6. Encuentros

413 31 0
                                    


Bajó seguida del muchacho totalmente abstraída en sus pensamientos. Durante la cena lo mantuvo a su derecha, de rodillas, en el suelo sin decir una sola palabra. Carina de vez en cuando tocaba los rizos del muchacho y jugueteaba inocente con su cabello, de vez en cuando la sonreía, lo justo para que su Señora no se percatara de su euforia. Alex miraba a derecha e izquierda, tenía la extraña sensación de que una risas casi imperceptibles se dibujaban en las caras de Addison y Jackson, eso, o se estaba volviendo loco. Para sorpresa de casi todos, aquella noche no paso nada. Cristina y George debían madrugar para tomar el primer vuelo, hacer escala en la capital y volver a coger otro de vuelta a casa.

Calliope no se pronuncio ni siquiera aquella noche, cuando la imagen penduleante de Cristina había descendido las escaleras casi con la sensación de que un camión cisterna hubiera pasado por encima de ella. Arizona sabía que podría haber descubierto la razón por la cual aquella mujer había perdido la hiperactividad repentinamente pero no lo hizo. Quizá Cristina ya lo sabía, o posiblemente estaba tan encolerizada que intentar siquiera averiguarlo descubriría lo que había pasado en su habitación. Siguió así, en un segundo plano, observando entre bambalinas a todos y cada uno de los que estaban en el salón. La duda rabiosa en el rostro de Alex, las sonrisas y miradas pícaras de Addison y Jackson, una Carina triste por la falta de espectáculo, la tranquilidad inconsciente del resto.

Callie había guiñado un ojo a Arizona mientras bebía una copa de vino y esta observaba disimuladamente el rostro lánguido y blanquecino de Cristina. Por un momento incluso pudo ver el brillo inusual y exquisito de los ojos de George aún agazapado en su rincón.
A la mañana siguiente no eran ni las diez de la mañana y Cristina tenía las maletas preparadas en la entrada.

—Recuerda lo que te dije en el jardín mi lady —susurró George sujetando con fuerza la mano de Arizona.

Todos despedían a la pareja antes de coger el coche que les llevaría al aeropuerto. Cristina le había besado la mejilla con frialdad y luego se despidió del resto.

—Te agradezco muchísimo todo lo que me has dicho. George, por favor,
escríbeme. ¿Estarás bien?

—Claro, linda... —decía la verdad—. Me muero de ganas de saber qué me
espera cuando llegue a casa —la besó en los labios dulcemente—. Te escribiré y espero que algún día volvamos a vernos.

—¡Oh, ojalá! —musitó con tristeza—. No sabes lo mucho que he aprendido con tus conversaciones.

El muchacho miró a Calliope.

—Ha sido un placer conocerle, Señora, gracias por todo.

—Si algún día vuelves por la ciudad... ya sabes dónde encontrarnos.

El muchacho cogió las maletas, sus rizos chocaban en su frente con el mismo aire golfo de siempre. Sonrió a Arizona y volvió a mirar a Callie. Cristina pasó como un huracán por delante y abrió la puerta del coche metiéndose dentro y cerrando de un portazo.

—Tengo la sensación, de que volveremos a vernos —musitó sonriente.

Tras decir aquello subió al coche y este se alejó. Una nube de polvo se extendió alrededor del vehículo y fue difuminándose mientras este desaparecía tras los árboles.
Arizona entró en casa la primera se acercó al enorme aparato de música y pulso el botón del « play » .

« El tango de Roxenne» , lo había escuchado desde que era niña, recordó la forma de bailar casi sexual de Alex y Lexi. Lo encontró entre los antiguos discos de vinilo de Antón. Se atrevió a ponerlo con la intención de escucharlo aunque fuera una vez más. En el tango la mujer se entrega, quizá por eso siempre se esmeró por aprenderlo, quién sabe...
No pudo remediar contonearse bajo la deliciosa melodía, necesitaba relajarse de aquel fin de semana tan intenso. Sonrió levantando los brazos y dio un giro sobre si misma chocando de bruces con Callie.

~La iniciación~ (Calzona +21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora