-CAPÍTULO XXX-

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Rinascimento

Rinascimento

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𝐀𝐥𝐲𝐚:

««—¿Por qué debo aprender varios idiomas? —Refunfuño sin ganas, odiaba esto, estas clases para volverme útil y refinada.

—Cuando llegue el día de tu presentación, deben verte mínimamente a su medida y eficiente —ruedo los ojos ante aquello. Madame Syrma sigue peinándome con gran delicadeza, era increíble lo que sus manos hacían... Me volvían una pequeña dama, aunque ese no fuera mi título —. Se trata de cumplir una expectativa, la única que importa: Ser fascinante.

—No entiendo.

Ella tararea una melodía, su voz es celestial y cálida, supongo que es porque está embarazada.

—No importa si uno es físicamente inaceptable, o tal vez, si uno tiene cualidades aburridas. No importa, porque si cumples esa expectativa —explica mientras nos miramos en el reflejo del espejo —, te vuelves el objetivo inalcanzable del mundo.

Que aburrido, tener que preocuparme por la desaprobación de un mundo; aun así, es inevitable, ella me mira con orgullo y expectante, como si esperara que respondiera algo respetable y correcto.

—Espero cumplir sus expectativas —ella no me responde, pero creo que me malentendió porque me ordena regresar a mis clases.

Prefiero pasar tiempo con Darius.»»

Respiro profundo, ignorando lo que pasa, tratando de volver a pensar algo bonito. 

La asquerosa sensación de vomitar me inundó de nuevo, su tacto se vuelve enfermizo y aterrador, mi interior se desgarraba por completo, haciéndome temblar. Ahora mismo, solo quiero morirme.

Lo odio.

Lo detesto.

Me enferma.

Mis uñas se incrustaron en su piel, tratando de lastimarlo de alguna manera, pero el desgraciado seguía embistiendo con fuerza y el dolor se intensificó con cada movimiento. La excitación que él sentía, debido a mi supuesto ataque, solo provocó que sintiera repulsión de mi propio cuerpo.

Es repulsiva la manera en la que él me mira. Era igual a cuando era niña, lo recuerdo, ellos me miraban de la misma forma. Como si estuviera desnuda y los provocara, como si yo lo deseara... Solo hizo que me odiara.

Sus manos me están tocando de nuevo...

—Basta —susurro con una voz casi audible.

NUESTRA CONDENA © COMPLETA / EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora