En deuda

2.4K 243 3
                                    

—¡Hey bailarina! ¡A dónde crees que vas! — grita Axel —. ¿Piensas dejarme así? — enfatiza.

—Debo ir a casa — arreglo un poco mi cabello a lo que subo al ascensor y se me queda viendo perplejo, aun desnudo —. Cierra la puerta antes de salir, por favor, ternurita.

—¿Qué? ¿Espera? — sonrío, y las puertas del ascensor se cierran justamente cuando él emprende un camino hacia mí, cubriendo su virilidad con sus manos —. ¡Rachel! ¡espérate!.

Ya después le daré una disculpa por irme así tan de repente, pero por ahora está mi madre antes que todo. A decir verdad, jamás debí dejarla sola en el hospital con mi papá, por más que ella me insistiera que tomara un buen descanso y pensara en otras cosas que no sea por todo lo que estamos atravesando, debí quedarme con ella y no relajarme de esta manera. No es que me arrepienta, me arrepiento de haberlo hecho en el momento que no era. Aunque el arrepentirme no quita el hecho de sentirme como una completa mierda. Se supone que deba estar al frente en primera fila cuidando de mi padre y no con uno de mis estudiantes teniendo sexo en el apartamento de mi amiga. Me confié demasiado en el diagnóstico del medico en la tarde, cuando dijo que muy posiblemente le darían del alta mi padre al siguiente día, ya que ha mostrado gran mejoría de las dos semanas que ha estado hospitalizado. Esa noticia me hizo muy feliz, pero no sé qué es lo que está pasando en casa con mi madre.

Salgo del ascensor y subo directamente en mi auto. Todo se me está arremolinando por dentro. No sé, tal vez solo debí despejar mi mente bailando o hasta bebiendo una cerveza, y no cometiendo un error. La cabeza se me va reventar de tanto pensar en si hice mal o bien, pero ya no hay vuelta de hoja; lo hecho, hecho está. No tengo perdón ni justificación para mis acciones esta noche, es lo que me recrimina la subconciencia y el razonamiento una y otra vez.

—Arranca, bebé. Hoy no me falles, ¿sí? — por más que le dé, el auto no arranca —. No me hagas esto justamente ahora.

La puerta fue abierta instantes después, y Axel me hizo señas a que lo siguiera, pero algo dentro de mí se niega a ir con él.

—Te llevaré, porque por más que intentes el auto no te va a arrancar.

—No hace falta que...

—Estas muy apurada, ¿no? En lugar de discutir si vienes o no conmigo, mejor solo acepta.

Tiene razón, debo llegar cuanto antes a la casa.

—Está bien... y gracias.

—Vamos — salí de mi auto y seguí a Axel hasta salir del edificio y subir a su auto—. ¿Dónde vives? — pregunta, poniendo en marcha su auto.

Le di la dirección de mi casa y condujo en completo silencio. Se ve pensativo y algo molesto al igual que yo. Sé que quiere atacarme con preguntas, pero se abstiene a hacerlas. Ni yo misma sé que decir si me las llegara a hacer, pues mi vida personal siempre me ha gustado mantenerla a raya de todo el mundo. Son muy pocas las personas que conocen todo de mí y de las desgracias que han abrazado a mi familia. El nudo que siento en la garganta más esa opresión en el pecho por la angustia que traigo, me tiene comiéndome las uñas. Jamás había sentido el camino a casa del apartamento de Diane tan largo. Las calles parecen nunca acabar.

—Gracias por traerme a casa — tengo los nervios y el miedo a flor de piel, y Axel se ha dado cuenta de ellos durante el camino —. Te debo una muy grande.

—¿Ocurre algo, Rachel? Has estado muy inquieta — dobla por mi calle y veo a Mara sentada en la acera.

—No sé qué está pasando, si se supone que todo estaba marchando bien — suelto —. Detente por aquí, por favor. Gracias por traerme...

Bajo del auto a toda velocidad hasta acercarme a Mara y agacharme a su altura.

—¿Qué pasa, hermanita? — ella levanta su rostro y me da un abrazo —. Me asustas, Mara. Dime que es lo que pasa con mamá. ¿Se trata de papá?.

—No sé — sus lágrimas siguen saliendo sin control —. Desde que llegó del hospital no ha querido salir de la habitación. He tocado varias veces, pero no responde. No sabia que más hacer, por eso te llamé.

—Vamos a ver que es lo que está pasando. ¿Cuánto lleva encerrada? — entramos a la casa y fui directamente a la habitación de mis padres —. ¡Mamá! ¡Abre la puerta!.

—Bastantes horas.

Silencio es lo único que me responde.

—Tenemos que abrir esta puerta, Mara. Ve y busca algo con que romper la perilla.

—¿Un palo? ¿Una piedra? ¿Qué puede romper una perilla como esas?.

—No lo sé, trae lo que sea o llama a la policía. No sé.

—Está bien.

Mara se fue a buscar con que abrir la puerta, mientras seguí insistiendo para que mi mamá por lo menos me respondiera. No es tan de noche como para que ya se haya quedado dormida. Por mi cabeza pasan miles de cosas malas, una tras la otra sin detenerse. Cada segundo que corre se vuelve más angustiante que el anterior.

—¡Mamá! ¡Por favor no nos asustes de esta manera! — golpeé la puerta con todas mis fuerzas y no respondió —. ¡Mara, llama a un policía, a los bomberos! ¡Al que sea!.

—Déjame abrirla, Rachel — Axel me hizo a un lado y las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. El llanto me tenia paralizada —. Tranquilízate, ¿sí?.

—Sí...

Sonrió y le dio una fuerte patada a la puerta, haciendo un pequeño hueco en la madera. Por el mismo hueco, metió la mano y giró la perilla de la puerta y esta misma se abrió.

—¡Mamá! — entré a la habitación y fui a donde se hallaba acostada dormida, o eso creía hasta que removí su cabello de la cara y me di cuenta lo pálida, lo sudorosa y lo fría que estaba —. Mamá, no me hagas esto, por favor despierta.

Dejé varios golpes en su mejilla, pero no despertó en ningún momento. Tomé su pulso, como las tantas veces que se lo he tomado a papá, desde que hice el curso de primeros auxilios hace varios años atrás, pero el mismo se sentía muy débil.

Vi a Axel tomarla entre sus brazos y sacarla de la habitación a toda velocidad. Mi mundo se congeló al igual que toda reacción rápida de practicarle RCP allí mismo. cuando volví en sí, me hallaba sentada en la parte trasera del auto sosteniendo la cabeza de mi madre entre mis manos, acariciándola suavemente su fría mejilla y viendo sus labios morados, mientras Axel manejaba su auto sin nada de control. Mara se encontraba a su lado sin dejar de llorar y más dolor en el pecho sentí. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué es lo que tiene mi madre? Ella no puede enfermar, ella tiene que estar bien para seguir con nosotros por muchos años más.

Primero mi hermano, después la enfermedad casi mortal de mi padre y ahora mi madre, Es como si la desgracia estuviera empeñada en acabar con los miembros de mi pequeña familia. ¿Qué de malo le hemos hecho al mundo, como para que mi familia tenga que sufrir de esta manera tan cruel? ¿Es tan difícil pedir un poco de felicidad?.

Al llegar al hospital, Axel la bajó del auto y la adentró él mismo con suma facilidad. Me abracé a mi hermana y lloramos juntas, mientras un par de enfermeras se la llevaban en una camilla. No sé cómo agradecerle a Axel todo esto que ha hecho por nosotras. Si no hubiera estado él ahí para brindarnos de su ayuda, no sé qué que habría sucedido con mi madre.

—Gracias por tu ayuda, Axel — él sonrió, con una pizca de tristeza plantada en su rostro —. Estoy en deuda contigo.

—No me debes nada, Rachel — tomó mi mano y la apretó suavemente —. Puedes confiar en mí y contarme lo que sucede. Pero ya en su momento lo harás, por ahora esperemos que los médicos atiendan a tu madre. Sé que ella se podrá bien — me animó, y no sé por qué su compañía me reconforta tanto en otro duro momento de mi vida.

Seduciéndote[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora