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Ethen.

Cuando llegué de nuevo a mi casa, eran las seis y media de la mañana y quedaba menos de una hora para empezar el primer día de instituto del curso. Había estado desde el día siguiente al cumpleaños de mi padre quedándome en casa de Nathan. Estaba increíble e innegablemente cabreado con Amber, con su ingenuidad, con que siguiera viviendo en su burbuja de fantasía y color rosa sin darse cuenta de quién era el chico al que tenía al lado en realidad. Ese tío le había jodido la vida a Emily en un punto de secundaria y, aunque no podía confirmarlo, estaba seguro de que pretendía hacer lo mismo con Amber, y eso si que no pensaba dejar que pasase, no a ella.

Entré y todas las luces estaban apagadas excepto la de la cocina, así que me dirigí hacia allí arrepintiéndome al ver quién estaba en la cocina. Ella. Apoyada en la encimera con un cruasán en la mano. Con su uniforme de falda negra de tablas, camisa blanca metida por dentro y sus converse negras con los calcetines verde oscuro que iban en la vestimenta reglamentaria del instituto, pero con la corbata de estampado escocés del mismo color colgada en el respaldo de una silla.

Al escuchar la puerta cerrarse detrás mía, salió de su trance y su mirada se dirigió directamente a mi. Tenía las ojeras marcadas y una cara de cansancio con la que podría creerme que no ha dormido nada sin que me lo contara con palabras siquiera.

-Vaya... Amber- dije dirigiendo la vista al suelo al ver la suya clavada en mi.

-Has vuelto de una vez...

-¿Has dormido?

-No he pegado ojo, he estado dando vueltas en la cama toda la noche, estaba muy nerviosa por mi primer día y por...- se paró de repente y la miré-. Perdón, estoy hablando mucho, es que cuando me pongo nerviosa hablo sin parar y... lo siento.

-No pasa nada- le dije muriendo de la ternura que me había generado escucharla hablar tan nerviosa-. Tú tranquila, todo irá bien y si necesitas ayudar puedes llamarm...- me interrumpí a mi mismo-. Llamar a Maika, estoy seguro de que te va a ayudar sin problema.

Ella asintió y mordió su cruasán apartando su mirada de mi. Yo me senté donde estaba colgada su corbata y giré la silla para quedar mirándola a ella.

-Te queda bien el uniforme- dije rompiendo el silencio y acariciando la corbata con los dedos.

-Ya, bueno, no es precisamente la prenda más atractiva del mundo pero supongo que no está tan mal para ser de un colegio de pijos.

En ti todo es atractivo, cabrona.

-Supongo, pero te queda bien de todas formas.

-Gracias. ¿Tú no te vistes o qué?- dijo recorriendo con la mirada mi camiseta blanca básica y mis pantalones de chándal negros.

-Si, a eso voy. ¿Necesitas ayuda con algo?- pregunté poniéndome de pie.

-Vístete y luego me ayudas con el nudo de la corbata, no sé cómo se hace esto- dijo cogiéndola de la silla y colgándosela en el cuello.

-Vale, ahora vuelvo- dije saliendo de la cocina y dejándola desayunar sola. 

Subí a mi cuarto, todas las luces estaban apagadas así que supuse que me iba a tocar llevarla yo a clase.

Lo dices como si te molestara compartir tiempo con ella.

Por suerte, papá o Emma habían sacado y colocado el uniforme perfectamente sobre la cama, así que solo tuve que desvestirme y ponerme la camisa, los pantalones y la chaqueta por encima. No es que hiciera precisamente temperatura de chaqueta, pero si ya odiaba el uniforme normalmente, sin chaqueta era lo peor que había visto en mi vida desde el disfraz de arbusto que tuve que ponerme con 7 años para una función del colegio.

Ramé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora