sabe lo que hace. Yo no lleno sus expectativas, ni en lo más mínimo.
—Maldita sea, ¿desde cuándo me volví tan inseguro? — me recrimino, guardando el cigarrillo sin prender, para sacar mi teléfono y hago una llamada.
—Que gusto es oírte, Monroe — dice Amy, una de las porritas del equipo.
—Paso por ti en cuarenta minutos.
—Oh, claro, como digas. También estoy bien.
Cierro los ojos.
—Solo alístate y no cuestiones nada, sabes como funciona esto — resopla.
—Para ti es solo sexo — es imposible coger hoy con tanta molestia hinchándome—. Axel, sabes que siempre estaré dispuesta, pero estoy...
—¿Vas a darme la noche o no? — se calla, suspirando.
—Sí...
—Axel — me tenso al escuchar a Miss Blum detrás de mi —. ¿Por qué te has ido? Ese baile era especial para ti.
—Nos vemos en un rato — cuelgo y giro para verla.
Enarca una ceja, sin perder esa sonrisa ladeada y maliciosa que me detona el ego. El frio ha de calarse en su piel, porque se abraza a sí misma y titubea un poco.
—Debo irme — miento, no quiero irme.
Me gusta mucho verla bailar, es como mi nueva pasión, aparte de jugar rugby. Y no puedo permitir que alguien llegue a arruinar mi paz tan de golpe, como lo ha hecho ella con su rechazo tan directo.
—¿Tan pronto? — frunce el ceño —. Y yo que te tenia una sorpresa.
—¿Cuál?.
—Si te quedas pues...
—¿Me vas a dar lo que tanto quiero, Miss Blum? — niega.
—Tu solo piensas en sexo, Axel.
—Cuando se trata de ti, sí, no lo puedo negar.
—Quiero bailarte — me sorprendo.
—¿Y por qué? — acorto la distancia entre nosotros y ella da un solo paso hacia atrás —. ¿Y ese cambio a que se debe?.
—Es para bajar la tensión entre nosotros — apoya una mano en mi pecho, deteniendo mis pasos —. No te hagas ideas que no son. Además, no serás al único, también...
—Baila para mí.
—No doy exclusivos, y antes que digas cualquier otra cosa; no, tampoco me ofrecerás dinero por ello.
—Es tan difícil hablar contigo.
—Y es tan difícil que entiendas que el mundo no gira entorno al dinero. No puedes pasarte la vida comprando lo que no puedes tener, ternurita.
De nuevo, esta mujer prende y apaga la chispa en mí, en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Te quedas o te vas?.
No me permite responderle, porque ya ha ingresado de nuevo al establecimiento. O cojo con Amy o me quedo para ver la sorpresa de Miss Blum. A decir verdad, ni ganas tengo de tener sexo hoy, a no ser que la bailarina esté dispuesta a dármelo, y es mucho pedir. Ingreso tras ella y la veo subir al reservado en la parte de arriba.
Con sus dedos y una sonrisa coqueta, me hace señas a que la siga.
Y como idiotizado a su mera presencia la sigo.
Es tan sensual y aunque nunca he sido tan hormonal, no sé qué mierda me sucede con ella. Es como si ella fuera un embriagante natural, diseñado y creado para volver a cada uno de mis sentidos locos por ella.
Al llegar arriba, la encuentro sentada en un sillón, con una pierna arriba de la otra y un par de esposas en su otra mano. La poca luz la hace ver sumamente erótica y más al tener su labio inferior aferrado con sus dientes.
—Cierra la puerta — ordena.
—¿Y los demás? — se encoje de hombros.
—No lo sé — descruza la pierna y se acerca hasta quedar frente a mí —. Toma asiento.
—¿Qué tramas con esto? Te niegas y ahora demuestras tus ganas.
—Solo disfruta — cierra la puerta por mí, y sus manos viajan por mi espalda —. Estas muy tenso. Relájate un poco.
—No juegues con mi cordura, Rachel — giro y tomo sus manos —. Respeto que me digas que no, pero todos tenemos un límite.
—Hablas mucho, ternurita.
Se libera de mi agarre y apresa mis manos con las esposas de un rápido movimiento. No me doy cuenta cuando sino hasta que mi espalda toca el sillón y caigo en el, embrujado con esos ojos tan chispeantes de color gris.
—¿Quieres jugar? — enarco una ceja, viéndola expectante y ya semiduro.
—No. Algo mejor — susurra, sentándose encima de mí, enrollando sus brazos a mi cuello —. No puedo negar las evidentes ganas que tengo de ti, Axel. Tampoco podemos negar que ambos sentimos esta gran carga sexual uno por el otro. Pero créeme, muñequito, que no seré yo la que venga a buscar por más de esto; serás tú.
Baja la mirada a mis labios y humedece los suyos pausadamente. Se me hace agua la boca y no soy capaz de emitir palabra alguna. Su cercanía, su olor, su aliento rozándome los labios, sus ojos destellando deseo, sus dedos aferrándose de mi cabello, su feminidad apretándome los pantalones casi al detonante, me tienen en un jodido hechizo.
Sus labios se apoderan de los míos, y en lugar de besarme como tanto lo ansío; deja una leve succión en mi labio inferior, una fuerte mordida en el mismo y una lamida de su húmeda y caliente lengua, dejándome con una gran necesidad de ahogar su último suspiro en mi boca.
—Estas jugando muy sucio — susurro, y ella ríe levantándose de mis piernas y yéndose de la sala, dejándome en una patética altura y con el ego de nuevo en el suelo —. Nos han ilusionado, querido amigo.
Suspiro, riendo.
Rachel Blum es el diablo en una versión sensual y femenina, Y me gusta, me gusta aún más. ¿Y ahora como me libero de las esposas? ¡Jodida mujer, me las vas a pagar cada una, de eso que no te quepa duda!.
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Seduciéndote[✓]
RomanceElla es esa pequeña ración de sensualidad que prende y altera cada uno de mis sentidos. Son sus movimientos tan sensuales y expertos frente a mí. Son sus ojos tentándome, insinuándome que cometa el pecado. Y son sus labios rosas y provocativos, lo q...