6.

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Amber.

Cuando me desperté, debían ser las 4 y media de la mañana y estaba sudando. Me incorporé y la cabeza me dio un pinchazo. No sabía cuánto había bebido, cuándo había vuelto a casa ni cómo había acabado dormida en mi habitación. Lo último que recordaba era estar con Bryce en la barra libre de la fiesta.

Cuando puse los píes en el suelo frío, mi cabeza viajó vagamente hasta hacía unas horas. Ethen. Él me había traído. Estaba muy segura de que había vuelto con él en algún momento. Era imposible que otra persona me hubiera traído, pues no conocía a nadie y sabía a ciencia cierta que Bryce no estaba en condiciones de traerme ni yo de arrastrarme hasta mi cuarto y quitarme el vestido. Gracias a dios, él me había encontrado antes de que fuera algo peor. Tenía que darle las gracias. Por mucho que le odiara, me había salvado, esta vez de verdad.

Me levanté de la cama y cerré los ojos un segundo hasta estabilizarme y aguantar el equilibrio. Me miré el cuerpo. Llevaba una camiseta de Ethen, y lo sabía perfectamente por el aroma que desprendía. Cogí el móvil de la mesita de noche. Salí de mi habitación y bajé por las escaleras frotándome los ojos. Cuando llegué abajo, vi que la luz de la cocina estaba encendida y fui hacia allí. Ahí estaba Ethen, fumando apoyado contra la encimera. Se había cambiado, ahora llevaba un pantalón de chándal gris y una camiseta de tirantes. En cuanto notó mi presencia, su mirada se desvió hacia mi.

-¿Qué haces aquí?- susurré con la voz rasposa.

-Esta es mi casa- respondió él con el tono más frío y sarcástico que había escuchado nunca.

-Ya- dije estremeciéndome por su tono de voz.

-¿Y tú qué haces aquí?

-También es la mía.

-Ya, pero deberías estar dormida- dijo con la voz más suavizada y apagó el cigarro en el cenicero que tenía a su lado.

-Me he desvelado- respondí abriendo un mueble.

-¿Cómo te encuentras?

-Mal, he venido a por un ibuprofeno.

-No están ahí- me dijo abriendo un mueble que estaba encima suya y sacando una caja blanca de pastillas.

-Oye, y gracias por traerme anoche.

-No te preocupes. Volví a casa de Nathan.

Claro, era obvio que no iba a dejar a esa morenaza tirada para traerme y volver a casa de su padre. No era nada que me sorprendiera, y esa era de las pocas partes que recordaba de la fiesta. Pobre Emily.

-Lo suponía...

-Cuando te traje no estabas en condiciones de suponer nada, preciosa- dijo con una sonrisa divertida y me tiró la caja.

Me giré dándole la espalda sin contestarle nada y noté que se estaba acercando a mi.

-Si crees que volví por la morena con la que me viste subir la escalera te equivocas, solo fui a por mis cosas, me he estado quedando con Nathan estos días.

-Yo no creo nada porque no te conozco de nada, Williams- dije sacando un vaso y llenándolo de agua en el grifo.

-Con esa tía ya había terminado, ni siquiera sé como se llama, ¿crees que iba a volver por ella?

-Repito, no creo nada porque no te conozco de nada, Ethen, y tampoco me entusiasma la idea de conocerte- me giré después de meterme una pastilla en la boca y me encontré con Ethen cerca. 

Demasiado cerca.

-Pues tienes razón, no nos conocemos de nada y ya te detesto- susurró.

-El sentimiento es mutuo. ¿Sabes mantener el espacio personal con una persona? Gracias- dije escabulléndome antes de que se acercara más y tomándome el agua después.

Ramé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora