Todo de mí

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Varias toses falsas nos hicieron separar nuestros labios a regañadientes. Ni cuenta me había dado que estaba en una posición sumamente vergonzosa, pues la extrañeza de sus labios sobre los míos me conmocionó bastante. Su beso me hizo olvidar del mundo que gira a nuestro alrededor. Necesitaba sentir su cálido aliento y su húmeda lengua para asegurar mi amor por él. Estoy por enderezar mi espalda, pero su mano en mi mejilla me deja totalmente paralizada. Su caricia me derrite y me enternece el corazón. Han pasado dos semanas, por supuesto que lo extrañaba como una maldita demente.

—No me perdería nada de ti, bailarina —susurra,   deslizando sus dedos por mi mejilla y mis labios—. Eres una chica mala, ¿lo sabías?.

—¿Cómo? ¿Por qué lo dices? —el corazón no me deja de latir fuertemente—. Eres mi novio, ya conoces a mis padres, incluso te quieren más que a mí —bromeo—. ¿Crees que te dejaré solo en ese apartamento tan feo y para nada cómodo que tienes?.

—Ven —hechizada me dejo guiar hasta que sus labios rozan mi oreja—. Mereces un castigo, uno que te recuerde cada día de tu existencia quien es el dueño de cada parte de tu cuerpo. Pero no entremos en detalles, porque ahora no es posible —me voy a morir a como siga hablándome de esa manera tan sensual, ronca y baja en el oído—. Hacerte cargo de mí puede ser un infierno...

—Dime que sí me dejarás cuidar de ti, mi amor. Yo solo quiero hacerte feliz, además de que en casa y con mis cuidados vas a estar mucho mejor...

—Oh, lo siento, no pretendía interrumpir —interrumpe el doctor entrando a la habitación. Me enderezo ligero y Axel resopla molesto, sin soltar mi mano—. Solo vine a recordar que en una semana debes venir a quitarte el yeso. No le hagas esfuerzo a la pierna, debemos saber si la operación fue un éxito o no. Aunque la izquierda no sufrió daños mayores, tienes que tener cuidados con ella de igualmente —extiende varias hojas a nuestra dirección y la recibo con mi mano libre—. Es la hoja de salida y la historia clínica, como también están las fechas de la terapias. Reposa y cuídate mucho, muchacho. Buena tarde.

—Gracias y buenas tardes, doctor —el doctor asiente, con una sonrisa en sus labios.

—Entonces, ¿nos vamos? Odio los hospitales —dice Oliver—. ¿Qué tal si vamos a comer? Muero de hambre.

—¿Qué dices? ¿Quieres ir? —Axel asiente, notando la emoción de los chicos en sus rostros, sonrío—. Perfecto. Lo llevan de vuelta a...

—Tu vienes con nosotros, bailarina —me aprieta la mano y sonríe, ahora sí es una sonrisa genuina—. Tenemos una conversación pendiente tu y yo.

—En casa nos comunicamos, ternurita —aprieto su mejilla y su tierna mueca nos hace reír—. Que lindo se oyó, ¿no creen chicos?.

Asienten, mientras salen uno a uno de la habitación. Axel suelta mi mano y rodeo la silla para empezar a empujarla. Suspiro, viendo lo tranquilo que se encuentra, y lo más importante, que en ningún momento ha tratado de alejarse de mi. Supongo que estas dos semanas en el hospital tuvieron mucho que ver con su humor y sus cambios constantes de actitud.

Los chicos lo ayudaron a subir en mi auto, y durante el camino hacia el restaurante nos mantuvimos en un silencio para nada incómodo. Es más, su gran mano cubriendo mi muslo derecho mientras conducía, me dio mucha tranquilidad. Nosotros podemos comunicarnos fácilmente con tan solo una mirada y un roce. Los chicos lo volvieron ayudar para bajarse del auto. En su mirada noté lo mucho que le cuesta todavía acostumbrarse a no hacer las cosas por sí solo, a pesar de no haber dicho absolutamente nada en contra de los chicos como lo había hecho en el hospital cada que lo ayudaban a vestir o a bañar, esa frustración la tiene plasmada en el rostro. Isaac fue quien lo adentró al restaurante en la silla de ruedas, y Mikel me dio una palmada en el hombro, diciéndome con tal gesto que todo estaría bien.

Tuvimos un comida tranquila, una charla agradable y llena de risas. Axel, aunque un poco distante, también sonrió por los comentarios de los chicos. Nuestras manos estuvieron enlazadas a todo momento durante la comida, y no desaprovechaba oportunidad para acariciar mis muslos por debajo de la mesa. Me estaba calentando, y lo logró, simplemente porque sus manos tienen un control poderoso sobre cada parte de mi cuerpo. Nos marchamos ligero del restaurante, lo que menos quiero es que se canse o ese dolor insoportable se apodere de sus piernas. Además de que el doctor dijo que debía tener bastante reposo.

Al llegar a casa mis padres y mi hermana lo recibieron con los brazos abiertos y con sonrisas genuinas, fue muy poco lo que hablaron ya que Axel necesitaba descansar, por lo que solo le dieron la bienvenida. Según los chicos lo acomodaron en mi habitación y lo acostaron en mi cama.

—Tenemos que hablar sobre nosotros —dice una vez los chicos se han ido.

Lo cubro con la colcha hasta medio pecho y sonrío.

—Lo haremos, pero después de que duermas y descanses. Te has fatigado en el restaurante —atrapa mis manos con las suyas y las besa suavemente.

—Yo también te quiero, bailarina —mi corazón late frenético dentro de mi pecho al oír si palabra, ¿entonces me escuchó aquel día en el hospital?—. Perdóname por haberte tratado tan mal en estas dos últimas semanas. Fui un completo idiota —me obliga a acostarme a su lado; su brazo bajo mi cabeza y sus labios unidos en mi frente—. Quiero dártelo todo de mí, Rachel.

—No tienes que pedirme perdón, Axel —me acomodo sobre su pecho, mirándolo directamente a los ojos—. Tu no tienes la culpa de nada de esto, mi amor. Aquí me tendrás, siendo tu apoyo, hasta que me digas que te estoy asfixiando y ahí sí te dejaré tranquilo.

—Se escucha sexy el mi amor de tus labios, princesa —acaricia mi mejilla—. Tenemos que hablar sobre lo que sucedió ese día en el que tuve el accidente. Yo nunca te usé, ni mucho menos traté de que te vieras mal en la universidad. Si desconecté las cámaras, fue para que Carter no viera nada de lo que es mío. Él es el hermano menor de mi madre, pero tiene gran rivalidad con mi padre. Son historias confusas, y te daré un resumen rápido para que entiendas.

—No quiero saber nada de ellos, ternurita —aseguro—. Yo creo en ti. Sabes que una de las cosas que me hizo caer en este mote de arrogancia fue tu honestidad desde el principio. Perdóname, si yo...

—Ya pasó, pero sí es importante hablar de Carter y Monroe —trago saliva—. ¿Sabes? Es la primera vez en que te voy a tener en la cama, dispuesta para mí y no voy a poder tocarte —juega con los tirantes de mi vestido—. Estás como siempre de provocativa mostrando mucho y nada a la vez, y ya ando despertando. ¿cómo te harás cargo del problema?.

Me estremece sus palabras y el tono seductor con el que las va soltando.

—Por más que quiera brincarte encima, ni modo, no se puede, Axel. No juegues con el diablo —me inclino hacia sus labios y susurro—: A menos que...

Seduciéndote[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora