-CAPÍTULO XVIII-

3.8K 469 241
                                    

¿𝑬𝒏𝒔𝒆𝒓𝒊𝒐 𝒏𝒐 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒆𝒔 𝒔𝒆𝒓 𝒄𝒐́𝒎𝒐 𝒏𝒐𝒔𝒐𝒕𝒓𝒐𝒔?

¿𝑬𝒏𝒔𝒆𝒓𝒊𝒐 𝒏𝒐 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒆𝒔 𝒔𝒆𝒓 𝒄𝒐́𝒎𝒐 𝒏𝒐𝒔𝒐𝒕𝒓𝒐𝒔?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

𝐀𝐥𝐲𝐚:

Mi corazón palpitaba con fuerza, un miedo iracundo se instaló cómo una daga caliente, quemando mis entrañas. Odio sentirme así, odio sentir que mi respiración se agita, asfixiándome entre gritos mudos de ayuda.

«Odio tener que vivir así.»

Sigo corriendo, huyendo de todo, huyendo de ellos. ¿Qué me pasa? Hace unos días, tenía la suficiente valentía para decir que quiero acompañar a Aryx en su travesía de genocidio contra este asqueroso mundo... Pero ahora, solo quiero huir. Las ramas de los árboles golpeaban mis brazos hasta hacerlos ligeramente sangrar, y aún así, eso no me duele.

Lo que más me recorre, es la adrenalina que recorría mi cuerpo al intentar huir de la loca mujer que intentaba matarme.

—¡Dijeron que matara a la prostituta! —Su voz hizo eco en todo el bosque —¡Y tú eres la única que se acuesta con ambos hermanos!

«Fania es tan ridícula»

Podría aceptar su odio si mi atención fuera cien por ciento para Alejandro, pero por todos los dioses... Ni siquiera pienso en robarme su título.

Los megáfonos que estaban amarrados a los árboles, comenzaron a sonar y una melodía se empezó a escuchar, conocida para los bebés, pero con la letra más horrible que el ser humano pueda crear.

«—Los niños del carruaje gritan y gritan, gritan y gritan, gritan y gritan...

Los niños del carruaje gritan y gritan, por todo el espiral.»

La canción se escuchaba en todas partes, acompañado de los gritos que hacían los sacrificios a punto de morir. Este tipo de juegos no eran más que excusas para cumplir sus asquerosos fetiches de gente millonaria.

Darius ya me había advertido de este tipo de cosas extrañas que hacían la gente poderosa, les gusta sentirse superiores, que nadie puede negarles nada, que pueden hacer lo que quieran con sus inferiores... Hasta decidir sobre sus vidas.

«Al menos, no es Auva la que intenta matarme.»

«—Las mujeres del carruaje se duermen por siempre, se duermen por siempre, se duermen por siempre...

Las mujeres del carruaje se duermen por siempre, en toda la lobreguez.»

Mientras corría, tropiezo con una roca, provocando que ruede cuesta a abajo hasta llegar a un riachuelo.

«—Los hombres gritaban con balas, gritaban con balas, gritaban con balas...

Los hombres gritaban con balas, apuntando al desgarbado.»

NUESTRA CONDENA © COMPLETA / EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora