Capítulo 35

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Entre compras

Hoy no tiene clase de Biología, el maestro no se presentó por enfermedad y seguramente estará ausente por varios días, lo bueno es que no dejó trabajos para esa clase; todo fue tan repentino que no tuvo tiempo para planificar una clase, pero para otros días sí. Escuchó que la mayoría de la clase ser irá a la biblioteca para terminar la tarea que probablemente no hicieron, él ya la había terminado desde haces dos días, por lo cuál no tiene nada que hacer, aunque siempre sabe que puede hacer, y definitivamente no incluía ir a una biblioteca.

Camina por los pasillos solo, ya que de sus nuevos amigos ninguno comparte clases y el horario escolar aun no acaba, busca su casillero y cuando por fin lo encuentra saca sus llaves, deja los cuadernos y saca los de su próxima hora, ve al fondo a su lindo balón y varios pedazos de su corazón se remueve, aun no puede con la salida del equipo y sigue dolido. Lo toma y lo gira en su mano, se le enciende el foquito antes de cerrar su casillero con candado.

Le dan tantas ganas de botarlo que se apresura llegar a las canchas, la escuela dice explícitamente en el reglamente que nada de botar balones en los pasillos o será decomisado, y no tiene pensado perderlo, es de los pocos buenos recuerdos físicos que tiene de la mejor época de su vida, al menos de lo que ha vivido.

Abre las puertas de la cancha de en par y en par, le da cierta tristeza que no haya nadie dentro, trota aventando su mochila sin remordimiento al pie de las gradas antes de meterse a una de las canchas, lanza con fuerza el balón directamente a la red (de voleibol que siempre esta puesta) rebota y regresa a él con la misma fuerza, junta las manos antes de recibir el balón y lo eleva al aire a unos cuantos pasos de él, hace su maniobra para dar un remata.

Cuando da el ultimo paso para elevarse, todo de él le envia una corriente de energía a su mano para dar un golpe duro y de picada, le parece que todo va en cámara lenta y su mismo cuerpo le demuestra lo mucho que extraña el deporte, el choque de su palma con el balón emite un sonido alto y claro, al ser un lugar cerrado se pueden oír los pequeños ecos que da, también se escucha el impacto que da contra el suelo antes de volver a botar perdiendo su fuerza hasta chocar contra la pared.

Aterriza y da unos pequeños pasos hasta llegar a la red. Enreda sus dedos en las pequeñas sogas mirando el rebote débil del balón, ese hubiera sido un bonito punto, más bien un punto maravilloso, sí que extraña estar en las canchas, minis recuerdos pasan por su mente provocando que su anhelo de volver crece más, la tarea de dejar algo no había sido tan fácil como esto, es como la droga que tanto le encantaba consumir que no sabía el valor que le tenía, hasta que le ha dejado y esa adicción es un dolor de muelas que no le deja en paz.

-El jugador número 10 del equipo masculino de voleibol nos acaba de deleitar con un punto que lo pone a la cabeza de la encuesta de los favoritos – una voz interrumpe sus pensamientos, la escucha como si fuera el narrador de un partido, voltea a su espalda y ve la figura pequeñita de Abigail sentada en la tercera fila de las gradas, al estar en un lugar cerrado basta con que hable un poco elevada, si necesidad de llegar a gritos. - ¿He dicho algo malo?

- Para nada – se mueve para acercarse a ella. - ¿Quieres jugar? – le propone, aunque ya conoce la respuesta.

- No gracias prefiero conservar mi perfecta cara intacta – mueve su mano negándole.

- Jamás te golpetearía con el balón – le da ánimos.

- No, ya sé, no dudo de ti – se señala a sí misma divertida indicándole que sería ella la que se golpearía.

- ¿Qué haces aquí? ¿No tenías clase? – pregunta él, ellos no comparten la misma clase pero se supone que ella si tiene.

- Ya suenas como mi mamá – rueda los ojos. – Una clase más o una clase menos ¿Qué importa? – arruga la nariz sonriendo.

Cartas de Ceniza. Completo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora