22. Conversaciones

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A mediodía todos bajaron al pueblo en varios coches. Antón había reservado mesa en el Lusinda, un restaurante bastante concurrido donde solía comer los fines de semana con algún amigo o cliente. Lexi se había unido al grupo casi en la misma puerta del restaurante y no se soltaba de Jackson el cual no quitaba ojo a su hermana. Carina estaba radiante, precedía al grupo aferrada al brazo de Mark, mirando altiva la calle y la gente, era la primera vez que salía con ellos al pueblo y aquello era una experiencia deliciosa para ella. Sabía que la gente la miraba, ella tan solo media un metro cincuenta y de milagro y su hermoso caballero andante la acompañaba por primera vez a ella sola. Se sentía envidiada, deseaba horriblemente encontrarse con alguna compañera de instituto, que la vieran incluso sus profesores o alguno de esos novios zoquetes con los que se había besuqueado en las fiestas locales.

Allí estaba el Lusinda, sus amplias cristaleras y sus mesas circulares con finos manteles de hilo y copas enormes talladas con hojas de acanto. Carina centró rápidamente su atención en el comedor y divisó a una compañera con sus padres y más allá dos hermanos que estudiaban en el mismo instituto, era lógico, el pueblo no era más que eso, una diminuta ciudad donde todos comían y cenaban en los mismos sitios. La clase alta en el Lusinda, la menos boyante, en la pizzería de Portí o en el restaurante del centro comercial. Saludó con educación a su compañera y sonrió a los dos muchachos que no daban crédito y ella hinchada como un papagayo se acomodó en su sitio mientras Mark, sin prestar atención a su momento de triunfo le apartaba la silla y la invitaba a sentarse.
Calliope la miró de refilón y le puso gesto de curiosidad, ella le sonrió inocentemente y se aferró a Mark con fuerza.

—¿Disfrutas, eh? —dijo Callie.

—¡Sí! —grito, sonrió y se removió ansiosa en la silla. Llevaba un bonito vestido veraniego de tirantes y unas sandalias a juego.

—Pareces su padre, Mark... —Alex le dio una palmadita en la espalda— y eso me la pone dura...

—Qué raro que a ti algo te la ponga dura —le contestó.

Addison soltó una carcajada y se aferró como siempre, sin importarle nada, a sus mujeres. Varios de los hombres que comían con sus familias se giraron, uno de ellos sonrió a Reed  y recibió un empujón de su mujer.

—Vamos, muchachos —Antón, que llegó el último a la mesa, no dejaba de
saludar a gente que salía de todos los rincones para ver cómo se encontraba—. Pidamos, tengo un hambre voraz.

—Sí, papi —musitó Alex.

—¿Y Link? —preguntó Mark mirando a la puerta.

Lexi se giró hacia la cristalera y lo vio en uno de los puestos que colocaban
de la calle. Parecía hablar con una mujer mayor mientras jugueteaba con una especie de peonza antigua en su mano derecha.

—Allí, en el puesto de antigüedades de la esquina.

Link había dejado la peonza sobre la mesa expositora y observaba ansioso los demás objetos con las manos colocadas como si rezara.

—Este muchacho no cambia, siente pasión por las antigüedades —Antón lo observaba a través de las gafas.

Link palmoteaba nervioso por una hermosa caja de música de madera que hacía girar una bailarina con un tutú color blanco, la mujer del puesto sonreía mientras hablaba enseñándole las piezas de los engranajes, y el terciopelo que cubría el interior pero Link ya estaba ansioso por comprarla, Lexi estaba segura que así lo haría.

—La va a comprar —dijo Antón.

Alex farfulló algo ininteligible y Lexi sonrió.

—Es muy parecida a la que tenía mamá en el tocador —dijo a su padre.

~La iniciación~ (Calzona +21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora