Capítulo 10.

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Leyra







Me cansé.

Estoy agotada mentalmente, por todo. Estos días han resultado tan agobiantes que solo quiero tomar un respiro y olvidarme de todo. De la obsesión insana que tengo hacia mi padrastro, de lo engañada y dolida que me sentí cuando descubrí que se metía con otra mujer, todo esto no es por mi madre y nunca lo va a ser, si ella lo hubiera engañado no me importaría por que cada quien puede hacer con su culo lo que quiera, pero él… solo, no puedo verlo como antes, cayó de mi pedestal en un segundo y lo peor es que es tan bello que es difícil resistirse a sus sonrisas.

Todos estos días intentó pedirme disculpas y yo quería saltar sobre él de alegría y llenarlo de besos pero su encanto no le quita lo idiota que puede llegar a ser.

Por todo lo que me abruma decidí colocar el vestido con el que me siento más puta y llamar a Dowall pidiéndole que trajera amigos, Mirela gritó de emoción al saber que quiero dejar pasar todo este drama de mi vida y salir a distraerme un rato, sabia que Alessandro me negaría el efectivo por lo que llamé a mi abuela Ingrid, es la madre de Vivian y como soy su única nieta me complace siempre, esta vez con dinero que voy a gastar en lo que sea que me haga relajarme.

Sin importarme los gritos de mi padre subí al auto de Dowall y aunque mi cuerpo tiembla de miedo pensando en lo que podría pasarme cuando vuelva a casa creo que tengo que disfrutar al máximo por lo que ahora me encuentro tomándome mi onceavo shot de vodka mientras Mirela sonríe ampliamente.

Ella trae un conjunto muy sensual de top crop y shorts blancos junto con sandalias de plataforma, su rubio cabello brilla por las luces Led y sus grandes ojos se encuentran algo enrojecidos por la ingesta de alcohol.

El lugar al que Dowall nos llevó asegura que es el más exclusivo de la localidad y tiene razón, está tan lleno de personas que te cuesta trabajo caminar y la música es tan buena que no puedo quedarme sin mover un poco mi cuerpo en el sillón en el que me encuentro, estamos en un área un poco privada con una mesa llena de tragos y mi mejor amigo me guiña un ojo cuando un chico moreno se acerca a pedirle bailar.

Me siento indignada de que él sea el alma de la fiesta pero su outfit es como sacado de Pinterest y luce como un maldito dios griego. Su camisa hawaiana  y vaqueros rotos con mocasines lo hacen destacar junto con sus lentes transparentes que le roban el aliento a hombres y mujeres. Amo salir con estos dos ya que siempre tienen una opinión para todo lo que pasa y nunca hay un silencio incomodo. Con nosotros se encuentran dos chicos,  Tadeo y Tobías que son gemelos y primos de Dowall. Son un poco tímidos pero se que Tobías es un poco más alegre que Tadeo quien tiene una expresión de fastidio en el rostro todo el tiempo.

A los chicos los conocí cuando en una ocasión Dowall me invitó a su casa a comer y ellos llegaron de improvisto, me dio un poco de tarea diferenciarlos pero Tadeo tiene un lunar en el centro del cuello que Tobías no posee y creo que ese pequeño detalle fue lo que los destacó el uno del otro por que de lo contrario son una réplica exacta de su hermano. Ambos de cabello lacio negro que cae sobre sus frentes con ojos oscuros y piel extremadamente blanca para chicos saludables, son delgados y súper altos cosa que me molesta cuando comienzan a molestarme con mi tamaño pues tiene casi dos metros y yo no llego ni a 1.70cm.

— ¡mis ángeles!.

— Maldita sea. — ruge Mirela cuando escuchamos el grito de Carlos por sobre la música.

Sin girar mi cuerpo para verlo ya estoy rodando los ojos, a éste me lo encuentro hasta en la misa que no voy, es un jodido grano en el culo.

Cuando aparece frente a mi trae unos vaqueros tan ajustados que me pregunto como diablos se los metió, su camisa está abierta solo para mostrar sus abdominales marcados y su estúpida sonrisa de ganador hacen que los tragos que tengo encima saquen mi peor versión.

Intenta abrazarme llegando hasta mi pero alzo mi mano evitando su toque.

— Apártate de mí, no quiero que NADIE me moleste hoy.

Se supone que tengo que estar relajada pero el alcohol no me está ayudando con cambiar mi pésimo humor.

— Ahora eres de esas niñas fresitas — su afirmación parece más una pregunta e intento responder pero…

— ¡imbécil, apresúrate!— grita detrás de mi una fuerte voz que sin saber por que me pone nerviosa y me alejo un poco de Carlos removiéndome incomoda en el asiento.

— ¡Cesar! — exclama Carlos con alegría y el hombre se posa de espadas frente a mi para recibir el abrazo efusivo de éste idiota que va más que borracho.

Tobías toma la mano de mi mejor amiga y la muy perra me sonríe antes de pasar junto a mi dejándome sola con el loco de Carlos y Tadeo.

Recapitulando lo que va de mi noche creo que hubiera sido mejor releer una de mis Sagas favoritas en lugar de estar aquí, todo este desorden no quita el hecho de que extrañe a Ale o que me preocupe por como va su recuperación, tampoco dejo de pensar en mamá con la que hablo a menudo pero no lo suficiente como me gustaría o el evitar toda conversación con Edgar por Mirela, es tan agobiante que tomo la botella de Vodka de la mesa y la llevo a mi boca bebiendo directamente de ella.

Sabe a agua.

— Si sigues así vas a terminar vomitando en una esquina o desmayada en ese sofá.

Esa voz áspera me hace levantar la vista recordando donde estoy y mi ceño se frunce con el chico frente a mi, no puedo verlo bien por las luces que me aturden pero me molesta que me preste atención.

— ¿Quién mierda te crees para darme órdenes?.

Ser grosera es lo que menos me importa en estos momentos.

— No es una orden, es solo un consejo, bonita.

Bufo al escuchar esas estúpidas palabras.

— No necesito tus as‐querosos…. — arrastro la lengua al hablar y sonrío cuando me doy cuenta que el vodka me sabe a agua pero no lo es — se me olvidó que iba a decir.

Suelta una ligera risa ronca y mis piernas se juntan al instante. ¿es muy sexy o estoy muy borracha?.

— Ven aquí — dice tendiéndome su mano y sin pensarlo la tomo.

De un tirón me levanta del sofá y tengo que aferrarme a su camisa cuando me estrello contra su duro pecho.

Ok… estoy muy ebria.

El fuerte olor de fragancia masculina me hace inhalar profundo en su pecho bien formado y cuando noto que estoy siendo rara me separo de él de inmediato.

— ¿Estas bien, cariño?. — pregunta Carlos y giro el rostro en su dirección.

— Si. — asiento efusivamente.

— Bien, suelta a mi hermano que quiero matarlo — dice furioso y es entonces cuando mis ojos se conectan con los del desconocido.

Un jadeo de sorpresas se escapa de mis labios al ver ese rostro tan perfecto a centímetros del mío, su mandíbula marcada y una barba algo delineada en ella, labios delgados y rojos con unos ojos azul profundo cargados de gruesas pestañas y cejas espesas del color azabache como su cabello que tiene un corte militar. Si no tuviera la mandíbula cerrada seguro estaría babeando por él.

Llevo mis ojos a Carlos y luego al desconocido una vez más y no entiendo.

— ¿Tu hermano?. — pregunto confusa y el tipo vuelve a reír mandando un escalofrío por mi columna.

— Si, bonita. ¿Por qué la reacción?.

Por que Carlos es un imbécil y tu un bombón.

Lo pienso pero no lo digo, aunque ahora que los detallo bien si tienen ciertas similitudes en los rasgos, Carlos es muy atractivo pero sin duda toda la belleza se quedó en el hijo mayor.

— No tenía idea de que tuviera un hermano — respondo al fin.

La familia de Carlos son Políticos y aunque somos del mismo circulo social a mi nunca me gusta ir a reuniones de negocio de mis padres o las famosas cenas de caridad cuando los ricos no tienen nada que hacer, no me interesa saber la vida de otros cuando no puedo ni con la mía.

— Él es adoptado. — bromea Carlos.

Mi ebriedad me recuerda que los brazos del chico siguen rodeando mi cintura por lo que intento apartarme pero el afianza su agarre en mi acerca su boca a mi oreja para susurrar:

— Vamos a ayudarte a bajar esos tragos.

— Que….

No me deja responder pues me arrastra a la pista de baile y me hace girar entre sus brazos para que mi culo quede presionado contra sus caderas.

— Por cierto — murmura con su aliento en mi cuello — soy Cesar.

— Leyra — mi voz suena apagada por los nervios cuando contesto.




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