Capítulo 17

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Tenía tiempo de no tener este sentimiento al envolverme en sus brazos. Se siente increíble. Definitivamente, este momento de mi vida es lo que anhelaba desde hace años, me cuesta creer que es realidad. 

Pocos minutos después, nos separamos, compartiendo grandes sonrisas entre los tres, aunque, mi madre se encuentra con unas cuantas lágrimas recorriendo por sus mejillas.

—Mamá, no llores...

Ella baja su mirada, sorbiendo su nariz y limpiando sus lágrimas.

—Son de felicidad, cariño. 

—Esto es algo único, hija —continúa mi padre, pasando su brazo por la espalda de mi madre —, lo mejor es disfrutar. Es normal que a tu madre le entre el sentimiento.

—Pero no dudes de la felicidad que esto es para nosotros, mi amor.

—No lo dudo.

Mi madre ahora acaricia mi mejilla.

—¿Pero qué crees, hija? 

—¿Qué pasó?

—Es hora de dormir...

—Ay, papá...

—Ya lo sabes —asiento lentamente —. Tienes que descansar.

—¿Me dan la bendición?

—¡Por supuesto!

El primero en dármela fue mi padre y después mi madre. Los dos lo hacen con tanto amor y cariño, regalándome una sensación de seguridad; y es la mejor sensación que tenía años de no experimentar.

—Muchas gracias.

Ambos me dan una tierna sonrisa y un sutil beso de buenas noches. 

—Descansa, mi amor, y verás que Emma regresará sana y salva con nosotros —continúa mi padre —. Confía. 

—Lo haré. Descansen. 

—Hasta mañana, hija.

En segundos, ya no se encuentran en mi habitación. Me acuesto de forma cómoda en mi cama lista para ir al mundo de los sueños, no sin antes rogar para que Emma se encuentre bien.

Martina

Todo esto es un caos... Tanto estrés, desesperación, la tristeza que siento como madre al ponerme en los zapatos de Salma, la falta de sosiego y una lista sin fin... No soporto ver a mi hijo en ese estado y tampoco sé qué más hacer para subirle su ánimo, le he dicho que Emma está bien y que la encontraremos, él solo asiente y continúa con su mirada fija y perdida, lo único que me queda es decirle cuanto lo amo...

—Hola, amor —alzo mi mirada para observarlo, éste inmediatamente forma un mueca al verme en este estado, con mis ojos rojizos y mi expresión transmitiendo todo lo anterior mencionado —. Veo que aún no hay buenas noticias... —niego con la cabeza —. Tranquila, hermosa, verás que todo estará bien. 

—Deberías decirle eso a Arnold, él es el que está mucho peor que yo.

—¿Dónde está?

—En el balcón de su habitación, no ha salido de ahí desde que llegamos. Álvaro, me duele verlo así. 

—Hablaré con él, por el momento tú trata de descansar, yo me encargo de Arnold.

—Vienes cansado de trabajar todo el día...

—Y tú también estás cansada, haces mucho en el día, no es justo que yo llegue e, inmediatamente, me vaya a acostar. Hazme caso, hermosa, por favor.

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