Capítulo 27

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Álvaro 

Me detengo al visualizar cómo alguien más se integra al juego. Por un momento todo mi ser quedó inerte al reconocer a ese alguien. Pero por más inerte y sorprendido que esté, el sentimiento de felicidad es el que gana por sobre todos, pues ese alguien es nada más y nada menos que Emma, la chica de mi hijo, una gran felicidad para él. 

Me alegra tanto que Emma esté bien y de vuelta con nosotros. No sé qué fue lo que le ocurrió ni por todo lo que tuvo que pasar, pero Emma regresó más fuerte que nunca. Mauro y Salma deben estar plenamente orgullosos de la hija que tienen.

Estoy escuchando y observando todo atentamente, sin atacar —obviamente—, pero listo para si en algún momento necesito usar de mis poderes.

—¡Álvaro! —volteo de inmediato al escuchar mi nombre proveniente de esa voz tan conocida para mí —Gracias a Dios te encuentras bien. ¿Si estás bien, verdad?

—Martina, ¿qué estás haciendo aquí?

—Te vi desde lejos y quería estar a tu lado. No podía dejarte solo —le agradezco con la mirada pero, al mismo tiempo, le hago entender que estuvo mal —. Sé que es peligroso y me arriesgué mucho pero, entiéndeme, amor... —le sonrío, mientras su mirada se posa en mis manos, las cuales están rodeadas de mi aura —. Hace mucho no utilizabas tus poderes.

—Lo sé, pero la situación lo amerita. 

—¿Cómo se siente?

—Extraño. 

Ambos reímos en bajo.

—Te pueden despedir del trabajo, ¿sabías, no? —asiento lentamente —Te hubieras quedado en la empresa.

—Martina, ¿qué más da si me despiden? Estoy harto de ese trabajo, Martina. No me dejan convivir como se debe con mi familia. Ésta es una decisión que debí tomar hace mucho tiempo, pero la preocupación por darles una buena vida fue más grande y más importante que el amor... —siento como mi esposa me limpia con delicadeza una lágrima que recorría mi mejilla —. Perdóname, Martina. Te prometo que todo va a cambiar. 

—No tengo nada que perdonarte, mi amor. 

De repente, nuestros labios se unen. Mal momento para un beso, pero anhelaba esto desde hace mucho tiempo. 

No puedo creer que fui un maldito cobarde. 

Salma

Pego un grito ahogado al ver toda la escena desde mi ventana.

—¡Mauro, mi amor! —exclamo, con lágrimas de emoción corriendo por mi rostro —¡Ven, rápido! 

—¿Qué ocurre, mi amor?

—¡Emma está ahí! ¡Nuestra hija está bien! —su expresión cambia rápidamente; veo cómo sus ojos se cristalizan, igual que los míos —Tenemos que ir con ella. Debemos ayudarla, a Emma y a los demás. 

—Sí, hay que ir, necesitan de nosotros. 

—¿Pues qué esperamos?

Ambos tomamos nuestras cosas correspondientes y necesarias, para después, salir rumbo al lugar donde se lleva acabo la lucha.

Rebecca

Mercedes, Ryan, Robert y yo nos encontramos en nuestro hogar, viendo todo desde la televisión, pues nosotros somos ordinarios, no tenemos manera alguna de ayudar a nuestros hijos, y claro que nos pesa, pero Agnes también nos prohibió salir. 

Cada pareja está cruzada de manos. Los cuatro sudando frío por la ansiedad que sentimos, por el suspenso que nos genera no saber cómo terminará todo para la ciudad, para Agnes, para nuestros hijos... Por supuesto que confiamos en su potencial, pero eso no nos quita los nervios, el miedo y el pesimismo sobre la situación. 

—Lo lograrán, amor —susurra Robert para mi oído —. Para esto entrenaron. 

—Sí, solo me es imposible tranquilizarme, estos últimos días han sido pésimos —respondo, recargándome en su hombro.

Álvaro

Después de unos segundos, nos separamos, compartiendo miradas.

—¡Cuéntales, Agnes! —exclama Lecat, interrumpiendo nuestro momento y alzando sus manos, como si se estuviera rindiendo —¡Cuéntales como me arruinaste la vida! ¡Cuéntales como dejaste que mis padres murieran! ¡Todo lo hiciste sin piedad! ¡Cuéntales como no eres esa persona que tanto finges ser!

—¿Qué está pasando?

—Martina, te amo, pero debes ir a un lugar seguro —ella frunce el ceño —. Es muy peligroso que estés aquí, no tienes con qué defenderte, perdiste tus poderes hace años. No puedo ayudar a los chicos y protegerte a ti al mismo tiempo, perdí esa capacidad. 

—No me quiero ir.

—Te lo pido, hermosa, escóndete. Te veré en un rato.

—Cuídate mucho, Álvaro.

—Lo haré.

Arnold

—¿A qué se refiere ahora este tipo? —pregunta Johnny.

Mi vista se posiciona en Emma, quien está con un semblante preocupante. 

—Más vale que cierres esa boca, Tadeo —responde Agnes, aún con esa mirada seria y amenazante, todos nos miramos entre sí al escuchar ese nombre —. ¡Elementales! Lo que les diga no es cierto. 

—Puedes preguntarle a Emma, Agnes. Ferrer sabe absolutamente todo, sabe tus actos malvados e hipócritas —miro a Emma —. ¡Admítelo, Agnes! No eres quién dices ser... ¡Maldito hipócrita!

—Emma, sabes que eso es mentira. Yo no soy así.

—Ya no sé qué creer, Agnes —el mencionado la mira con indignación.

Emma

—Emma Ferrer —continúa Lecat —, te dejo la tarea para que le cuentes a tus compañeros Elementales lo que hizo este maldito. ¿Cuento contigo para eso?

—¡No la sobornes, Lecat! —expresa Arnold, enojado. 

Qué difícil es cargar con esto. Aún no estoy del todo decidida pero, por las expresiones y la actitud que Agnes ha tomado, el punto lo va ganando Lecat.

—Arnold...

—¡No, Emma! ¡Él tiene que tener su merecido!

—Espera a que escuches a tu noviecita, Mejía —interrumpe Lecat —, sabrás de lo que hablo...

—¿Por qué no te callas y te rindes de una vez? ¡Facilítanos el trabajo!

—Arnold tiene razón —añade Agnes —. Mejor cállate, Lecat, y ríndete ahora. No podrás contra mis chicos. 

Que sospechoso todo, maldita sea.

—Déjame decirles a tus queridos chicos que eres un maldito rencoroso. 

—¡Oigan! —exclama Johnny —¿Qué está pasando aquí?

—¿Alguna persona amable que nos quiere explicar? —pregunta Sara.

—¡No hay nada que explicar, Sara! —exclama Arnold —¡Él miente!

—¡Ash, Arnold! ¡Cierra la boca por cinco minutos! —expresa Lecat, harto e irritado.

—¡Cállame!

—Como gustes —responde, encogiéndose de hombros —. Espero que hayas disfrutado tu estancia aquí. 

Ay no...

Arnold

—¡Arnold, hijo! ¡Cuidado!

—¿Papá? —De un segundo a otro paso a estar en el suelo, escuchando como estruendo el sonido de varios balazos consecutivos de un arma. Aclaro mi vista y me encuentro con mi padre en el suelo —¡Papá!

Los ElementalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora