Capítulo 4 ❤️‍🔥

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Confesiones inesperadas.

Matías estaba ardiendo de ira, golpea una y otra vez el volante al ver que no llega al hotel de su madre rápido como esperaba, en cuanto recibió la noticia acérelo fuera del estacionamiento para llegar rápido, olvidándose completamente de Fabiola. 

–¡Maldita Amber! ¡Maldita! –Gritaba golpeando una vez más el volante exasperado.

El sentimiento de culpa también lo llena porque en parte era de él también, ahora su madre es la que está pagando los platos rotos que no le corresponden. Llega al valert parkin, el chico encargado de los autos se sorprende ante la brutalidad de cómo se estacionó y le aventó las llaves pasando de largo corriendo dentro del hotel.

En las puertas de cristal hay dos letreros en cada una, un letrero de "clausurado", tensa la mandíbula furioso adentrándose al vestíbulo, todo el personal lo conoce, pues al ser el hijo de la dueña ha pisado miles de veces el hotel. Llega a las chicas de recepción preguntando por su madre, ellas les indica que está en las oficinas, sin agradecer corre escaleras arriba subiendo las escaleras de dos en dos. No tiene la paciencia para esperar el elevador.

Al llegar el piso de las oficinas busca rápidamente la de su madre, la que por lógica es la más grande y lujosa de todos, Edgar el mayordomo de su abuela está esperando fuera de la oficina con su misma pose de siempre, manos detrás de su espalda, mentón arriba y espalda recta.

Sea la situación que sea, él no deja de compararlo con un pingüino. Además, si está su abuela aquí, eso quiere decir que Becca no jugaba y la situación es más grave de lo que creía, recuerda como en medio del partido la abuela se tuvo que ir, él sabía que sea lo sea que le hayan dicho no fue nada bueno y justamente pasa esto. Había ignorado su instinto y no se equivocaba.

–Joven Matías – saluda con su acento elegantemente francés.

Él solo le dedica una mirada antes de abrir las dos puertas con fuerza, todos en la sala miran a su sitio exaltados por el susto, por lógica no está sola su madre, están las principales cabecillas de sus hoteles, su abuela, el abogado Hernández con otros dos abogados, su hermana Becca que abraza a su madre.

Una punzada de dolor se le cruza en el pecho al verla destrozada los ojos rojos e hinchados, cierra las puertas antes de respirar hondo y dar la cara preparado para ver como su propio hijo le tiró una puñada por la espalda. Se para frente al escritorio bajo la mirada de todos.

–¡Es mi culpa! Clausuraron el hotel por mi culpa –confiesa sin preámbulos, su madre se levanta limpiando sus lágrimas con un pañuelo que le dio uno de los abogados.

–¡Claro que no cariño! Debe de haber una explicación –se dirige a sus cabecillas preguntándoles si estaban al orden de los pagos, de tener todos los inspectores satisfechos. Una vez más sus cabecillas les aseguran que todo estaba en orden, que todo está en orden, su madre les da la espalda a todos mirando a través de su gran ventanal admirando las vista que ofrece estar en el piso 31.- No nos pueden clausurar así porque así.

–Yo no estaría tan segura –menciona Becca fulminando con la mirada a Matías.

Becca es tan inteligente que no tiene necesidad de pensar ni de sumar dos más dos, la respuesta está más que clara, su madre se devuelve hacía ellos al escuchar su tono, la conoce como la palma de su mano, el tono de Becca combinado con la culpa de Matías le da foco rojo. En eso comparten los tres su inteligencia y su audacia, se ve a leguas que son hijos de Joselen por el parecido en algunas facciones de su cara y parte de su inteligencia y personalidad también son heredados de ella.

–Déjenos solos –les pide a sus cabecillas, quienes asienten acatando la orden saliendo en sumo silencio.

–Hernández tú no –le pide Matías, el abogado asiente manteniéndose de pie a un lado del escritorio. Los únicos que se quedan en la sala es su abuela, Becca, Joselen, Hernández y Matías.

Cartas de Ceniza. Completo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora