Capítulo 9.

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Alessandro…











La importancia del sentir esta destruyéndome a cada segundo que paso cerca del mayor pecado de mi vida. El que no pueda sacar a Leyra de mi cabeza no solo me parece jodido en todos los sentidos, sino, una aberración de la humanidad.

¿Por qué de todos los hombres del mundo tuve que ser yo? ¿Por qué de todas las mujeres que he visto a lo largo de mi vida tuve que poner los ojos en ella?. Preguntas como esas me carcomen la mente cada noche que me masturbo pensando en las tetas de mi hija, y es que parece raro por que he pasado mucho tiempo con ella. Debí estar lo suficientemente ciego para no darme cuenta de como la veía o todo comenzó cuando su imagen de mi pequeña hija cambió para mi, no lo sé pero me sofoca el pensamiento.

Después de salir del hospital tuve que pasar unos días horribles y a pesar que han pasado dos semanas desde entonces no me he recuperado del todo, mi costado derecho aun duele como la mierda cuando me levanto de la cama y aunque mi mano y pie ya están curados Leyra se niega a que reanude mi trabajo en la empresa.

Al comienzo contraté una enfermera para que me cuidara pero dos días después Leyra me informó que la había despedido —sin explicación alguna para mi— y que ella se haría cargo de mis cuidados.

He tratado de mantenerme sereno en cuanto al morbo que acarrea mi mente pero ella no me la pone fácil, puedo notar cada pequeño detalle de su cuerpo hablando cuando está cerca del mío. Sus respiraciones aceleradas cuando me ofrece algo de comida, el como relame sus labios cuando cambia mis vendas y tiene que tocar mis abdominales, esos pequeños suspiros que suelta cuando estoy a punto de entrar a la ducha y cree que no la escucho y creería que esa chiquilla no se siente atraída hacia mi si no fuera tan obvia.

Me mata cada vez que deja un suave beso en la comisura de mis labios como despedida para la escuela o como acercaba sus tetas a mi rostro cuando acomodaba mi almohada los primeros días. Lo peor de todo esto es que es malditamente linda, tiene un cuerpo espectacular y una cara de inocencia pura pero es mi hija, la vi nacer y le cambié los pañales de bebé. La conozco cuando ríe o llora por que fui su consuelo cuando algo salía mal. Se lo que quiere antes de que siquiera lo pida por que son años los que he dedicado mi amor a esa niña, mi niña que ahora no hago más que profanar con acciones que no son correctas por que aunque la lujuria sea tentadora tengo que respetar el derecho que se me fue concebido cuando plasmé mi apellido en su acta de nacimiento marcándola como mía.

Mi mirada se separa de la pequeña ardilla que baja del árbol frondoso frente al gran ventanal en mi habitación para dirigirse a la puerta que es abierta escandalosamente dándole paso a una pequeña chica con uniforme de tenis, el cabello atado en una coleta en lo alto de su cabeza y un ramo de rosas blancas que sostienen sus manos, su cara está completamente roja cuando conecta sus ojos marrones con los míos y me es imposible no formar una sonrisa ante su imagen.

— Necesito… — toma una honda bocanada de aire antes de continuar —… que pares ya con tu mierda, ¡me tienes harta!.

Me señala con su dedo índice y mi calma la hace desbordar de furia por que aunque creo que me desea, desde que supo que estuve con una mujer y desde ese día en el hospital no me ha hablado si no es estrictamente necesario para que me mejore. Escupe veneno cada que se acerca a mi y he intentado hablar con ella sobre el tema pero se niega reiterando que tiene cosas que hacer por lo que intento pedirle perdón de mil formas posibles.

— Pensé que los caballos te gustaban — sueno calmado y ella parece u globo a punto de estallar.

Mi Leyra es una chica muy alegre y energética pero cuando se enoja esa energía se convierte en una maldita punzada en el culo. Es muy rencorosa y ha decidido ignorarme en cada momento pero ella no puede enojarse conmigo por que soy su padre y tiene que quererme siempre.

— ¡una maldita carroza con caballos blancos y flores entró a la cancha en el medio de mi partido y ahora todos piensan que me voy a casar! — alza la voz desgarrando su garganta — ¿Qué pretendes con este teatro?.

Mi mandíbula se presiona con fuerza borrando todo atisbo de gracia en mi.

— Primero: deja de gritar que no estoy sordo. — ahora yo la señalo con mirada dura que la hace flaquear un poco — segundo: creo que ambos somos lo suficientemente adultos para tener esta conversación así que siéntate y deja tus dramas que no estoy de humor.

Lo hace, sigue mi orden sentándose en la orilla de la gigantesca cama matrimonial con dosel y sabanas grises. Fija su vista en la ventana cruzando sus brazos sobre su pecho y es ahí donde nota las flores que examina con expresión desagradable y luego me las lanza al pecho.

— No quiero tus estupideces — reafirma
.
— Leyra… — mi tono de advertencia no pasa desapercibido — es con tu padre con quien hablas, que no se te olvide.

— ¿Que quieres? ¿Que te respete como tu lo haces con nuestra familia? — dice irónica y ruedo los ojos.

— Déjame hablar. — me frustra que sea tan testaruda — yo quiero…

No tengo claro ni no que quiero, no se ni en que estaba pensando.

O tal vez si, en la castaña frente a mi.

— Solo tenias que decirlo, no era tan difícil. Si no querías estar con mamá le hubieras dicho que estabas enamorado de otra y no utilizarla de esa forma por que no se lo merece.

Se bien que no, se que Vivian a pesar de ser un poco distante nos ama y es muy buena mujer, es por eso que la elegí en primer lugar.

— Yo… no quería hacerte daño.

— No quieras ponerme como excusa — gruñe — como lo has dicho, somos personas maduras. Yo pude entender toda la situación y no ponerme a llorar por que no soporto pensar que están juntos pero siendo infelices gracias a mi.

— No quiero que creas que eres la culpable de algo — me adelanto a sus pensamientos — solo que… tu eres lo más importante en mi vida, Leyra. Todas mis decisiones giran en torno a ti y trato de que vivas lo mejor posible.

— Pero… ¿Qué hay de ti? ¿Qué pasa con TU felicidad? — pregunta en voz baja — los padres merecen sentirse bien aunque algunos hijos no lo comprendan, tus emociones también necesitan atención y aunque yo soy lo más importante de tu vida también tienes que ver que no voy a ir a ninguna parte si decides no seguir con mi madre, Alessandro.

El que no me diga “papá” forma un nudo en la garganta, y es que no puedo contradecirla por que es una sabionda por leer tantos libros estúpidos que le enseñan más de lo que me gustaría.

— Nena yo te voy a pedir que no le cuentes nada a tu madre — se que me escucho como un cabron pidiéndole esto pero es necesario.

— Mi respeto lo perdiste cuando tenias ese chupetón en el cuello, ahora solo haz lo que se te de la gana pero de mi no esperes un cómplice por que no soy tu amiga. Solo espero que no te metas más en mi vida por que tampoco creo que te importe eso ¿cierto?.

No espera una respuesta, solo sale de la habitación y hecho la cabeza hacia atrás en la almohada suspirando pesadamente, ser padre es difícil pero ser hombre lo es el doble. La presión de todo esto me va a pasar factura en algún momento. Me remuevo entre las sabanas y sin darme cuenta me duermo.

Cuando despierto el cielo es negro y las estrellas resaltan en la cálida noche, estiro mi cuerpo tenso y veo el reloj de la mesita de noche junto a la cama que marca la una cuarenta y cinco de la madrugada.

NOCIVO +21 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora