Capítulo 22

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Arnold y yo lo miramos confundido. 

—¿Ahora? 

—Así es, Sara, ahora. 

—Johnny tiene razón —añade Arnold, regresando a su altura normal —. ¿Que más da perderse unas clases? Todos vamos bien, no creo que haya problema. Además, lo importante ahora es encontrar a Emma. 

—Si nos vamos ahora será mejor, tendremos más tiempo —bajo levemente mi mirada —. Si no quieres perderte las clases, puedes quedarte, Arnold y yo podemos iniciar la búsqueda. 

—Aunque, nos serías de gran ayuda pero, si así lo deseas, no te preocupes...

No es que no lo desee... Pero la universidad es mi primera escuela presencial, tiene un significado muy grande e importante para mí. Además que nunca me ha gustado la idea de saltarse clases... No importa. Arnold tiene razón. Emma nos necesita; Emma es lo que importa ahora. No le pienso fallar a mi mejor amiga. 

Sí, mejor amiga, eso es para mí. 

Inmediatamente me acomodo de pie, acomodándome mi mochila en el proceso.

—Andando, se nos hace tarde, caballeros.

Johnny

Sin más, pasa en medio de los dos, dejándonos atrás, mientras la observo con una sonrisa de alguien orgulloso y enamorado. 

—Vamos, amigo —continúa Arnold, siguiendo a Sara. 

—Esa es mi chica —susurro para mí mismo.

Aún no es mi chica, pero espero que lo sea pronto, para así poder gritarlo a los cuatro vientos y, obviamente, frente a ella. 

Tomo mi mochila, la cuelgo en mis hombros y los sigo. 

Pocos segundos después, los tres nos encontramos fuera de la universidad. Es lo bueno de estar en esta etapa, podemos salir sin que nos digan algo o sin que nos interroguen, pues prácticamente somos adultos ya.

—Primer paso listo —enumera Arnold—. Siguiente paso, salir de la ciudad. 

—Eso fue sencillo... —añade Sara, acercándose —. Oigan, genios, ¿cómo saldremos de la ciudad? Ninguno de nosotros tiene auto, y para agarrar un auto de ruta, tardaremos. 

—Buen punto, Cervantes. ¿Dónde conseguimos uno, Johnny?

Se nos olvidó por completo eso.

—¿Alquilamos uno? —pregunta Sara.

—No —respondo —. Necesitamos licencia para eso y ninguno de nosotros tiene, o al menos yo no tengo una. ¿Ustedes tienen? —ambos niegan con la cabeza —. Lo sabía...

—¿Qué hacemos? —Pregunta Arnold.

—Estoy pensando... —en seguida, Yahir, un buen amigo de mis padres, llega a mi mente con la rapidez que necesitaba —. ¡Lo tengo! —ambos voltean —Iremos con Yahir. 

—¿Y Yahir es...?

—Un buen amigo de mis padres, por lo tanto, también es amigo mío, solo que yo le digo tío de cariño.

—Bien, qué tierno —dice Arnold —, pero ¿Yahir en qué nos va a ayudar?

—Déjame terminar, querido amigo... —Arnold extiende levemente sus brazos —. Como es buen amigo, estoy cien por ciento seguro que me prestará su coche, bueno, noventa por ciento.

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