Capítulo 2.

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Leyra…



El calor es insoportable en esta época de verano y el centenar de alumnos saliendo de las aulas de clase aumenta más mi desespero, el bullicio me provoca dolor de cabeza por lo que trato de llegar a la salida lo antes posible.

Solo deseo que los últimos días en el instituto pasen rápido.

Es mi último año de preparatoria y cuento las horas para ir a la universidad, me gusta planear todo a la perfección y si algo no sale como yo quiero me enfado muchísimo por que lo que quiero siempre lo obtengo. Si yo quiero algo lo traen a la palma de mi mano y mi propósito fue ingresar a California state university que es la mejor universidad del condado, tiene un precio muy elevado pero tiene una educación impecable, solo los estudiantes con los más altos  promedios pueden ingresar y yo no me quedé atrás pues luché durante mucho tiempo para que me admitieran en la carrera de lenguas, me apasiona viajar y conocer diferentes culturas por lo que otros idiomas son fundamentales para mi. El precio es elevado pero suerte puedo costeármelo.

Federico, nuestro chófer, me espera en la entrada del edificio junto a la hermosa camioneta negra con vidrios polarizados que grita ¡lujo! Por todos lados que papá asigno para que me lleve donde yo quiera pues le preocupa el que yo conduzca y la verdad a mi no me molesta que otros lo hagan. Luego de aproximadamente cuarenta y cinco minutos, debido a tráfico, bajo del vehículo y observo la fachada de nuestra casa que cada día me parece más grande y solitaria. Es una enorme mansión en el centro de la ciudad de Los Ángeles rodeada de un pequeño bosque de pino y jardines repletos de las flores favoritas de mamá. Subo las pocas escaleras que guían a la enorme puerta de madera y esta se abre dándome el paso al hermoso recibidor.

La decoración es de estilo victoriano completamente elegante y pulcro, jarrones que cuestan una fortuna decoran la estancia y pinturas abstractas llenan el blanco de las paredes, una enorme araña de vidrio cuelga del techo iluminando tenuemente el lugar a pesar de la luz natural ingresa armoniosa por los enormes ventanales.

Hogar, dulce hogar.

Aquí respiro paz y tranquilidad pues mis padres trabajan mucho tiempo y aunque entiendo que sus empleos así lo requieren no es divertido pasar gran parte del tiempo en una enorme mansión de siete habitaciones y tres pisos. Las escaleras en forma de caracol se ven lindas pero es horrible cuando te cansas y tienes que subirla, justo como hoy. Los ruidos en la cocina me hacen ir has ahí y mi madre junto a dos de las empleadas está cocinando cosa que me alegra el alma  por que me gustaría verla más a menudo, me acerco y la abrazo desde atrás dándole un beso en el hombro.
— ¡BUENAS TARDES!. — grito en su oído  y se da la vuelta para envolverme entre sus brazos, entierro mi cara en su cuello siendo el exquisito olor a flores que expulsa y ella besa mi cabeza.

Somos prácticamente de la misma estatura pero ella excede su metro sesenta con enormes tacones de más de quince centímetros que maneja a la perfección. Sus ojos marrones igual a los míos me observan con amor puro y después de tenerla por casi una semana en casa me doy cuenta de cuanta falta me hace. Mis padres son muy jóvenes pues al tener un embarazo en la adolescencia se casaron teniendo ambos dieciocho años, y Vivian a sus treinta y seis años luce muy bien. Somos muy parecidas, las dos de cabello castaño y ondulado con la diferencia que mi madre lo trae a los hombros y el mío llega a la cintura. labios  rojos y cuerpo muy atlético.

— Eres una escandalosa, abejita. — dice apretando mi mejilla con sus dedos índice y pulgar. — ve a dejar tus cosas que pronto estará la comida y tu padre ha llegado.

Asiento con la cabeza ante su orden y con lentitud y cansancio subo las escaleras hasta el tercer nivel en donde se encuentra mi habitación, la recamara de mis padres es en el segundo piso por lo que tengo todo este espacio para lo que necesito, un pequeño gimnasio en una puerta y un área de spa en la otra. Al entrar en mi dormitorio el olor a melocotón avasalla mis fosas nasales, es mi fruta favorita por lo que amo todo lo que tiene que ver con ella. Dejo mis libros y mochila sobre la silla frente al escritorio de madera junto a la enorme cama color blanca. Mi habitación es cálida, me gusta el estilo minimalista por lo que solo hay un tocador, mi mesita de noche en donde uno de los  libros eróticos que leo descansa  y el escritorio del otro lado. Dos puertas que dan al closet y baño, sin desorden. Nada sale de su lugar.

Veo mi aspecto en el espejo de cuerpo completo junto al armario y mi uniforme que consta de una falta con pliegues y recuadros roja y una camisa de manga larga blanca con botones en la parte del frente y corbata roja. Una chaqueta estúpida de tonos gris y rojo, medias blancas hasta las rodillas y zapatos colegiales.

Retiro la chaqueta y abro los dos primeros botones de mi camisa para dejar un poco de escote en mis pechos, subo un poco mi falda para que mis piernas queden más expuestas y coloco un poco más de perfume antes de bajar corriendo al segundo piso en donde se encuentra la habitación de mis padres y sus respectivos estudios de trabajo. Voy hasta el despacho de mi padre y los nervios se disparan en cada rincón de mi ser al saber que lo voy a ver después de dos días en los que estuvo de viaje.

NOCIVO +21 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora