26. Boda blanca I

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Estaba radiante con aquel vestido de seda de voile y pedrería fina, un escote de palabra de honor enmarcaba sus pechos y en sus bordes unas pequeñas piedrecillas casi imperceptibles que solo se veía su brillo si la luz adecuada enfocada exactamente los detalles coralinos.

Lexi le había regalado unos pendientes increíbles de oro blanco, diminutos diamantes de corte de brillante y perlas, colgaban finos hasta casi su mentón meneándose al compás de sus pisadas. La casa era como una especie de mansión algodonera a la antigua usanza, había personas desperdigadas por el jardín, sentadas en el césped en grupos, con sus palmeras rimbombantes y sus trajes de corte italiano. Las carpas eran una algarabía de camareros, invitados, orquestas y tronar de copas. Otros invitados ocupaban mesas al aire libre en la parte más cercana a las carpas. El servicio no hacía más que ir y venir sirviendo bebidas y canapés a todos los comensales. Todo estaba listo para el gran momento.

Richard había llegado con Cormac y Hunt a primera hora de la mañana. George, que había llegado con Cristina de madrugada la había ayudado a ajustarse el vestido y la sorprendía con un colgante precioso en tonos azules y piedras preciosas.

—Recuerda linda, que tienes que llevar algo nuevo, algo viejo y algo azul — se rió—. Creo... ¡Ah!, y algo prestado.

—¡No tengo algo viejo! —le daba igual, estaba demasiado nerviosa y no había visto a Callie aún.

Cristina la había besado en la mejilla y sonreía con amargura, luego se había marchado al salón y se mantenía en un segundo plano con Richard y el resto mientras se bebía a tragos las copas de cava que caían en sus manos.
Reed y April andaban histéricas arreglándole el pelo, Leah y Carina repasaban los anclajes de los anillos para que no cayeran por el camino y Jackson, se había soltado de tal manera que era como el relaciones públicas de la fiesta aquella mañana.
Atticus entró en la habitación y la abrazó con fuerza.

—Muñequita... Estás impresionante.

—¿Dónde está Callie?

—Discutiendo con dos ancianos sobre el capitalismo —se rió—. Creo que está
harta de todo esto, pero viene ahora.

—¡De eso nada! —apostilló Mark saltando a los brazos de su hermana—. No puede ver a la novia antes del momento —la besuqueó por todos los lados hasta que Lexi lo apartó.

—La vas a desmaquillar —dijo poniéndole más polvos en la cara—. ¡Fuera todos!

—Necesito quedarme sola unos momentos —necesitaba aire y había demasiada gente a su alrededor—. Por favor.

Miró por la ventana mientras todos salían. Alex y Addison hablaban con un grupo de hombres en la parte de adelante. Habían puesto dos guardias de seguridad en la entrada de la casa y al comienzo del camino por si algún despistado se equivocaba de calle y parecía que comprobaban que todo estaba bien. Respiró hondo, se miró las manos, le temblaban de los nervios. ¡Había sido tan sencillo en Italia! Pero había demasiada gente, demasiada tensión acumulada y no se encontraba bien. La puerta sonó.

—¡Por favor necesito un minuto de calma! —estaba agobiada.

Callie abrió la puerta y al verle sintió calma.

—Oh, Call estás bellísima, estoy muy nerviosa...

—Tranquila, es todo este lío —la abrazó—. Estás tan preciosa, relájate, si te sirve de consuelo, hay gente que yo no había visto en mi vida.

Arizona se rió y se aferró a su pecho con cuidado de no mancharle el traje blanco tan prolijo que llevaba.

—Algo prestado... —le cogió la mano y le colocó una pulserita de oro blanco
—. Era de mi madre, luego me la devuelves —se rió—, no es que no te la quiera regalar, es que si no, no sería algo prestado.

~La iniciación~ (Calzona +21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora