Exclusivo

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Axel

Han pasado dos semanas desde aquella única vez en que sentí su cuerpo, su suave piel, su delirante calor interno que me derritió en el baño de la universidad, y no puedo mentir, el deseo que siento por Rachel se ha convertido en una jodida necesidad ahora. Ha estado actuando muy distante, como si estuviera huyendo de mí. Solo nos vemos en las clases ya que en la barra no ha vuelto a bailar y, los mensajes me los responde cada cierto tiempo diciéndome que todo está bien. No le creo, algo pasa, lo sé.

Salgo de la universidad, en lo que el entrenamiento de rugby termina tras recibir un mensaje de mi padre diciendo que necesita verme con suma urgencia en su empresa. No sé a qué se debe ese llamado tan repentino, ya que llevo como unos tres meses que no sabia nada de él y de la plástica noviecita que se consiguió después de que mamá falleciera. Me parece tan hipócrita de su parte que haya formado una vida en tan poco tiempo sin siquiera tenerle un poquito de respeto a mi madre, después de que ella le entregó su vida entera a ese hombre que no demostró su cariño y su amor en ninguna etapa de nuestras vidas.

A lo que llego a la empresa, los empleados se me quedan viendo con cada paso que voy dando hacia la oficina de mi padre. Y pensar que ya faltan pocos meses para que ocupe ese lugar de gerente que en lo absoluto lo deseo, pero le hice una promesa a mi madre antes de que muriera y es por ella que soporto todo esto que no quiero para mi vida.

—Sr. Monroe, buenas tardes — saluda su secretaria, levantándose de su lugar a lo que me ve —. Su padre lo está esperando en la sala de juntas.

—Gracias, Keila — asiente, dándome una sonrisa amable.

—Está con ella — frunzo el ceño y vuelve a sentarse.

Me desvío hacia la sala de juntas y a lo lejos escucho esa risita tan falsa y fastidiosa de esa mujer. Cierro los ojos y pienso en mamá antes de entrar a la sala y encontrarme con escenarios tan desagradables de ver. Recuerdo que mi padre nunca fue tan cariñoso con mi madre, como lo ha sido con esa mujer que a simple vista luce como su hija.

—Permiso — entro sin tocar y se separan de su asqueroso beso —. ¿Para qué me has llamado?.

—Hijo, que bueno que viniste — sonríe abiertamente —. Tenemos una noticia muy importante que darte.

—Que sea rápido, no tengo mucho tiempo — resopla.

—¿Tienes que ser así de obstinado siempre que nos vemos, Axel? — inquiere —. Soy tu padre, por lo menos merezco un abrazo después de tantos meses sin vernos.

—Eso de dar abrazos no es lo mío, y tu más que nadie lo sabes — acomoda su corbata y carraspea —. Para qué me has hecho venir.

—Tendrás un hermanito — dice esa chillona voz, colgándose del cuello de mi padre —. ¿No te alegra?.

—Por supuesto que no, pobre de esa criatura — mi padre endureció el gesto —. ¿Qué quieren? Qué los felicite. Qué les dé un abrazo. Qué les haga una fiesta.

—¡Ya no más! — grita mi padre —. ¡Estoy harto de tu actitud, Axel!.

—Cálmate, mi amor.

—No puedo ser hipócrita, padre. Sabes perfectamente que nunca he estado y nuca estaré a favor de esta relación. Lo único por lo que me compadezco es por ese pequeño bebé que viene en camino y que no tiene culpa de nacer de esta mujer.

—Pues acostúmbrate, hijo, porque Giselle y yo nos vamos a casar dentro de un mes — expresa duramente —, y te guste o no deberás aceptarla en tu vida; a ella y a tu hermano.

—Los felicito, que tengan una hermosa vida de ahora en adelante — doy vuelta y me detengo para verlo por encima de mis hombros antes de salir de la sala —. Si no son cosas de la empresa, no me vuelvas a llamar.

Seduciéndote[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora