Capítulo 16.

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Leyra



Mi respiración es errática y mi corazón late tan fuerte que parece salirse de mi pecho. Puedo ver el deseo ardiendo en su mirada pero hay algo tan oscuro en esos ojos verdes que me hacen creer que esto fue una mala idea.

— Debería irme — murmuro y mi labio inferior tiembla un poco. — Mirela y el tío Edgar están aquí.

Al notar mi nerviosismo sonríe como si eso divirtiera, tenerlo sobre mi en una cama cuando no traigo camisa me hace sentir tan expuesta que tiemblo. Por alguna extraña razón esto se siente más real que las otras ocasiones en las que hemos estado juntos y creí que era solo una de esas escenas eróticas que soñé vivir, es que esta vez se que pueden pasar muchas cosas.

Me dedico a pensar como salir de aquí pero el que sujete mis muñecas con una de sus manos sobre mi cabeza con fuerza mientras entierra el rostro en el hueco de mi cuello haciéndome estremecer con su aliento me confirma que no hay vuelta atrás
A fuera hace frío pero mis manos sudan y mi cuerpo está caliente a pesar de no traer casi nada de ropa.

— De mi ya no te escapas — susurra sobre mi piel y suelto un jadeo cuando entierra los dientes en mi clavícula.

— Ale, mi madre vuelve mañana. No vamos a poder…

Su mano libre va a parar a mi boca y estoy jodidamente inmovilizada. Miles de pensamientos negativos me invaden recalcando lo enfermo del asunto pero Ale pasa la punta de su lengua sobre mi pezón y me eriza la piel en segundos.
Quiero irme de aquí, es algo malo pero no puedo centrar mis pensamientos cuando su mano deja mi boca y magrea mi otro seno estimulándome. Quiero gritar por que no es nada delicado, no es lo que me imaginaba. Nunca pensé perder mi virginidad con mi padre y que él actuará como un puto hombre salvaje pero logra satisfacer mis más perversos deseos.

Cuando piensas en tu primera vez crees que vas a tener una cama con rosas  y tu esposo junto a ti, que la confianza y el amor salen en forma de corazones por los ojos pero la realidad es otra. En mi realidad hay puro deseo carnal entre ambos, el morbo nos mueve dejándolo a él entre mis piernas repartiendo besos sobre mis shorts de pijama, las manos me las suelta pero es tanto el shock de lo que pasa que no me muevo ni cuando se deshace de mi ropa y quedo por primera vez desnuda frente a un hombre.

Esto es crudo y sin una pizca de censura, Alessandro solo entierra la cara en mi vagina como si fuera el mejor manjar y su acto tan profano me arquea la espalda sacándome un grito de placer. Mi cuerpo es su templo y solo me dejo llevar por el hormigueo en mis extremidades.

Siento que no puedo respirar cada vez que su lengua acelera el ritmo dándole atención a mi clítoris hinchado y palpitante. Mis caderas se elevan al encuentro de su boca y tengo que sujetar las sabanas con fuerza cada que su fresco aliento golpea mi intimidad húmeda por la mezcla de su saliva y mi excitación.

En este momento no me importa si mi madre nos escucha o si quieren apedrearnos por el pecado tan grande que estamos cometiendo, solo me dedico a gemir cada espasmo de placer que me provoca. Solo se que estar con él es lo mejor de mi vida por que esta corriente de electricidad que recorre mi ser no la había sentido jamás.

Cuando la presión en mi vientre es mucha me desespero y al notar mi urgencia Alessandro eleva el rostro y sonríe nuevamente, todo esto le parece una jodida broma mientras yo me desbordo de ganas. Sus bellos ojos me observan entretenidos y su mandíbula brilla a causa de mi lubricación.

— Follame — no puedo resistirme y rogarle, mi voz suena angustiada pero me encuentro al borde de un abismo en el cual estoy dispuesta a caer.

— ¡Oh! Te vez tan hermosa diciendo eso.

Se aleja unos pasos y con rapidez queda desnudo frente a mi, su pene erecto salta a la vista y relamo mis labios detallando cada vena que se marca a lo largo del tronco grande y grueso, el glande rosado es como un helado que quiero lamer pero Ale se sube sobre mi cortando mi visión de su musculoso cuerpo. Con su respiración a centímetros de la mía y su cuerpo caliente haciéndome presión siento que me desmayo.

Somos dos cuerpos, dos mentes, dos almas que el destino no unió por que no permitiría tal abominación pero nos hemos unido nosotros sin necesidad de suerte o casualidad como pasa comúnmente, hemos decidido llevar lo que sentimos a otro nivel sin importar cuan caro sea el precio a pagar y es que no nos interesa por que cada jodido beso y cada toque que me brinda valen la pena.

— Solo tienes que pedir que pare. — dice con demasiada seriedad y asiento.

Se toma toda la calma del mundo para colocarse un condón y posicionar su miembro en la entrada de mi vagina. Al notar lo tenso de mi cuerpo comienza a repartir besos por todo mi rostro y sonrío, introduce una mano entre nuestros cuerpos y comienza a masturbarme robándome el aire al unir nuestros labios.

Tengo miedo.

A pesar de estar segura de lo que quiero tengo esa espina en la cabeza que me dice que estoy a ser peor de lo que imagino y se que puedo pararlo cuando yo quiera pero no lo hago. No lo detengo cuando se introduce en mi de una sola estocada a pesar del grito que suelto, no le pido que pare aún cuando mis ojos derraman miles de lagrimas y un ardor  aparece como una bola de fuego en mi zona baja, creo que esto es el dolor físico más grande que he sentido en mi vida, puedo sentir su polla abriéndose paso en cada maldito rincón de mi ser y no hago más que sollozar.

— Nenita… ¿Estas bien?. — su voz se escucha algo distorsionada cuando habla cerca de mis labios.

— Perro infeliz — gruño entre hipidos — Claro que no estoy bien, tengo un puto desgarre en mi vagina.

La rabia en mi lo hace soltar una carcajada pero es tanto el dolor que no le presto atención.

— Tengo que moverme — informa y entro en pánico.

— ¡NO! — mis uñas se clavan en su espalda y enredo las piernas en sus caderas abrazándome a él como un mono — no te atrevas.

— El dolor es solo por unos instantes, solo tienes que relajarte y veras que pasará.

Intento hacer lo dice mientras no deja de estimularme pero un pequeño movimiento de su cadera me tiene gritando nuevamente y quiero cortarle la verga en este y dejarla ahí dentro para que no me lastime más. Duele como mil raspones en las rodillas, es como si me golpeara el hueso pélvico en la bicicleta pero el dolor se extiende en todo mi vientre.

Intento detener su cuerpo pero es imposible, el sale casi completamente de mi y la incomodidad me provoca cerrar las piernas, es tan voraz que no hay tiempo para arrepentirme o lamentarme, de nuevo avasalla contra mi y solo giro cubro mi rostro con mis manos llorando libremente.

— Mírame — pide y suena muy agitado.

Niego con la cabeza y no descubro mi rostro, él arranca mis manos de mi cara pero al notar que mis ojos permanecen cerrados presiona mis muñecas con fuerza con una de sus manos. Sus caderas se mueven de nuevo y han comenzado a crear un vaivén que me daña.

— Te di una orden — sus palabras vienen acompañadas de un golpe a mi mejilla que me hace abrir los ojos en sobremanera.

La comezón luego del golpe es aplacada por su lengua cuando lame la zona.
Es impresionante que a pesar de sus empellones cobran más fuerza y rapidez mi boca no expulsa ninguna detención. Solo lloro y araño su espalda desesperada por no sentir dolor. Solo me dedico a verlo, su frente perlada de sudor y sus fosas nasales expandiéndose para pedir más aire, su cara está roja pero sus músculos resaltan más en esta posición, es como un delicioso Asmodeus¹. Algo letal pero que a pesar del dolor disfruto el ser poseída por su presencia.

— Ale… — no se ni que decir pero tenia razón.

Después de unos minutos el dolor desaparece y a pesar de que tener algo tan grande dentro se sienta incómodo puedo notar mis paredes vaginales abriéndose para recibirlo, su mano nunca deja mi clítoris y cuando por fin despejo mi mente logro advertir esa agradable sensación de fricción. Puedo sentir con cada embate que le pertenezco, cada choque de sus testículos en mi periné me reafirma que para mi siempre fue él, que Alessandro siempre estuvo en mis fantasías y cumplirlas es como estar en la gloria.


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