Incertidumbre

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AXEL

—¿Qué te trae por aquí? Aun es temprano para que veas a las chicas bailar —tomo asiento en la silla y dejo las muletas a un lado de mi cuerpo—. O necesitas compañía, ya sabes.

Me tira un guiño y sonrío.

—Seré claro, porque no me gusta perder mi tiempo; la próxima vez en que se atreva a amenazar a Rachel, se las verá conmigo. Usted tiene mucho que perder, y yo tengo mucho poder para hundirla si así se me pega la gana. Sé que es una mujer inteligente, por lo que no tengo de qué preocuparme, ¿no es así?.

—Yo no he amenazado a Rachel. Ella es como una hija para mí, ¿cómo te atreves a decir tal calumnia?.

—Le va a mentir a un mentiroso en la propia cara, mal hecho. No quiero repetir las palabras que ya he dicho antes. Espero que en verdad sea lo suficientemente inteligente como para no dejarse llevar por la codicia. Ahora bien, Diane, Mara y Rachel no van a bailar más para este lugar tan bajo. En serio, mi señora, no quiero tener que venir a decírselo de nuevo a las malas. De por sí que este lugar nunca ha sido de mi total agrado.

—¿Cómo te atreves a venir a amenazarme en mi propia cara y por una estúpida ingrata como esa? No sabes con quién te estás metiendo, niño —escupe.

—Cuide sus palabras, o se las haré tragar una a una —me apoyo de las muletas para ponerme en pie—. No hace falta que vuelva, ¿o sí?.

Sonrío ampliamente, doy vuelta y salgo de ese lugar sin esperar respuesta de su parte. Ella sabrá de qué lado de la balanza irse. Sé que Carter tiene que ver con ella en muchos aspectos turbios, los cuales pronto voy a descubrir. Por nada en el mundo dejaré que le hagan algún tipo de daño a mi mujer. Ellos no saben de lo que sería capaz de hacer por ella. Un desagradable olor me golpea la nariz, este lugar nunca me gustó y nunca me va a gustar; mi único motivo por el cual venía, ya no tiene que poner sus lindos pies en tan asqueroso sitio. Salgo de la barra y regreso a la casa. No es que quiera presumir o no del dinero, pero para acabar con el problema, hay que arrancar la maleza de raíz.

Durante estás últimas semanas he estado asistiendo a las terapias de la pierna. En el momento que el doctor quitó el yeso de mi pierna derecha, pude moverla solo un poco. Lo que quiere decir que la operación fue todo un éxito, pero todo depende de mí y que sea constante con las terapias y el tratamiento a seguir. Por otro lado, me han cambiado los medicamentos por unos menos fuertes, debido a todos los síntomas que había presentado con los anteriores. Las nuevas pastillas me causan el mismo problema, y en general, todo lo que coma no para en mi estómago.

En el día mantengo con mucho sueño, cansancio, malestar de estómago y vomitando todo lo que caiga en el. Por lo tanto, me han hecho varios análisis de sangre para poder saber la razón del por qué esos malestares tan extraños e incómodos, si se supone que los medicamentos son menos fuertes que los anteriores. Aun sigo usando las muletas, pero en sí ya no son tan necesarias como antes.

Termino de alistarme y me quedo viendo a Rachel como se pinta los labios en el espejo. No sé qué es lo que se hace, pero cada día se pone mucho más hermosa. Desde que dejó la barra ha estado mucho más despreocupada. El cansancio y las ojeras ya no están visibles en su rostro, por lo que muestra un brillo sumamente atrapante y cautivador imposible de poder resistirse.

—¿Y si mejor nos quedamos en la cama? —susurro, llevando su largo cabello a su espalda—. No sabes lo mucho que te deseo, Rachel. Ya se me olvidó la última vez que estuve dentro de ti.

—A mí no, ¿te hago memoria? —lame sus labios y sonríe maliciosa—. Debemos ir al doctor, ¿recuerdas? Además, es preocupante todos los malestares que has venido teniendo. Cada vez son más fuertes.

—Tienes razón —es que con solo oler el dulce aroma de su perfume el estómago se me retuerce—. ¿Qué tal si vamos a comer algo después?.

—Me parece. Tengo muchas ganas de camarones con salsa picante —deposito un beso en su cuello y ríe—. Me haces cosquillas.

—¿Sensible tan pronto? —me empuja con el codo y me aparto a regañadientes de su cuerpo.

Al llegar al hospital el doctor nos hace pasar a su oficina. Por dentro sí estoy ansioso por saber qué es lo que me pasa; quizás alguna enfermedad, o alguna secuela del accidente. No sé, pueden ser tantas cosas que me ponen a pensar, que aun y si eres joven, la muerte te puede llegar. Tan solo de pensar en que sea algo malo, la piel se me eriza y el corazón se me oprime. He deseado morirme muchas veces, pero ahora que tengo un motivo y una razón, la vida la quiero por mucho más tiempo.

—Vamos a ver qué es lo que sucede contigo, ¿estamos? —Rachel toma mi mano y me da un apretón. Ella es mi fuerza, si no fuera por ella, qué razón tendría para continuar—. Entonces; los niveles de azúcar están bien. No hay ningún indicio de alguna enfermedad de alta complejidad. En pocas palabras, estás perfectamente bien de salud. Es el segundo análisis que te hacemos, es por ello que descartamos definitivamente que ahora sean los medicamentos, pues tienen diferentes componentes como para que aun sigas teniendo estas reacciones. Tal vez las comidas que estás consumiendo te están causando los malestares. ¿Has seguido la dieta al pie de la letra?.

—Por supuesto, doctor. Yo misma me encargo de que coma lo que le ha ordenado. En su mayoría come bastante fruta, y aun así, los malestares se hacen presentes. ¿Entonces que puede ser lo que le está causando esto? ¿Alguna alergia o algo así?.

—Nunca antes había tenido alergias —el doctor acomoda sus espejuelos y vuelve a chequear las hojas en sus manos.

—Haremos otros análisis, tenemos que estar seguros de lo que sucede. Te suspenderemos el medicamento por el momento. Debemos saber primero que es lo que pasa contigo, ¿estamos?.

—Está bien, doctor — él sonríe, llamando a una enfermera.

—Estos análisis estarán listos en un par de semanas. Analizaremos varios factores que hemos pasado por alto —la enfermera aprieta mi brazo con la correa y después de hallar la vena, entierra la aguja en mi piel—. Te daré otro tipo de dieta, y para el dolor de la pierna te daré otro medicamento. Trata de no hacer mucho esfuerzo, si sigues con los malestares puedes venir y haremos otro tipo de análisis. Srta, me permite un momento.

—Sí, doctor —frunzo el ceño, ¿qué es lo que le va a decir a mi mujer este doctor?—. Ya regreso, mi amor.

Salen de la oficina y me quedo contemplando la puerta por largos segundos. Al rato, Rachel entra con una enfermera detrás suyo y quedo confundido al ver que sacan sangre de su brazo. Su mirada me dice que está al igual de confundida. ¿Será alguna comida la que me ha hecho daño? El agua puede estar contaminada, entonces, ¿por qué me han dado los síntomas solo a mí?.

—Pronto sabremos la verdadera razón —dice el doctor, haciendo que la incertidumbre de saber lo que pasa crezca cada vez más.

Seduciéndote[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora