-CAPÍTULO X-

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𝑺𝒐𝒎𝒐𝒔 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅

𝑺𝒐𝒎𝒐𝒔 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅

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Alya

«En las noticias de hoy, tenemos noticias del posible paradero de Ares Serpens.

El hijo del reciente proclamado General Serpens, huyó a los diecinueve años de edad, y ahora, un cuerpo que posiblemente pueda ser de él, fue hallado en la hoguera. También se encontró el cuerpo de una mujer , que fue decapitada a unos cuantos metros del otro cuerpo.

Recordemos que Ares y su esposa, fueron sentenciados a muerte por herejía, dictaban el libre amor y causaron la rebelión en masas de muchas mujeres y personas homosexuales.

También se dice que fueron asesinados por ajuste de cuentas.

Estamos a la espera de la autopsia y corroborar que sea el hijo del General Serpens, el cuerpo de la mujer, fue reconocido como el de Anna, su esposa.

Aún no tenemos noticias sobre el otro cadáver, pero se rumorea que se trata de Ares.»

Recuerdo que leí sobre un tal "Ares Serpens" en un periódico antiguo, guardado en el escritorio de Madame Syrma, quedé sorprendida por la maldad humana que puede existir.

Antes no lo comprendía, pensaba «¿Cómo pueden castigarlos por amar?».

Lo comprendí poco a poco, Madame Syrma y Darius se encargaron de hacerme saber el mundo exterior es cruel y salvaje, que el mínimo rayo de esperanza que ven... Lo destruyen, como si de un pequeño brote de flor se tratara.

Maldición, ahora digo las frases de Disney.

Esto me pasa por leer esos cuentos cursis.

Parpadeé lentamente.

Todo estaba yendo bien.

Nos estábamos divirtiendo.

¿Qué fue lo que pasó?

Estaba con Louis y Aryx, viendo unas prendas para la noche, Leandro nos dio el alcance después y se fue a hablar a una esquina con Aryx. Todo se puso rudo de un momento a otro, Aryx agarrando con fuerza del cuello a Leandro, y luego, tres hombres armados entraron y empezaron a disparar a quemarropa a la mayoría de las mujeres que estuvieron presentes.

En cámara lenta, vi con horror como el primer disparo lo había recibido una mujer en el ojo. Sin algún tipo de misericordia, les quitaban la vida a unas cuántas mujeres que trabajaban en la tienda, los gritos desenfrenados y el olor a sangre fresca combinados con el olor del plomo de las balas, hacían de este lugar un campo de guerra; mientras que, algunos hombres solo estaban inconscientes... Me acurruqué en posición fetal, cubriendo mi cabeza y, entre la decisión de cerrar los ojos o mirar a mis pies, donde estas mismas estaban bloqueadas por el cuerpo de alguien.

NUESTRA CONDENA © COMPLETA / EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora