Capítulo 24.

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Leyra…



— ¡Sube el volumen! — grito mientras el aire frío de la madrugada en Los Ángeles choca contra mi rostro haciéndome arder la nariz.

I Was Made For Lovin’ You de Kiss sonando en la radio y Alessandro acelera cada vez más el auto deportivo que recibí como obsequio.

El alcohol en mi sistema hace que todo esto sea mágico, la fiesta fue increíble y aunque no se que fue lo que pasó pero Ale me sacó de ese lugar y ahora estamos conduciendo a quien sabe donde y mis emociones están al mil.

— Pon tu culo en el asiento antes de que un camión te corte la puta cabeza — gruñe mi sexi piloto al verme con la mitad del torso fuera de la ventana mientras grito y solo puedo soltar una alcoholizada risita.

— Eres un amargado. — lo molesto y acomodo el vestido que se subió unos centímetros.

— No soy un amargado, solo se te veía la tanga y me estaba poniendo duro viendo tu culo.

— ¿Y cual es el problema con que te excite mi hermoso culo?. — lo tiento mientras inclino un poco mi cuerpo en su dirección.

— No juegues, Leyra — por un instante aleja la vista de la desolada carretera y la centra en mi, específicamente en el escote que muestra mis senos — un camino largo nos espera y tenemos que llegar antes del amanecer.

Ruedo los ojos por que ni siquiera me ha dicho hacia donde vamos y no me apetece un viaje en carretera.

— Pero por suerte para nosotros la noche es larga. — susurro y mi mano escurridiza va a parar a su pierna.
Me es inevitable morder mi labio inferior cuando lo siento estremecer. El alcohol y este hombre son como un rico estimulante para mi.

— Nenita… — su tono de advertencia es claro pero llevo mi mano a su entrepierna y comienzo a acariciar por sobre su ropa.

— Estas duro, no puedes decir que no te gusta.

Al no traer el cinturón de seguridad puedo llegar a su cuello y comenzar a repartir besos por todos lados sintiendo el embriagante olor de su perfume que me hace humedecer.

— Quiero que me folles, papá. — gimo sobre la piel caliente y mordisqueo el lóbulo de su oreja — métemelo justo aquí que te quiero sentir.

El que no quite la mirada de la carretera a pesar de mi toque me hace creer que no va a ceder pero luego de unos kilómetros se detiene lentamente a un lado de la carretera y resopla cuando apaga el motor.

— Ven aquí.

Con una velocidad y una fuerza sorprendente me sujeta del cuello cortando el paso del aire y suelto un quejido adolorida pero sus labios chocando contra los míos me quitan cualquier reclamo. Me come la boca como lo que es, un experto. Los años han pasado en la vida de Alessandro solo para dejarle buenas experiencias y lo demuestra con cada roce de su lengua contra la mía y cada mordisco sensual que me regala.

Suelta mi boca en segundos dejándome jadeante y con los labios entreabiertos solo para echar el asiento hacia atrás y levantar mi vestido hasta la cintura para encajarme sobre su regazo. Por mi parte intento quitar los botones de su camisa de vestir con torpeza. Vuelve a atacar mi boca mientras desgarra mi tanga de hilo con los dedos pata comenzar a acariciar mi sexo directamente.

Gimo histeria cuando dos de sus dedos trazan círculos en mi clítoris enviando espasmos deliciosos por todo mi cuerpo. Suelto la bragueta de su pantalón y sin ningún pudor liberó su pene y lo masturbo suavemente.

— Abre la boca — pido y cuando lo hace escupo dentro de ella — no lo tragues, Ale.

La fuente necesidad y el candente deseo me hacen llevar una de mis manos a su boca y recolectar nuestras salivas mezcladas y luego volver a masturbarlo teniendo una mejor lubricación para ir más rápido.

— Sucia, hija de puta — gime, y su mano libre va a parar a la  parte posterior de mi cabeza tirando fuertemente de mi cabello.

Sonrío porque el control lo tuve solo por segundos, es un dominante nato.
— ¿Esto querías? — pregunta y asiento.

Su mano en mi vagina se detiene en seguida dejando un cosquilleo de ansias y la que esta en mi cabello presiona con más fuerza.

— Si. — respondo pero el pudor se rompe con el sonido de una bofetada que me proporciona y mi mejilla izquierda palpita mientras mis ojos se llenan de lágrimas.

— ¿esto era lo que pedía mi niña?. — vuelve a preguntar pero su voz es gélida.

— Si, papi.

— Pues tenga.

Sin darme tiempo a nada alza mi cadera y me ensarta en su gruesa verga haciéndome gritar.

— Ale, el condón no…

— ¿Te gusta? — gime interrumpiéndome y me alza pata dejarme caer nuevamente sobre él. — apuesto que lo sientes tan rico como yo, necesitaba sentirte piel a piel, eres deliciosa nenita.

Y si que me gusta, cada vez que su miembro roza mis paredes internas causa estragos en mí. Nos volvemos una bola de lujuria y pasión gimiendo y llenándonos de placer el uno al otro como si solo fuésemos dos hasta que…

El sonido del vidrio siendo azotado nos deja quietos a ambos.

— Policía, baje la ventanilla del auto ahora mismo.

Mi cuerpo enmudece y la cara de Ale es del mismo asombro que seguramente refleja la mía.

Otros tres golpes nos avisan que no nos darán tiempo así que Alessandro cubre mi boca con una de sus manos para evitar que un grito de pánico salga de mí.

— No digas nada — pide en un susurro y asiento antes de enterrar mi cara en su cuello y apegarme más a su cuerpo para cubrir mis pechos desnudos.
Me temo que ahora si hemos metido la pata.

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