Capítulo 21

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—Estábamos muy preocupados por ti.

—¿Quieren saber dónde estaba? Buscando a Emma. Cuando nos reunimos, Johnny llegó diciendo que Lecat había vuelto a aparecer.

—¿Cómo? —pregunta mi madre, llevando una mano a su boca.

—¿Estás bien? ¿Tus amigos están bien?

—Sí, papá, sí mamá. Johnny le dio pelea a Lecat, incluso le preguntó en dónde estaba Emma, pero el desgraciado de Lecat se fue y Johnny no pudo detenerlo. Ahí fue cuando me desesperé, me harté, me fui, ya no sabía qué hacer y fui a buscarla a lugares abandonados o despoblados por mi propia cuenta.

—Arnold, eso es muy peligroso, y más que hayas ido tu solo.

—¡No me importa que tan peligroso sea, mamá! —mis padres se sobresaltaron al escucharme gritar —¡Solo quiero encontrarla!

—Baja la voz, Arnold —ordena mi madre.

—¡Estoy harto!

—Hijo —añade mi padre —, lo sabemos y te apoyamos, también queremos encontrar a Emma, pero tuviste que haber avisado o pedirnos nuestra compañía. Ya eres mayor, lo sabemos, pero no estamos en buenos momentos como para que estés tú solo por esos rumbos.

—Creímos que algo te había pasado, hasta pensamos que Lecat te había hecho algo, estábamos a punto de ir a buscarte —continúa mi madre.

—Se los agradezco. Pero se lo dije los demás y se lo digo a ustedes: no me importa que tan peligroso sean los lugares a los que tenga que ir ni a lo que me tenga que someter, solo quiero encontrarla. ¿Por qué no lo pueden entender?

—Por supuesto que lo entendemos, Arnold —responde mi padre.

—¿Entonces? —suelto un suspiro de alguien cansado —Al amanecer volveré a buscarla.

-—Te acompañaré.

—No, mamá, tú quédate aquí, no me quiero arriesgar a perderte también.

—¿Pero yo sí me tengo que arriesgar? Estás muy equivocado, jovencito.

—Da igual si me pasa o no algo, mamá, da igual.

—¡Arnold Mejía, basta! —exclama mi padre, interrumpiendo, molesto —¿Te estás escuchando? ¡Con eso no se juega, hijo! No sé qué te está pasando. Estás tomando una actitud que antes no tenías y no me agrada.

—¿Cómo te das cuenta? Ni siquiera estás en la casa.

Veo como mi padre frunce su ceño para, después, tomar asiento en el sofá.

—Arnold, no digas eso...

—Es la verdad, mamá, nunca está.

—No solo a ti te duele, a mí igual, pero tu padre tiene razón respecto a tu actitud. Muy aparte de Emma, cariño, algo te está pasando. Somos tus padres y te conocemos mejor que nadie.

—No sé de qué hablan. Buenas noches.

Sin pedir permiso, subo a mi habitación. ¿Por qué son así? Dicen que lo entienden pero yo veo todo lo contrario.

Martina

Suspiro mientras volteo a ver a mi esposo, quien se encuentra con unas cuantas lágrimas recorriendo sus mejillas. Hace mucho no lo veía así...

—Álvaro...

—Ya lo escuchaste. Me odia.

—Él no te odia, solo te extraña en casa.

—Justo por eso va a terminar odiándome. Acéptalo, Martina —esconde su rostro con ayuda de sus manos —. Soy el peor padre y el peor esposo del mundo. No los merezco...

—No vuelvas a decir eso...

Él no responde, solo se dedica a continuar con su llanto. Yo me dedico a sobarle su hombro en forma de consuelo, sintiendo como las lágrimas ahora también se quieren apoderar de mí, y está bien, no me molestaré en dejarlas ganar.

Debo admitir que nunca había llorado tanto, nunca había experimentado este dolor, y puedo jurar que es lo peor.

Ese sentimiento de que tu familia se está derrumbando no se lo deseo a nadie. Te rompe el corazón en mil pedazos y no ves la esperanza en alguna esquina de que todo cambie y regrese a la normalidad...

Sara

Una de las cosas que más me gusta hacer es mirar por la ventana y platicar con Dios, solo que sin lágrimas en los ojos, pero con la situación que tenemos ahora es imposible aguantarse las lágrimas, lo mejor es dejarlas salir...

—Sé que me estás escuchando, como siempre lo haces y también sé que te lo he pedido infinidad de veces, pero ayúdanos a encontrar a Emma —susurro —. ¿Cuánto tiempo más durará esto? Dime, ¿cuánto? Lo sigo poniendo en tus manos y seguiré rogando por tu ayuda. Amén... —al terminar, me persigno.

Al momento de acomodarme de pie para cerrar la ventana y finalmente dormir, siento una brisa de aire recorrer todo mi cuerpo, dejándome confundida e inerte, con la mirada fija en el cielo. Es él, diciéndome que todo estará bien. Lo sé.

Se siente tan bien.

Al amanecer, me vestí con ropa cómoda, desayuné junto a mis padres, y emprendí camino hacia mi universidad donde, al llegar, me encuentro rápidamente con Johnny.

—¿Cómo estás? —pregunto, al separarme del pequeño abrazo.—

—Bien, aunque con algo de culpa aún  —formo una mueca —. ¿Y tú?

—Bien, ayer sentí que todo va a estar bien, que encontraremos a Emma muy pronto.

—¿Oraste? —asiento orgullosamente —Me alegra. Quisiera también sentirlo.

—Inténtalo, no te arrepentirás.

—Lo haré.

—¿Has hablado con Arnold?

—No, pero ya llegó. De hecho, te estaba esperando para que ambos fuéramos juntos con él.

—Claro. ¿Dónde está?

—Sígueme.

Hago lo ordenado. Hasta llegar a una jardinera que casi no tiene alumnos, lo visualizamos concentrado con su poder, formando y rompiendo gotas de agua, sin cesar.

Está tan perdido en sus pensamientos, donde sé que en ellos solo predomina Emma.

—Arnold... —dice Johnny, llamando la atención del mencionado.

—¿Qué quieren?

—Estar contigo, amigo, ayudarte a buscarla a tu manera —Arnold nos examina con la mirada —. ¿Podemos?

Arnold asiente, regresando su mirada al suelo. Nosotros nos acercamos y tomamos asiento a su lado.

—Ayer, después de que te fuiste, Johnny y yo también nos fuimos a buscarla por calles despobladas a media carretera, pero no encontramos nada. ¿Tú encontraste algo?

—No, pero Salma también estaba buscando, hicimos equipo, pero no encontramos nada.

—Pobre Salma... —continúa Johnny —. Debe ser horrible como la esté pasando ella y su esposo, Mauro.

—Es su hija...

—Arnold —el mencionado me mira —, tienes razón, de nada sirve estar esperando otra señal de Lecat, así que estamos a tus órdenes. ¿A dónde iremos ahora?

—Gracias, chicos... Pues es evidente que no están cerca de aquí, habrá que salir más de la ciudad y buscar con la mayor concentración posible.

—Perfecto —responde Johnny, poniéndose de pie —. ¿Nos vamos ahora?

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