-CAPÍTULO III-

6.4K 894 264
                                    

Acércate manceba

Acércate manceba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Alya

¡No puede ser cierto!

¿Un Francesco?

Joder.

Se nota que los dioses me aman, ser comprada por el hijo de un mafioso italiano... Debe ser una puta broma.

Había leído suficientes revistas y periódicos que hablaban de dicha familia. De las pocas que aún hacen rituales enfermos y sangrientos a los dioses, hermanos desquiciados, un padre con la tercera organización más grande en la mafia italiana... Sin contar que son, extremadamente intocables.

Pero, él...

«Aryx Di Francesco»

«Terrible reputación, hábitos insaciables y un sádico sin control»

Que dicha que me compre tal sujeto.

Mientras empacaba mi ropa, miré de reojo al hombre que me había "comprado", se encontraba recargado en el umbral de la puerta de la habitación.

Me permití apreciar su perfil.

Labios carnosos y rosados, mandíbula perfectamente delineada, pestañas rizadas y ojos grises...

¿Acaso el mismo dios Zeus creó a este hombre?

—¿Vas a seguir acosándome o me vas hablar al menos? —Sugirió. Me volteo lentamente y le doy la cara con los brazos cruzados —¿No deberíamos conocernos un poco?

—No, no quiero. Al menos, no por ahora —me volteé de nuevo y seguí guardando mi ropa— no me gusta desperdiciar mi tiempo.

Sé que no debería hablarle así a mi comprador, pero tengo un leve presentimiento sobre él y su sola presencia me provoca el nacimiento de una extraña osadía. Escucho sus pasos acercándose y siento sus gruesas manos en mi cadera; me apega a su cuerpo y siento su aliento detrás de mí oreja.

Que extraño, no siento náuseas.

¿No podía ser más caliente?

¿Enserio?

Siento que me estoy mojando de tan solo tenerlo cerca.

—No me provoques, manceba.

Tan pronto escucho ese nombre, me giro y quedo bajo su atenta mirada.

—¿O qué? ¿Vas a golpearme? —hablé con firmeza— Si lo vas a hacer, que sea en mis nalgas y no en mi cara. Además, mi nombre es Alya.

Veo que me sonríe y posa su mano en mi nuca, acercando nuestros rostros.

—Debería castigarte por tal atrevimiento —susurró con una sonrisa torcida, sus labios rozaban con los míos, mezclando nuestras respiraciones y definiendo los milímetros de la cercanía de estos mismos. Sentí una electricidad recorrer mi cuerpo y un deseo que crecía cada vez más en mi interior —. Pero creo que eso sería un premio y no un castigo para ti, ¿verdad?

NUESTRA CONDENA © COMPLETA / EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora