5. Asombro

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—Ven, ahora que estás solo quiero explicarte algo importante sobre tu condición —Calliope dio una palmada en el hombro al joven George y este le acompañó al exterior.

—No pretendo hacer nada contra mi Señora —dijo George algo irascible.

Salieron al porche apartados de todos y se quedó frente a ella. Calliope mantenía las manos en los bolsillos y la abertura de su camisa dejaba al aire un escote que dejaba ver la inmensidad de sus pechos y el color canela de su piel.

—Disfrutas la esclavitud, ¿no es así? —preguntó.

—Sí.

—Si mañana una mujer diez veces más terrorífica que Cristina te alargara la
mano y te dijera que la siguieras. ¿Te quedarías con ella? ¿O correrías a por nuevas experiencias aún más intensas?

No lo pensó ni un momento.

—Correría detrás de todo lo que mejore mis ansias de conocer lo que me gusta. Sea quien sea —puso una mueca irónica y sonrió—. ¿Acaso tienes alguien así? —dijo con sarcasmo.

—No, en absoluto. Solo pregunto para saber que mueve tu corazón. Si la empatía por ella o tu necesidad de más. ¿Porque quieres más, no?

Le invitó a pasear por el jardín y hasta bien entrada la tarde no regresó con el muchacho.

Cristina palmoteaba sentada en el sofá mientras la preciosa Carina lanzaba al aire sendos golpes con la fusta.

—Ese brillo en tus ojos damita, predicen una futura domina... ¡Bravo!

—¡Arrodíllate ante mí! —gritó con el ceño fruncido y el pecho hinchado.

La imagen de Carina provocó la risa de Mark, que se tomaba todo aquello como algo tan inocente y liviano que incluso disfrutaba de la imagen de la joven con aire de pichón que apenas sabía controlar sus pasos.

—¡Tú! —Carina se giró con humor y apuntó directamente a la nariz de Alex —. ¡A mis  pies!

Jackson le dirigió una mirada de paciencia y Alex levantó la ceja y resopló.

—Para qué coño voy a ir a Disney Land si ya tenemos a Peter Pan y Campanilla, la madrastra de Blanca Nieves desequilibrada y a ricitos de oro...

—Relájate un poco Alex —le dijo Mark—. Tómalo con humor.

***

Calliope permanecía en la terraza abstraída en sus propios pensamientos cuando Arizona salió. Apenas había hablado con ella y todavía temía el castigo que posiblemente la haría pagar aquella misma noche, las sienes le latían a medida que se aproximaba la cena, quizá después querrían bajar al sótano, Cristina le provocaría, pactaría algo con ella o quien sabe, igual tan sólo la cediera a esa hermosa y a la vez horrible mujer. Pensó que era estúpida, en el fondo no le había hecho nada más que existir. El resto de la tarde había estado eufórica atormentando delicadamente a George, por el mero hecho de que Carina la viera o provocar la incomodidad del resto  y eso no le gustaba pero aún así Callie se mantenía al margen, casi como si no le importara su forma irónica de provocarla, algo que le extraño y a la vez le sorprendió.

—No deberías estar nerviosa, princesa —musitó.

La sentó en su regazo y pasó la mano por debajo de su falda, tiró de su ropa interior y la arrancó con destreza una vez más.

—Y volvemos siempre a lo mismo —dijo casi cantando—. No te quiero con esto cuando estés a mi lado...

—Ayer te mentí y quería disculparme, sé que no tiene remedio pero admito que me daba vergüenza decirte la verdad.

~La iniciación~ (Calzona +21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora