Carga

1.8K 207 2
                                    

Axel

Despierto por quinta vez debido al dolor insoportable en mi cuerpo, sobre todo en mi pierna derecha que es donde se concentra con mayor fuerza. El dolor de cabeza lo tolero, debido al medicamento, pero en la pierna es como si no me hiciera ningún efecto. El dolor es como quemarse vivo en el mismísimo infierno. No lo soporto, solo quiero arrancarme la piel y no sentir. La anestesia ya hizo su efecto y al tratar de mover el cuerpo o las piernas, el dolor físico se va intensificando con cada segundo que va pasando. Al abrir por completo los ojos, lo primero que me encuentro, como hace un par de horas atrás, es a Rachel sin dejar de observarme detenidamente y con mucha preocupación. Ella está aquí en cuerpo, pero su mente se encuentra perdida en otro lugar.

Después del choque de auto, no recuerdo absolutamente nada sino hasta después de que desperté. El doctor vino a verme y me explicó lo que había sucedido, más la operación que me habían practicado en mi pierna derecha y las posibles secuelas o problemas que la misma puede causar. Por supuesto, todo en mi vida siempre ha estado en; debe pasarme algo bueno en lo malo para equilibrar la balanza. Mientras por poco y muero por el accidente de auto tan fuerte que tuve, mi pierna derecha quedó destrozada y aunque lograron salvarla, por más que quiera, no podré volver a jugar nunca más en mi vida. Probablemente hasta he quedado en una silla de ruedas, según el dictamen del médico, pero deben hacerme los estudios pertinentes antes de asegurar una parálisis temporal o definitiva. Las piernas no las puedo mover, lo único que me avisa que aun están ahí, es el maldito dolor que siento en ellas. Hubiera preferido la muerte antes de seguir en esta vida muerta que tengo, y me pregunto, ¿cuál es el propósito de seguir con vida, cuando claramente no tengo ni una pizca de interés de seguir viviendo?.

Mi única esperanza y razón de seguir, es la mujer que tengo en frente de mí, pero de qué me sirve, si en el momento que no sienta nada por mí y se canse de verme con lastima, pena y dolor, se cansará de cuidar de alguien como yo. Lo que menos necesita en su vida es una carga más. Y yo no estoy dispuesto a arruinar su vida, no de esta manera. ¿Para qué sigue aquí perdiendo su tiempo conmigo? ¿Por qué no se da cuenta que no necesito de su lastima?.

Rachel se acerca hasta quedar a pocos pies de la camilla, buscando con su mano el botón de emergencia.

—Llamaré a una enfermera para que venga y te dé algo para el dolor —muevo el botón de emergencia lejos de ella y su ceño se frunce—. Axel.

—No llames a nadie, no necesito que me tengan lastima. Puedes irte, Rachel —parpadea rápidamente, a punto de soltar en llanto—. Vete.

—No me voy a ir, ya te lo he dicho antes —se aferra a quedarse, y eso me hace enfurecer—. No me importa que no me quieras ver; pase lo que pase o digas o lo que digas, aquí me quedaré —asegura—. Deja de comportarte como un niño pequeño, necesitas dejar de estar a la defensiva y dejar que las enfermeras te den el medicamento para el dolor. Hazlo por ti. Además, no es lastima, Axel. Nosotros estamos preocupados por ti...

—Bien — gruño, cediendo a que llame a la enfermera y cortando a sus palabras—. Llevas dos días en este maldito hospital, Rachel. Vete a tu casa a descansar.

—Ya hemos hablado y no me iré —aprieta el botón y una lágrima traicionera cae por su mejilla, haciendo que el corazón me explote por dentro—. Me quedaré en silencio si es lo que quieres, pero no me iré.

El corazón se me termina de romper en mil pedazos al ver su espalda alejarse hacia un extremo de la habitación. No sé qué me duele más, su dolor provocado por mi propia culpa y mis duras palabras, o el maldito dolor de la pierna.

La enfermera llega a los pocos minutos de haber sido llamada, e inmediatamente me da el medicamento por vía intravenosa. Después de sonreír amable y decirme que pronto dejaré de sentir dolor, se retira ligero de la habitación. Cierro los ojos y me acomodo en la camilla, tirando la cabeza hacia atrás. Todo iba con calma hasta que la puerta se volvió a abrir. Isaac, Oliver y Mikel entran en la habitación como si estuvieran en su casa.

—Antes que digas cualquier cosa, no hemos venido por ti —me quedo mirando a Isaac acercarse a Rachel—. Te invito a desayunar, necesitas comer y descansar un poco.

—Gracias, Isaac, pero estoy bien —su espalda es lo único que veo—. Igual les doy privacidad. Permiso.

Rachel sale de la habitación antes que alguien la detenga. Los chicos me acusan con su mirada, pero no dicen nada por largos minutos. Solo se quedan contemplando la puerta por largos minutos. Entre más rápido la bailarina se olvide de mí, más pronto dejará de sufrir y gastar sus días y su tiempo en una carga como yo.

—Yo también me voy, no tengo nada más que hacer aquí —yo mismo me he ganado el odio de mi mejor amigo—. Descansa y cuídate mucho.

Sale y detrás se va Oliver negando con la cabeza. Ayer los traté muy mal, debo aceptar que no reaccioné de buena manera por lo que me dijo el doctor, por lo que exploté toda la frustración y mi sufrimiento con las personas que no debía. Pero es que, prefiero la muerte antes de no volver a caminar o si no puedo volver a jugar rugby. Lo único que me hacía latir de felicidad tras tanto dolor y tras tanta soledad, era jugar con el equipo.

—Sé que no es nada fácil aceptar todo lo que está pasando, Axel. Pero no nos alejes de ti y mucho menos te cierres tu solo al dolor. No hagas lo mismo que hiciste de pequeño, ahora no solo nos tienes a nosotros tres, que siempre hemos estado y siempre estaremos aquí para ti. Ahora tienes a una linda mujer que está intentando de no caer en un hueco oscuro, por brindarte un poco de su luz. Tu indiferencia y los intentos de alejarla están haciéndole mucho daño, por si no te has dado cuenta. Sé que en el fondo no la quieres alejar de esta manera —mete las manos en los bolsillos de su pantalón y fija su verdosa mirada en mí—. Sé que la quieres y quieres que se quede a tu lado, pero tus miedos se están haciendo presentes, y en tu mente hay inseguridades y muchas incertidumbres, recuerda que el tiempo y el verdadero corazón lo dirá todo hasta el final. Debes tener en cuenta que estás aquí, que a pesar de que no puedas hacer lo que más amas en la vida, estás vivo y con nosotros. Además, tienes todo para cumplir tus sueños y lo sabes, lo de tu pierna no es ningún impedimento. No eres la carga que estás pensando que eres, Axel. Nosotros te amamos y te aceptamos por lo que eres, no por lo que nos puedas dar o no. Descansa y piensa en lo que te he dicho. Rachel, los chicos y yo queremos ver a el Axel de siempre, no a este que está haciéndose presente ahora. Duerme —da media vuelta y se va de la habitación, sin darme oportunidad a defenderme o peor aun, a darle la razón.

Seduciéndote[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora