Capitulo 17 ~confesión y redención~ (diálogos ya incluidos

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Después de tanto tiempo, se encontraron. Kazuya miraba a Chizuru con incredulidad, sin poder creer lo que estaba viendo. —¿Por qué... estás aquí?— le preguntó Kazuya, su voz temblando de confusión. Chizuru no respondió de inmediato; sus ojos se fijaron en Kazuya, luchando por encontrar las palabras adecuadas. Kazuya dio un paso atrás, giró sobre sus talones y comenzó a correr, tomando a Chizuru completamente por sorpresa. —¡No!, ¡no te alejes de mí de nuevo!— gritó Chizuru en su mente, desesperada.

De repente, alguien lo detuvo. Sumi-San y Yaemori-San lo sujetaban, cada una de un brazo. —¿Eh, por qué?— preguntó Kazuya, confundido. —La razón por la que estamos aquí es para que Chizuru-San hable contigo, Mastah— explicó Yaemori-San con firmeza. —Te hemos seguido a ti y a Sumi-San por más de una hora— añadió, sin dejar lugar a dudas. Kazuya, resignado, dejó de intentar escapar y miró a Sumi. —¿Lo sabías, Sumi-San? —¿Sabías que nos estaban siguiendo?— Sumi, evitando su mirada, asentía lentamente.

Kazuya, visiblemente molesto, cuestionó a Sumi por no haber revelado lo que sabía. —¿Por qué no me dijiste que nos estaban siguiendo?— preguntó, su frustración palpable. Yaemori-San intervino, tratando de calmar la situación. —Mastah, por favor, no te enojes con ella. Sumi-San solo quería protegerte— dijo, con un tono conciliador. Sumi había explicado a Yaemori-San, mientras estaban en el arroyo, que solo quería proteger a Kazuya y no quería verlo herido si volvía a encontrarse con Chizuru-San.

Kazuya aceptó la explicación y agradeció a Sumi por su preocupación. Sumi se sonrojó visiblemente. Yaemori-San, notando la tensión, golpeó a Kazuya en la cabeza con un gesto enérgico. —¡¡Mastah, eres un infiel!!— lo reprendió con vehemencia. Chizuru no se había movido de su sitio, paralizada.

¿Por qué no puedo moverme? ¿Por qué no puedo decir nada?— pensaba Chizuru, atrapada en el miedo que la inmovilizaba. A pesar de todo, sabía que debía actuar. Para eso había venido. Con determinación, Chizuru comenzó a caminar hacia Kazuya.

Mientras se acercaba, Yaemori-San le informó a Kazuya que ella y Sumi-San se irían para cambiarse de ropa. Ambas estaban empapadas y empezaban a sentir frío. Sumi, sin embargo, parecía reacia a moverse. Yaemori-San sujetó su muñeca y la arrastró con firmeza. La pobre Sumi no pudo hacer nada; ambas se marcharon rápidamente.

A la luz de las farolas que comenzaban a encenderse, Chizuru observaba a Kazuya, quien no entendía lo que ella quería decirle. Volvió a recordar aquellas palabras en su mente. —Chizuru-San... yo...— comenzó Kazuya, con la voz quebrada. —Lo lamento mucho— interrumpió Chizuru, susurrando con tristeza. —¿Eh?— Kazuya se sorprendió. —¿Por qué te disculpas?— preguntó, nervioso.

No... no era mi intención lastimarte. Sobre lo que escuchaste el otro día...— Chizuru intentó explicar, mientras Kazuya comprendía la magnitud de la situación. —No hace falta que te disculpes, Chizuru-San. No dijiste nada que no fuera cierto— dijo Kazuya, forzando una sonrisa nerviosa.

¡¡Te equivocas!!— Chizuru elevó la voz con desesperación. —¿Chizuru-San?— Kazuya mencionó su nombre, desconcertado. —Nada de lo que dije es cierto. Nada de lo que escuchaste es verdad. Es todo lo contrario. No hay nadie en quien pueda confiar más que en ti— Chizuru alzaba la voz cada vez más. Las palabras salían atropelladamente, como si estuvieran escapando de su garganta.

Lo lamento de verdad. Sé que te herí, sé que te lastimé, sé que te sentiste solo todo este tiempo, y yo no me di cuenta. Siempre fui yo, nunca pensé en tus sentimientos. Siempre buscando cumplir mis sueños, siempre fría, siempre indiferente. Primero pensando en mí, sin importar que tú estuvieras ahí. Y aun así... aun así tú siempre...— Las lágrimas de Chizuru caían sin parar. Al verla en ese estado, Kazuya no pudo evitar sentirse miserable, aunque algo lo mantenía inmóvil.

Tú siempre pensaste en mí. Veías por mí, decías que me protegerías, me dabas ánimos cuando yo no tenía fuerzas para seguir adelante. Me decías... que yo era linda— Chizuru se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano. —¿Sabes? Cuando dejé de saber de ti, sentí que algo estaba mal, pero fui tan estúpida como para no darme cuenta. Cuando descubrí que te habías ido, fue cuando supe la verdad.— El corazón de Kazuya latía con una intensidad que nunca había experimentado.

Pensaba todo el tiempo que estaba sola, pero me equivoqué. Yo nunca me sentí sola. Tú estabas ahí todo el tiempo. Por eso, cuando te fuiste, entendí lo que se siente estar sin ti. Y al pensar que jamás volvería a escuchar las hermosas palabras de Kazuya, las que solo me dedicabas a mí, sobre lo linda que era, entonces me di cuenta de lo sola que me sentía sin ti.— Chizuru no podía contener más las lágrimas. —Es por eso... es por eso que quería encontrarte para decírtelo. Quería disculparme por todo lo que te he hecho pasar desde que me conociste. Quería ser yo quien expresara lo que siento por ti.

Las piernas de Kazuya temblaban, a punto de colapsar. Estaba a punto de quedarse sin aliento. —Chizuru-San, ¿acaso tú...?— balbuceó, incapaz de completar la frase.

Chizuru, quebrada por la emoción, no pudo contener más su dolor. Las lágrimas fluían incesantemente mientras su voz se rompía. —Vine hasta aquí sabiendo que si me odiabas, lo entendería. Aceptaría el castigo como penitencia por todo lo que has pasado por mí. Aceptaría que no tengo derecho a amarte. Entonces, me disculparía... y... y me iría, esperando algún día tu perdón. Y desearía con todo mi corazón que encontraras a alguien que te hiciera feliz, porque yo ya no podría hacerlo jamás... Eso era lo que pensaba, pero me equivoqué de nuevo— Chizuru cayó de rodillas, agotada y asustada, sus lágrimas empapando el suelo.

¡La verdad es que no quiero que me odies! No quiero no volver a verte. ¡Quiero regresar a mi casa y saber que ese chico tonto, dulce y confiable está cerca de mí!

¡¡¡Chizuru-San!!!— El grito de Kazuya resonó con una intensidad que vibró en la calle vacía, el arroyo a su lado murmurando como testigo silencioso. Chizuru miró al frente; Kazuya estaba de pie junto a ella, decidido.

Yo jamás podría odiarte, ni aunque quisiera. No importa cuánto lo intente, no podría odiar a Chizuru-San. Por eso, para mí, siempre serás la más linda de todas— aseguró Kazuya, extendiendo una mano con un gesto lleno de sinceridad.

A pesar de su rostro empapado en lágrimas, Chizuru se lanzó hacia adelante, aferrándose a Kazuya con toda la fuerza que le quedaba. Su deseo era nunca separarse de él nuevamente

kanojo okarishimasu: El amor de Chizuru (temporada 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora