25. Alianzas

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La semana que llegaba iba a ser terrible. Alex había llamado a Callie a primera hora de la mañana y le había informado que ya empezaban a llegar al pueblo gente de fuera del país.

Addison ya se había traslado con sus dos chicas a la finca y organizaba el montaje de las carpas mientras Jackson por su parte controlaba que no faltara ninguna habitación para ninguno de los invitados.

Arizona debía ir a la modista. El miércoles ya se habían traslado todos a la finca. Reed, April y Leah absorbieron a Arizona nada más entrar por la puerta. Se la llevarían a la ciudad y pasarían varios días terminando de escoger todo lo que necesitaba.

Carina, por su parte, ya tenía su precioso vestido de raso con un bonito cinturón del mismo tejido que iba ceñido a su cintura de avispa en color azul celeste. Ella sería la encargada de llevar los anillos sobre un pequeño cojín de terciopelo y no hacía más que pasear en línea recta con aquel diminuto trozo de tela nerviosa por tropezar y perder las alianzas.

A Mark le resultaba gracioso verla, con gesto concentrado, se colocaba un libro en la cabeza y caminaba digna por el salón mientras Antón reía y fumaba su puro. La que peor lo llevaba era Callie, tropezaba una y otra vez con los empleados de Addison y aquel follón le resultaba demasiado ostentoso y exagerado. Mark le repetía que era por Antón, que sería un día especial y que debía tener paciencia y soportar la algarabía, ella cruzaba los brazos y miraba las inmensas telarañas de metal que soportarían las carpas y suspiraba resignada.

El miércoles por la tarde un retén de diez coches aparcó en el centro del pueblo y causaron un revuelo terrorífico. Las terrazas del centro estaban abarrotadas a esa hora. Eran los primeros invitados alojados en el hotel Palas Monfort ya habían quedado para cenar con Antón en el Lusinda. El restaurante entero estaba cerrado a cal y canto, había familias que intentaban comer algo pero el encargado les había pedido disculpas indicándoles que había una reunión de empresarios y el salón de abajo al completo estaba reservado. La gente no estaba acostumbrada a aquel follón.

Un grupo de hombres enfundados en trajes había llegado a la entrada principal precedidos por un anciano de pelo cano y perilla grisácea que se apoyaba en un bastón y farfullaba algo en italiano. Antón había salido a la entrada del Lusinda y estrechó la mano al pintoresco anciano.

—Llosa —le zarandeó con humor—. Me alegra tenerlos en casa. ¿Tu mujer?

—Viene detrás con mis hijas —frunció el ceño y miró la terraza y a la gente que no perdía detalle—. Menudo lío que has montado, Antón. Espero que tus puros y tus vinos sean igual de buenos que hace años, no dejo de pensar en aquel rioja.

—Tendrás el mejor vino, amigo mío.

—Soy demasiado viejo para estos trajines, pero que diantres, todo sea por el vino. ¿Dónde está tu chica, Torres? Con esa chica no hubiera tenido ninguna objeción, hubiera sido perfecta para controlar a mis rebeldes hijas.

—A Callie no le gustan estos follones. Mi chica es irritable y de costumbres fijas. Le vi marcharse en coche con Atticus antes de bajar.

—¿Atticus Lincoln? —preguntó—. ¡Vaya! Ha vuelto el pequeño demonio, el binomio Argas-Antón, es realmente sutil —se rió grotescamente, cerró el puño con humor y lo levantó en el aire—. ¡Que no se pierda la línea de sangre! —rió y miró el reloj—. Maldita sea, ¿dónde se habrán metido mi mujer y mis dos pequeñas víboras?

A las diez de la noche el Lusinda era un hervidero de ricos egocéntricos. La gente del pueblo se apilaba disimuladamente en la terraza para cotillear, Alex y Addison llegaron con Jackson y acompañaron en la sobremesa a los invitados. A las doce Alex estaba como una cuba y le decía a Jackson lo mucho que lo quería. Jackson lloraba de la risa y Addison le dirigía miradas inquisitorias intentando que no se pusiera a cantar en cualquier momento, cosa que no consiguió.

~La iniciación~ (Calzona +21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora