—A menos que, ¿qué? —inquiere, ansioso—. ¿Hum, bailarina?.
Fundo nuestros labios en un desenfrenado beso. En este beso nos damos cuenta lo mucho que nos deseamos el uno al otro y lo mucho que nos extrañamos. Nuestras lenguas rozándose es lo que nos hace perder la poca cordura que nos queda, pues el ansioso y deliberado roce está lleno de humedad. Necesitaba darme cuenta, así sea con tan solo un beso, que aun le era atractiva y que me deseaba tanto como yo a él. Culmino el beso con una leve mordida en su labio inferior, y su gruñido me saca una risita.
Me encantaría ir más allá que un beso húmedo y apasionado, pero sé que su pierna no está en condiciones para soportar tanto voltaje. No, cuando necesito mucho de él y no estamos a mano.
—Tal vez —dejo un reguero de besos por su cuello, a la vez que desciendo la mano bajo la colcha por su pecho—, podría ayudarte un poco con el problema, ¿no?.
—Ay, bailarina —suspira, enrollando su gran mano en mi cabello—. A cómo sigas así, me terminarás matando.
—¿Qué pasa? ¿No quieres que te eche una mano? —se queda viendo mis labios y en los suyos se expande una sonrisa maliciosa, una que descontrola todos mis sentidos—. Recuerda que no puedes fatigar la pierna.
—¿Sabes? Lo único que quiero hacer es romperte esa boquita tan deliciosa que tienes —suelta mi cabello, y su nalgada me toma por sorpresa, pero me enciende como nunca—. Hacerte gritar así mientras te tengo acorralada contra la pared.
—Por eso es que debes de ser un niño juicioso, ternurita. Mientras tú hagas todo lo que dijo el doctor al pie de la letra, yo me encargaré de darte una buena recompensa diaria —sonrío malicioso.
Sus ojos brillan de deseo y mi corazón late frenético dentro de mi pecho. Muerdo mis labios, poniéndome de rodillas en la cama a un costado de su cuerpo. Ese nudo de deseo crece en la boca de mi estómago, no creo soportar tanto, pero ahora mismo lo único que quiero es hacerlo sentir bien.
Bajo la colcha hasta más abajo de sus piernas, dándome cuenta de la prominente erección que sobre sale por encima de la sudadera. Ese cosquilleo entre el medio de mis piernas me recorre hasta la punta de los dedos de los pies, y sube hasta la última hebra de mi cabello, h se intensifica con la respiración acelerada de Axel. Suelto el aire lentamente por la boca, bajando la sudadera y el bóxer solo un poco; lo justo para tomar entre mi mano su caliente, endurecido y húmedo miembro.
—Tienes prohibido tratar de hacer algo, ¿entiendes? —asiente, acariciando suavemente mi trasero—. Hablo en serio, Axel. No se supone que...
—No haré nada. Estoy a tu entera disposición —acerco mis labios a la punta de su pene—. No me apartes la mirada.
Clava las uñas en mi piel en el momento que con mi lengua recorro en un círculo pausado todo el rededor de su cabeza. El roce de mi lengua solo causa que se endurezca cada vez más. Nuestras miradas fijas provoca un sinnúmero de sensaciones en mi sistema, que no creo soportar tanta intensidad de su mirada. Abro la boca, introduciendo paulatinamente su miembro en mi boca, y degustando de su sabor y de su grosor tomando mi tiempo. Ejerzo un ritmo constante y placentero, uno que no lo provoque, pero que lo ansie cada segundo más. Sus tiernos gemidos me tienen cautivada.
Aumento el ritmo, ya haciendo que se me dificulte un poco respirar, pero no pretendo parar por nada del mundo. Rompiendo con nuestras miradas y concentrándome en solo hacerlo disfrutar, me olvido del resto de humanidad. Sus juguetones dedos se abren paso a mi vagina, y es inevitable no gemir por tal sorpresa. Su sabor, su tamaño y sus gemidos me tienen enredada en su placer. No estoy pensando en nada más que no sea en hacerlo disfrutar. Necesita olvidar tanto, y yo estoy tan dispuesta a hacer lo que sea por ayudarlo.
—Maldita sea —se tensa, presionando sus dedos en mi interior con un poco más de fuerza, obligándome a soltar un fuerte gemido.
Probablemente ya nos han escuchado en toda la casa, y a decir verdad, la vergüenza no es algo que me preocupa.
—Rachel...
Mi nombre en sus labios es sumamente exquisito de escuchar. Me motiva a seguir haciendo mi trabajo. Mis manos se mueven por sí solas de arriba abajo a lo que mi boca no alcanza a tomar. Axel retira los dedos y me quejo al no sentirlos más, pues esa sensación de estar llena mientras también lo atiendo, es incomparable.
Guía con su mano los movimientos de mi cabeza, hasta el punto de perder todo el control de sí. La fuerza y la manera en la que me somete a recibirlo, me hace llorar y no precisamente de dolor, sino de puro placer y satisfacción. Las lágrimas corren por mis mejillas sin cesar, a lo que mi garganta emite sonidos que nunca antes había soltado. Ni yo misma hubiera permitido antes algo así, pero es que a Axel quiero brindarle todo y hasta más de mí. Además de que sus gemidos son los que me tienen en una nube.
—Necesito sentirte —me permite respirar, y sin darme tregua a nada, me tira del cabello hacia sí—. Quiero romperte de una y mil maneras.
—No podemos, Axel —de a poco voy recobrando el aliento—. Lo que me pides es más de lo que se puede. Apenas hoy y saliste del hospital. Lo que menos quiero es que tu pierna se vea afectada por esto.
—Esto es lo más delicioso que he sentido en la vida —murmura a centímetros de mis labios—. ¿Cómo quieres que te olvide, si tu boca no deja de quererme como tanto me gusta? ¿Eh?.
—Axel... —los colores se me subieron al rostro.
—No puedo soltarte nunca más, bailarina. Eres mía, toda tú me perteneces. Tu boca dice quererme y la misma se encarga de demostrarlo —mordisquea mis labios suavemente—. Supiste como enamorarme, y ahora que me has convertido en un adicto de ti, simplemente no puedo parar de probarte. Yo no te quiero ni un poco, no; yo amo cada centímetro de tu interior y de tu exterior. No veo mis días si no es contigo, de eso estoy muy seguro. ¿Me crees cuando digo que te amo, bailarina? Porque no me importa tener que repetirlo las veces que sea necesario, pues que caso tiene que oculte todo lo que me haces sentir. Mi corazón te eligió por tiempo interminable, puedo asegurar que hasta que deje de latir.
Sus labios se funden en los míos, arrebatando el poco aire que tengo en los pulmones. Mi corazón no para de latir apresurado en mi pecho. No sé qué es más hermoso, sus palabras o las lágrimas que brotan de mis ojos por saber que me ama como yo a él.
No sé qué me sucede últimamente que por todo lloro, pero es que, ¿cómo no sentirme indefensa y feliz por sus palabras? Después de todo, mi amor sí es correspondido y de la misma manera. Me siento como una adolescente estando enamorada, hasta las mariposas dormidas en mi estómago han despertado de su sueño. Las palabras se han quedado atrapadas en mi garganta, pues la confesión de su amor no me lo esperaba por nada en el mundo. Hasta la calentura se me ha bajado, dándole paso a la ternura de su querer.
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Seduciéndote[✓]
RomanceElla es esa pequeña ración de sensualidad que prende y altera cada uno de mis sentidos. Son sus movimientos tan sensuales y expertos frente a mí. Son sus ojos tentándome, insinuándome que cometa el pecado. Y son sus labios rosas y provocativos, lo q...