Capítulo 17.

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Alessandro





Suelto un suspiro al sentir los finos rayos de sol filtrarse por la ventana. No tengo idea de la hora pero se que es un poco temprano aún, el insistente sonido de mi teléfono sonando  me hace estirar mi brazo perezoso  hasta la mesita de noche en su búsqueda pero no lo encuentro. Cuando termino de despertarme tono que está bajo la cama, creo que ayer debió caer en algún momento por los movimientos bruscos.

Contesto sin prestar atención al nombre pero la suave voz que me saluda en la otra línea me hiela la sangre.

— Hola, mi amor — una animada Vivian habla — podrías abrir la puerta, estoy fuera y me congelo, olvidé mis llaves.

¡MIERDA!

— En un segundo. — es lo único que digo antes de colgar.

Maldigo todo lo existente cuando comienzo a correr desnudo por toda la habitación recogiendo la ropa que traía la noche anterior y los condones usados. Voy al baño y me meto a la ducha para intentar quitar de mi cuerpo el profundo olor a melocotón que me embriaga, cuando mi reflejo aparece en el espejo luego de un baño solo puedo gruñir al notar las marcas púrpura en mi cuello, hombros y los rasguños en mi pecho. Me visto con pantalones de chándal y un abrigo con capucha a pesar de no tener frío para cubrir el desastre de mi piel. Los condones los tiro a la basura en el baño pero luego la saco para evitar que Vivian los vea ahí. Bajando las escaleras a toda velocidad los arrojo en el sesto de la cocina y al abrir la puerta y ver a mi esposa desde hace dieciocho años en la puerta me  quedo inmóvil, paralizo. Las manos me sudan cuando me sonríe y me es imposible devolverle el gesto, el ver a Vivian fuera hace que un recuerdo aparezca en mi mente y cierro la puerta de golpe impidiendo que ella entre. Corriendo vuelvo a la recámara y saco las sabanas de la cama, cuando las extiendo noto el punto carmesí que las baña y sonrío ante la imagen, vuelvo a bajar las escaleras con las sabanas en mis manos y las arrojo a la lavadora en el primer piso para luego abrir la puerta nuevamente tratando de parecer normal.

— Perdón, olvidé lavarme los dientes. — me disculpo por hacerla esperar.

Sin mencionar palabras ella se adentra observando todo como detenimiento, su rostro es tétrico  algo raro en ella que es tan alegre.

— ¿Cómo la pasaste?. — pregunto al verla caminar a la cocina sacando su abrigo de su cuerpo quedando con jeans y un suéter de lana sencillo que traía ayer.

— Horrible — responde un poco más animada — la cama en la que dormí era muy dura y me sentí incomoda sin ti.

Una falsa sonrisa se forma en mis labios al escucharla, fingir con ella se siente extraño por que le prestaba atención a cada cosa que decía, me resultaba fascinante. Ahora solo es aburrido.

— Prepararé el desayuno — comenta cuando nota mi silencio.

Asiento y le ayudo colocando la mesa para cinco y sentándome a la cabeza.

Luego de un rato de ollas sonando, Vivian aparece con varias opciones de desayuno ligeros. Por mi parte elijo una tarta de huevo y tostadas con jugo de frutas. Con un grito los demás integrantes de la casa son llamados a comer y la primera en bajar es Mirela quien también trae un abrigo grande que cubre su cuerpo.

— ¿Tienen frío? — pregunta Vivian confundida.

— No, es solo que….

Intento hablar pero mi hermano hace acto de presencia tomando asiento en una de las sillas junto a Mirela pero no le presta la mínima atención. Quiero reír con fuerza al notar el grueso abrigo con cuello alto que traer pero me contengo.

— Buen día…

un susurro, como una brisa de otoño llega a mis oídos y mis ojos la buscan como imanes encontrándola en el marco de la puerta de la cocina, su pequeño cuerpo cubierto un abrigo mío y su cabello cubierto con el gorro de la capucha la hacen ver frágil pero a mi solo me recuerda el como se siente tenerla desnuda, en como rompí cada barrera de ella para poder hacerla mía completamente, como gemía mi nombre y su estrecho canal succionaba mi pene como si fuera hecho para eso. Las imágenes en mi cabeza solo forma  una gruesa erección en mi miembro que por suerte la mesa cubre.

— Estas pálida — se preocupa Vivian — ¿ va todo bien?.

— ¡la nieve! — exclama Mirela de pronto llamando la atención de todos en la mesa. — el salir a jugar con la nieve nos ha enfermado, creo que tengo un resfriado.

— Si, a mi me duele la garganta — secundo lo que intenta decir.

— ¿Y tu?. — pregunta Vivian a Edgar.

— Yo solo odio este clima — le resta importancia.

Cuando terminamos de comer Leyra no a tocado su comida y eso me hace fruncir el ceño.

— Leyra… dime que tienes— su madre intenta persuadirla con vos cariñosa para que hable pero ni siquiera la ve a los ojos.

— No es nada — susurra mi hija — solo que… el chico con el que salgo es un imbécil.

— ¿otra vez tienes problemas con eso?. — Vivian responde con algo de rabia — ese tipo parece un cretino, déjalo ya y no te mortifiques la vida que esos bastardos no valen la pena.

— Tienes razón, ni está tan bueno — comenta su amiga fulminándome con la mirada — apuesto que lo tiene chiquito, es un micro-pene que no te valora.

Esa niña en serio no la soporto, su rostro está enrojecido de furia y Leyra parece una  idiota deprimida cosa que me cabrea.

NOCIVO +21 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora