—Lo siento tanto, Axel. Perdóname, por favor. He sido muy imprudente.
—No tengo nada que perdonarte, bailarina. Sé que no lo has dicho con mala intención. ¿Qué ibas a saber tu? — me encojo de hombros.
—Pero igual manera... — sacude la cabeza varias veces seguidas—. No hago más que arruinar las cosas con mis estúpidos comentarios. Siento mucho la perdida de tu madre.
—Ya está. Déjalo — acomodo un mechón de cabello por detrás de su oreja y sonrío —. Ya han pasado muchos años, Rachel. He aprendido a vivir con su ausencia.
Traga saliva.
—No sé que decirte. Me siento una mala persona al mencionarte el tema. Debí... ahora lo entiendo todo...
—Rachel — corto sus palabras y muerde su labio inferior —, eres una muy buena persona. Además, no sabías porque simplemente no andamos por el mundo ventilando nuestra vida personal a la primera persona que se nos cruce en el camino.
Guardamos silencio por largos minutos, en los que nuestros cuerpos desnudos y húmedos se frotaron entre sí, por el poco meneo del agua. Rachel se encuentra pensativa, ida, triste. Se siente culpable, pero no lo es. Ella no tiene culpa alguna.
—¿Tienes hambre? Puedo prepararte algo ligero — asiente, quitando ambos brazos del rededor de mi cuello—. No te sientas mal, bailarina. Recuerda que hemos venido a olvidarnos de los problemas — añado.
Salimos del lago y le ofresco mi camiseta a Rachel para que no moje su ropa. Caminamos a la casa en completo silencio y suspiro antes de entrar al lugar de escape y favorito de mi madre. Ella amaba venir a esta casa y pasar tiempo en la naturaleza y en la tranquilidad del bosque.
Es imposible no perderme en los pocos recuerdos que tengo de niño; ella cocinando al aire libre con su radiante sonrisa, ella cantando sus canciones junto al fuego de la chimenea, ella bailando conmigo mientras papá nos observaba desde el sillón, ella jugando y dedicando de lleno todo su tiempo a mí ¿En qué momento dejó de amarla? ¿En qué momento dejó de apreciar su familia para convertirse en un hombre frío y dedicado al trabajo? Se podría decir que éramos una familia feliz, por lo menos es lo que recuerdo a los cinco años. Después, simplemente, todo cambió, y aún no comprendo el por qué.
Me pregunto, si antes de que mamá muriera él ya tenía a otra persona en su vida. Tal vez sea esa la razón del cambio tan brusco que tuvo para con nosotros.
—Axel — susurra —, sé que te afecta, que estar en en este lugar después de tantos años, es imposible que los recuerdos no lleguen. Pero ella está contigo, en cada paso que das, en cada triunfo y derrota, en la tristeza y en la felicidad. Ella debe estar muy orgullosa del hombre que ha formado...
Abro la puerta y todos los muros que he construido empiezan a caer encima de mí.
—No merecía morir, Rachel — se calla inmediatamente —. Ella era una buena mamá; la mejor. Era una esposa dedicada y amorosa; siempre al pendiente de papá. Dejó su gran futuro como cantante para dedicarse a nosotros.
Las luces del espacio salón se encienden al momento que doy un paso hacia el interior de la casa. Todo está igual a como lo recuerdo. Aún se siente en el aire el calor y el olor de mi madre. Todas sus cosas están en su sitio; su guitarra, sus discos, el piano que tanto le gustaba tocar, las pinturas que tanto le gustaba dibujar en sus tiempos libres.
Una fuerte opresión en el pecho me hace tragar saliva y tomar un poco de aire lentamente. Pensé que venir sería buena, pero me doy cuenta, que aún me sigue afectando como desde el primer instante en que la vi muerta a pocos centímetros de mí. Verla tendida e inconsciente sobre el volante mientras su rostro se llenaba de sangre, es una imagen y un recuerdo que me persigue día tras día.
—Shhhh — una cálida y temblorosa mano se posa en mi espalda desnuda —. Tranquilo, aunque ella ya no esté... siempre estará viva en tu corazón, Axel. Ella aún está viva; en ti lo está.
—Es injusto que, ella se haya ido y yo no. Rachel, yo tenía que morir junto a ella — no puedo contener las lágrimas por más tiempo —. O todo lo contrario, ella sí merecía seguir con vida...
Me gira suavemente hacia ella. Sus ojos y su nariz están rojos por las lágrimas que caen a gran velocidad por sus mejillas.
—No digas eso, Axel — toma mi rostro entre sus manos —. No podemos hacer nada ante los designios de Dios. Lo que va suceder, sucede, ya se ahora o después. La muerte nos tiene llegar en algún momento; es parte de la vida. Y nosotros, los que nos quedamos aquí en la tierra, no estamos preparados para ver partir a los nuestros. Si te salvaste es porque tienes un propósito en la vida de alguien.
Sacudo la cabeza, negando repetidas veces. Sus manos aprietan mis mejillas y me acerca a su rostro.
—Mírame — y así lo hago, su voz es suave, pero llena de sentimiento —. Mi hermano siempre me decía, que en el momento que su vida se apagara para siempre, lo reviviera con los recuerdos más lindos y hermosos que juntos construimos; porque así, él sabría que su presencia seguiría estando conmigo, aún estando lejos de mí. Tu madre está en ti, siempre lo estará; no en cuerpo, pero sí en alma.
Deja un tierno beso sobre mis labios y sonríe, o eso trata de hacer. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuerpo y la pego contra mi pecho, sintiéndome seguro entre su calor. Nos quedamos largos minutos abrazados y en completo silencio, cada uno luchando contra el dolor de una partida.
Nunca antes me habían dicho tales palabras, y la persona que creí que me brindaría un refugio y estaría conmigo para que el dolor no fuera tan agudo, nunca lo hizo. Mi padre nunca estuvo para mí, y yo no puedo perdonar el hecho de haberme dejado solo y sin su protección cuando más lo necesitaba.
Rachel me está brindando un refugio en sus brazos, en los cuales me están gustando demás. Temo que todo lo que estoy empezando a sentir, sea una mentira o un juego para ella. Entre nosotros dos no hay nada claro.
—¿Qué te parece si cocinamos juntos? — susurra, dándole un giro drástico a nuestra escena llena de lágrimas. Lo que menos quería era revivir tantas emociones en este momento —. ¿Pasta?.
—¿Pasta? — repito, soltando una risita ronca.
—¿Qué tiene de malo la pasta? — nos separamos lentamente y le sonrío —. ¿No te gusta?.
—La pasta es mi vicio — enarca una ceja —, además de ti, por supuesto.
Ríe.
—Enséñame el camino, ternurita. Hoy seré la estudiante y tú el maestro; cocinar no se me da mucho — en mis labios se extiende una sonrisa maliciosa —. Oye, bájate de la nube en la que te has subido.
—Yo no me he subido a ningún lado — le guiño un ojo, antes de tomar camino a la cocina —, por ahora.
La escucho resoplar detrás de mí, y sonrío levemente. Me digo mentalmente, una y otra vez, que ya he perdido todo ante ella. La química y la conexión entre nosotros es mucha, tanto así, que mis sentimientos se están aferrando a algo que para mí es incierto y prematuro.
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Seduciéndote[✓]
RomanceElla es esa pequeña ración de sensualidad que prende y altera cada uno de mis sentidos. Son sus movimientos tan sensuales y expertos frente a mí. Son sus ojos tentándome, insinuándome que cometa el pecado. Y son sus labios rosas y provocativos, lo q...