Capítulo 7.

1.7K 113 124
                                    



Alessandro...





Mi estómago ruge de hambre por lo que decido ir a la cocina por algo de comer, la lluvia a dejado una noche oscura y no me sorprende encontrar a Leyra frente al horno pues le apasiona la cocina tanto como a su madre con la diferencia que Leyra es amante de la comida salada y Vivian crea postres fabulosos. Rodeo la mesa de comedor hasta ubicarme a la cabeza y con paciencia espero a que un humeante plato con pavo, vegetales y arroz sea colocado frente a mi.

El olor a melocotón avasalla mis fosas nasales cuando noto lo cerca que Leyra se encuentra de mi rostro.
Por un nanosegundo puedo sentir sus pechos rozar mi brazo y quiero atribuirlo a mi imaginación cosa que me jode por que la imagen de sus pechos mojados cuando estaba con Mirela en su habitación llega a mi mente haciéndome tragar con fuerza.

Puedo notar que ha cambiado su ropa pero ahora noto la cantidad de piel expuesta que siempre posee. Sonríe mostrando su perfectos dientes y decido ignorarla comenzando a comer. Corto pequeños trozos de carne deliciosa y cuando termino de comer estoy completamente lleno.

Respiro con pesadez pero sin querer mis ojos viajan a mi derecha en donde ella ha dejado la mitad de su comida cosa que me hace fruncir las cejas.

- ¿Por qué no comes?. - me es inevitable preguntar.

- No tengo hambre - susurra - no de eso.

- ¿Entonces que deseas?.

- No lo entenderías.

Un resoplido de resignación abandona sus labios y su lengua sale unos centímetros humedeciéndolos. Cuando intento decir algo más ella se pone de pie y comienza a recoger los platos para llevarlos al lavavajillas.

- Deja que Agatha se encargue.

- Es su día libre - me recuerda.

Olvidé completo que la señora de la limpieza tiene cada miércoles y sábado libre por lo que hemos decidido hacernos cargo de la casa nosotros, no lo hacemos muy bien pero colaboramos.

Cuando trata de recoger mi plato una vez más sus pechos rozan con mi brazo y mi mandíbula se aprieta por la obviedad del acto. Es un simple roce pero por alguna razón me hace perder todo tipo de cordura.

- Leyra... - mi tono de advertencia la hace verme a los ojos y estamos tan cerca que nuestros alientos se mezclan.
- ¿Si, papi?.

Y ahí esta otra vez, ese maldito sonido de su voz que se asemeja a un gemido bajo que peligrosamente golpea directo en mi ingle haciendo que sangre fluya a través de mi cuerpo con dirección a mi pene.

Cuando estábamos tumbados en la cama me sentí tan mal por ella que solo quería consolarla pero algo falló en mi cuando giró su cuerpo y quedamos frente a frente, sus hermosos ojos color miel viéndome como si fuera lo mejor del mundo y su respiración errática me confundió por que era mi hija de quien estábamos hablando.

- Para con cualquier cosa que tengas en la cabeza.

- No se de que hablas.

Me ignora y sigue con su labor mientras yo permanezco como un imbécil sentado. Su camisa de tiras y minifalda de pliegues me hacen querer tirarla sobre mi rodilla y darle unos cuantos azotes por ofrecida pero luego recuerdo quien es y respiro profundo. No puedo moverme sin que mi erección se marque por lo que sigo detallándola cuando intenta limpiar la mesa con un trapo y su pecho queda presionado contra la madera.

NOCIVO +21 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora