Rachel
Durante los casi treinta años que tengo de vida, he soñado con tener una familia numerosa, llena de amor, protección y cariño como la han formado mis padres, pero la quería tener en el momento donde mi carrera como profesora rindiera sus frutos. Quería esa familia y ese amor bonito con Benjamín, y en el momento en el qué empezó a priorizar el juego por encima de nuestros sueños, ese deseo se esfumó por completo de mi mente. Además, que el conseguir un trabajo se había convertido en una odisea cada vez que trataba de conseguirlo. El tiempo de Dios es perfecto, y si me dio la oportunidad de tener un hijo a mis treinta años con un hombre que es unos años menor que yo, pues así lo aceptaré.
Escalamos muy rápido en nuestra relación, puesto que un hijo ni en las curvas de mis pensamientos me había imaginado con Axel. Mi seguridad se fue por un barranco. Axel tiene mucha razón, ese frijolito me ha hecho quedar muy mal parada, lo que me hace pensar que mi hijo saldrá igual a su padre.
El doctor me hizo subir el vestido, y Axel se encargó de cubrir mis caderas hacia abajo con una sábana que había en la camilla. La felicidad, la sorpresa y todo el impacto de la noticia me hace estar en un mundo ajeno al que estamos. Tengo una pequeña vida creciendo dentro de mí. Una tierna semillita que ha llegado para hacer de nuestros más felices. Axel se nota muy feliz y ansioso por vera nuestro pequeño. ¿Y si es niña? Por supuesto que la vamos a amar igual.
—Vas a sentir frío —seguidamente echa un gel frío en la parte baja de mi vientre—. Veamos a ver cómo está el pequeñín.
Suelto una risa, con lágrimas saliendo por mis ojos. Estoy de una sensibilidad que me desagrada y no soporto, pero es ahora que entiendo el motivo del por qué lloro por todo y sin razón. Axel toma mi mano y me da un suave apretón. Con una sonrisa muy tierna en los labios, sus ojos no se despegan de la pantalla dónde es muy difícil apreciar el bebé.
—Oh... —murmura el doctor—. Ya no es un frijolito.
—¿Cómo así? ¿Qué pasa? —el agarre en mi mano se vuelve fuerte.
—Están perfectamente, solo que ya no son embriones. Ahora son fetos con un desarrollo adecuado para la edad gestacional que tiene la Srta. Rachel. Está entrando a la semana 13, por lo que ya parte de sus órganos están formados, pero, en general están muy bien los dos pequeñines. Aun es muy pronto para conocer el sexo de los gemelos...
¿Gemelos?
¡Dios santísimo? No fue uno el que se cuajó y que tengo dentro de mí, sino que son dos.
Axel se mantiene en silencio, sin dejar de ver la pantalla con los ojos bien abiertos; sin perderse ningún detalle de las imágenes que el doctor nos va mostrando. Hasta creo que se le ha olvidado como respirar por lo que ha dicho el doctor y por la imagen tan clara de los dos bebés en la pantalla. El doctor sigue mostrándonos y diciéndonos las medidas de sus cabecitas, de sus cuerpos, el peso de los bebés y hasta los centímetros que miden, pero mis oídos son sordos por ahora. No puedo apartar la mirada de los dos sacos que se aprecian muy bien. Es hermoso y único como funciona todo esto de ser madre. Entre más los miro, más me voy enamorando y eso que son pocos los minutos en los que el doctor nos dio la noticia. La felicidad que siento en el pecho no se puede comparar con nada en la vida.
—Ahora vamos a escuchar los latidos de sus corazones —vuelvo en sí al escuchar las palabras del doctor—. Este es el latido del primer bebé.
Escuchar lo fuerte y claro de sus latidos es el sonido más maravilloso que haya oído antes. Las lágrimas que suelto son de pura felicidad. El sentimiento de amarlos ha emergido de lo más profundo de mí.
—Vamos a escuchar al segundo bebé.
El latido del segundo bebé fue mucho más fuerte y constante que del primero. Un torrente lleno de emociones se apoderó de mí. Escucharlos es lo más bonito que pueda vivir. Esto es lo que se conoce como un verdadero amor a ciegas; sin verlos, sin conocerlos y sin tenerlos ya siento que el amor que les tengo no tiene barreras o límites que lo pueda superar.
Tras darme cuenta de las lágrimas de Axel, una risa alegre salió de entre mi llanto. No hemos pronunciado palabras, pero eso no quiere decir que no estemos felices de conocer nuestros frijolitos, así es como Axel le has puesto.
—Muy bien, son dos pequeños que están muy sanos. Debes estar asistiendo seguido a los controles y también te mandaré los suplementos que debes empezar a tomar. Tengo una colega ginecóloga que se hará cargo del resto de embarazo y el parto. Tengo que recordarte que al ser embarazo gemelar corre mucho más riesgo, y aunque ya se haya pasado el tiempo donde los abortos son más espontáneos, no debes dejar de cuidarte —la pantalla queda en negro y limpio las lágrimas que no dejan de salir.
—Gracias, doctor... —tengo sentimientos encontrados, por lo que no encuentro qué más decir.
El doctor me limpia el vientre y nos da privacidad para que pueda acomodar mi vestido. Axel me ayuda a sentarme y en completo silencio me abraza contra su pecho. Su corazón está muy acelerado, late con mucha rapidez, supongo que está igual de conmocionado. Pega sus labios a mi frente y, es donde un fuerte sollozo sale de lo más profundo de él. Mi corazón le hace competencia al suyo; ambos chocando brusco entre sí.
—No sé qué decirte. Son dos vidas las que tienes dentro de ti —baja la mano a mi vientre y la presiona con delicadeza—. Ustedes tres son el motivo más grande que tengo para continuar. Los amo tanto, como no tienes idea. Llegaste no solo para seducirme, sino también para enamorarme y engancharme por completo a tu corazón y a tu vida, bailarina.
Se agacha, tomándome por sopresa. Levanta mi vestido y sus labios de posan en mi vientre. Puedo sentir la humedad de sus lágrimas en mi piel. Acaricio su cabello, mientras una sonrisa boba aparece en mis labios. ¿Cómo no amar a alguien tan tierno y amoroso como lo es él? Tan solo imaginarlo siendo padre, el corazón me brinca de emoción; debe verse hermoso con nuestros pequeños en sus brazos. Será el mejor papá, de eso no me cabe ni la menor duda.
—Los protegeré, amaré y cuidaré por lo que reste de vida, mis amores. Les prometo que no voy a permitir que nada malo les suceda —besa mi vientre repetidas veces—. Los amo. Gracias por darle tanta vida a este corazón solitario, mi amor.
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Seduciéndote[✓]
RomanceElla es esa pequeña ración de sensualidad que prende y altera cada uno de mis sentidos. Son sus movimientos tan sensuales y expertos frente a mí. Son sus ojos tentándome, insinuándome que cometa el pecado. Y son sus labios rosas y provocativos, lo q...