-CAPÍTULO VIII-

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𝑳𝒂 𝒑𝒓𝒖𝒆𝒃𝒂

𝑳𝒂 𝒑𝒓𝒖𝒆𝒃𝒂

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Alya

Hay una frase de Robert Bloch, que las mujeres de mi ambiente clasificaron como suya, las palabras las determinaron como la representación de su alma y posición. Y dice:

«Podrán romperme los huesos con palos y piedras, pero las palabras nunca lograrán herirme».

 Creí que sabía lo que significaba, pero supongo que me equivoqué.

Siempre pensé que esa frase podría definir quién soy. Nunca pensé que la persona que me golpeara con los palos y las piedras, sería yo misma. Me lastimaba con tanta presión que me sentía desfallecer, cada segundo que pasaba, cada pensamiento sobre el futuro de las cinco chicas, cada posible decisión sobre ellas, la malvada realidad que nos rodeaba... Todo era demasiada presión para soportar. 

Yo tenía sus destinos en mis manos:

Morir lentamente como esclavas de cualquier hombre o morir en la cobardía de mis decisiones.

Sea cual sea mi decisión, lastimará tanto mi alma que dejaré parte de mi humanidad esta noche.

—¿No te parece que la moral y la ética son un mal chiste?

La voz que Alcor resonaba entre la multitud, todos se mantenían en silencio, parecían admirar con fascinación toda la horrible situación. Detestaba todo esto, esta realidad, estas personas, ¿cómo pude olvidar el tipo de familia al que pertenece Aryx?

Tanto él como su familia, estaban dementes.

Entre la familia Francesco, una pequeña niña de no más de siete años observaba con atención el espectáculo, me hace pensar: «¿Qué tan enfermo está este mundo?».

—¡¿No les parece un mal chiste?!

Aryx tenía razón, demostrar valentía y coraje delante de su padre fue un mal movimiento mío, eso solo alimentó el hambre del monstruo. Momentáneamente, buscaba la presencia de  él, su enamorada tampoco estaba presente y Leandro estaba atendiendo las necesidades de sus dueños.

La situación era una completa locura, ¿cómo podrían ver esto normal?

Sabía que el mundo era una jodida mierda, pero jamás me imaginé que específicamente yo, entre todas las personas, entre todas las mujeres, tuviera que pasar por esto. 

—¿De qué les sirve a las mujeres intentar demostrar valentía y moralidad? —Alcor se movía de un lado a otro mientras hablaba— Al final, no cambiará el hecho de que todos somos iguales... Somos humanos.

Mis manos empezaban a temblar mientras meditaba mis movimientos, demostré altivez al entrar y doblegarme ahora, sería caer en las garras de este monstruo.

—Tanto los hombres como las mujeres, tenemos necesidades iguales y uno de esas... Es el poder —Alcor se me acercó y puso un extraño cuchillo en mis manos— Ahora tú tienes el poder Alya, es su cabeza o la tuya, tú eliges.

NUESTRA CONDENA © COMPLETA / EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora