Los días se fueron en un abrir y cerrar de ojos. El día en que me tengo que quitar por fin este yeso de la pierna está cada vez más cerca. He empezado a hacerle movimiento a la pierna izquierda y por lo menos me puedo levantar y caminar con ayuda de muletas, por misma decisión del doctor, ya que la pierna está en perfectas condiciones. No soportaba un segundo más al estar en cama o en esa silla de ruedas sin poder hacer nada. Ahora solo me queda esperar que me quiten el yeso y esperar a ver cómo está mi pierna derecha.
Todo ha sido mucho más sencillo de llevar con toda la ayuda y la motivación de Rachel, su hermana y sus padres, y claro está, que la de los chicos. Tengo a mi lado a personas muy valiosas, que han estado conmigo en este proceso de aceptación y adaptación en mi nuevo mundo. Todo sucede por algo, me dijo hace unos días atrás la Sra. Sara, y estoy seguro que tal vez ser jugador de Rugby no era una opción de vida, era más un sueño de niño. Mi pensado es terminar la carrera y ocupar mi lugar en la empresa de mi madre, puesto a que el tiempo de mi padre ya está por acabar. Además de que así fueron las condiciones de mamá en su testamento. Ahora que lo pienso en calma, era como si ella supiera que iba a faltar algún día, y por ende dejó todo mi futuro muy bien asegurado.
De Carter y mi padre no he sabido absolutamente nada desde la última vez que vinieron a verme al hospital. Lo que menos quiero es terminar de amargarme con la presencia de ellos y sus falsos perdones. La rivalidad es de ellos y no mía con nadie, por lo que haré un borrón y cuenta nueva de todo. Ellos no me deben a mí y yo no les deberé nada a ellos, pero no quiero tenerlos cerca de mí. Lo que ha pasado es algo que no puedo olvidar, por más perdón que haya de por medio.
El entrenador del equipo ha venido a verme y a saber cómo he estado. Él ha sido de gran ayuda en toda mi carrera y saber lo que tiene para decirme es algo que me preocupa y me da algo de miedo. Ya he aceptado que no volveré a jugar, pero sacarme del equipo como tal me dolería mucho. Por más en que trate de ocultar la tristeza con una sonrisa, esto es algo que me tiene muy nervioso.
—¿Cómo te has sentido? —pregunta, en el momento que la madre de Rachel nos da privacidad—. Fui al apartamento y los chicos me dieron esta dirección. No sabía que ahora vivías aquí. ¿Quiénes son estas personas, Monroe?.
Sonrío.
—He estado bien, aunque últimamente los medicamentos me hacen dar mucho sueño, mareo y vómitos —frunce el ceño—. Es la casa de la profesora de lengua; Rachel Blum. Ellos son sus padres.
Abre sus ojos de par en par, sorprendido a lo que he dicho.
—Hace un tiempo somos pareja —niega con una sonrisa en los labios—. Cómo va todo.
—Eres una caja de sorpresas, Monroe. Ya sabía yo que había una chica, pero nunca se me cruzó por la cabeza que era la Srta. Blum —suspira—. Y todos guardando una oportunidad con ella —enarco una ceja.
Levanta las manos en el aire, sacudiendolas en negación.
—Es muy linda, pero ya sabiendo... el equipo va bien, aunque nos haces falta, Monroe. Y mucho más ahora que se acerca el partido final —extiende un sobre en mi dirección—. No perdemos la esperanza en ti. Los de Utah lo dejaron en tu ausencia. Piénsalo bien.
—No hay nada que pensar —insiste en que tome el sobre, hasta que lo deja sobre la mesa—. Los médicos han sido muy claros.
—La fe es lo último que se pierde, campeón —mira su reloj de muñeca—. Debo irme, pero no olvides en pensar bien antes de dar una respuesta, ¿estamos? Te veo en el juego, y lleva a tu chica y de paso a su familia, todos estarán viendo el partido en primera fila. Los estaré esperando —sonríe, dando el último trago al café antes de levantarse e irse.
Observo el sobre blanco sobre la mesa y los recuerdos de cuando era niño llegan a mi mente como un rayo. Le había dicho a mamá que sería el mejor jugador de Rugby y que ella se sentiría orgullosa de mí, pero en él momento que ella se fue a un mejor lugar, todos mis sueños se fueron por la borda. El primer día de universidad entré al equipo sin pensarlo dos veces, pues muy en el fondo tenía guardada una esperanza. Hasta llegué a pensar en decirle a mi padre que le dejaba la empresa a él, al fin de cuentas es quién la ha manejado siempre. La empresa de mis padres no es algo que me motive, pero sí es una promesa que debo cumplir. Ahora con el accidente muchas cosas que tenía pensadas para un futuro se han esfumado de mi mente. Es como si siempre estuviese destinado a vivir en torno a una desgracia. Muchas veces me cuestiono, y aunque tengo un gran apoyo, las dudas, los miedos y las incertidumbres me llegan de momento.
—Ábrelo, hijo —la Sra. Sara me saca de mis pensamientos—. Recuerda que lo que es para uno, no es para los demás. Si aun tienes una oportunidad en la vida, acéptalo. Después de todo es lo que quieres y has soñado desde que eras un niño —apoya una mano en mi hombro—. Rachel siempre quiso ser profesora desde que era tan solo una niña. Siempre la veía jugando a calificar a sus supuestos estudiantes que eran un par de muñecos. Se veía tan linda y me hacía mucha ilusión sus sueños, pues desde pequeña ha sido muy optimista. Y así lo hizo, estudió, luchó y consiguió su título universitario con un gran sacrificio. Incluso si las puertas se cerraban en su cara, aun guardaba una pequeña esperanza de poder realizar y cumplir sus metas. Hasta que el día menos pensado llegó, a pesar de pasar años y de haber pasado por tanto, su sueño se cumplió al fin. A ella le costó cinco años de su vida, y nunca fue tarde para ella. Ahora bien, tu no tienes nada que te lo impida, porque a pesar de que no estás en un cien por ciento, la oportunidad de ser ese alguien se ha abierto frente a ti. Sé que tomarás una sabía decisión, y tú madre estará orgullosa de ti, Axel —deja los medicamentos y un vaso de agua sobre la mesa y me sonríe—. Toma tus medicinas.
—Gracias —tomo los medicamentos y me estremece sentir esa sensación de vómito en la boca de mi estómago.
—Hay que ir al doctor, no es normal que las medicinas te causen tanto problema cada que las tomas. Ve a la cama y descansa un poco, ¿sí?. Te preparé algo ligero de comer, en lo que llega Rachel del trabajo.
—Gracias por todo, Sra. Sara —tomo la muleta y me levanto de la silla—. Po favor no le mencione sobre la carta a Rachel. En su momento le diré todo.
—Soy una tumba —guardo la carta en el bolsillo de mi pantalón y me dirijo a la habitación.
Un fuerte mareo me hace frenar en medio del pasillo. Un sudor frio me atraviesa la espalda, quizás al pensar que sea algo más grave que un simple malestar por los medicamentos. Hay algo más, estoy seguro que algo malo me está pasando.
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Seduciéndote[✓]
RomanceElla es esa pequeña ración de sensualidad que prende y altera cada uno de mis sentidos. Son sus movimientos tan sensuales y expertos frente a mí. Son sus ojos tentándome, insinuándome que cometa el pecado. Y son sus labios rosas y provocativos, lo q...